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Deportes|Jueves, 14 de agosto de 2014
El que convirtió Ortigoza para darle el título a San Lorenzo

Un penal que valió una copa entera

Se sacó el karma de encima. Con más sufrimiento que juego, San Lorenzo le ganó 1-0 a Nacional de Asunción y consiguió la Copa Libertadores por primera vez en su historia. Atrás quedaron muchísimas frustraciones, gracias al penal que Néstor Ortigoza convirtió con maestría cuando promediaba la primera mitad y cuando San Lorenzo peor la pasaba.

San Lorenzo salió a jugar como si no hubiese pasado el tiempo tras el empate de Nacional en el primer partido. Shockeado y adormecido, el equipo de Bauza se dejó dominar, permitió que el visitante le copara la mitad de la cancha y le provocara más de un susto. El primero y más claro fue al minuto, cuando un mal despeje derivó en Orué, que sacó un zurdazo que pegó en el palo izquierdo de Torrico.

Con la ausencia de Piatti y con Romagnoli bien tomado, San Lorenzo perdió generación de juego. Por lo tanto, Ortigoza y Mercier se paraban muy lejos de Cauteruccio y Matos, que quedaban aislados. Por el centro no recibían juego. Y por los costados, el equipo de Bauza no encontraba desbordes, por lo que tampoco la pelota llegaba desde ese lado. Por eso, Don pasaba una noche bien tranquila.

Pero a todas las cuestiones tácticas, también había que sumarle el factor anímico. Como si la historia les cayera encima de las espaldas, los jugadores de San Lorenzo lucían erráticos, nerviosos y sin la precisión habitual. Por el contrario, Nacional jugaba suelto y se animaba a inquietar a Torrico. Así casi se pone en ventaja con un remate de Torales que salió apenas desviado.

Sin embargo, cuando más confundido lucía, San Lorenzo encontró la llave de la victoria, con una ingenuidad de Coronel. Ante un centro intrascendente de Cauteruccio, el zaguero salió a cruzar con los brazos en alto e interceptó el balón. El penal cobrado por el árbitro Ricci lo ejecutó Ortigoza, que engañó a Don con su jerarquía habitual. Y allí mismo nació otro partido. Por un lado, porque San Lorenzo sintió el alivio de la ventaja y pudo llevar a cabo su juego con mayor fluidez. Y por otro, porque Nacional sintió el impacto y ya no tuvo la fortaleza anímica ni futbolística que había mostrado hasta el gol.

De esa manera, por más que faltaba mucho tiempo y la distancia era exigua, San Lorenzo mantuvo la diferencia ante un rival que ya había echado el resto. Sólo los nervios propios frenaban el festejo. Pero llegó el pitazo de Ricci y el desahogo de todo Boedo no tuvo fin.

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