La voracidad caníbal, en perfecta sintonía con la inscripción en el anillo que lleva Julio Grondona en su dedo meñique –“todo pasa”–, naturaliza el huir hacia adelante. Pareciera importar quién reemplazará a Marcelo Bielsa como entrenador de la Selección Argentina como prioridad excluyente, y ya mucho antes de la conferencia de prensa del martes, las radios, los canales de televisión y los sitios de Internet aparecían abarrotados de inducciones a los consumidores del “todo pasa” a votar, opinar, proponer, respecto del sucesor de Bielsa.
La mentidamente hosca bonhomía de Marcelo Bielsa se va a extrañar. Seguramente a partir de ahora no vendrán “caras extrañas” o, en todo caso, las caras esperables. Las de siempre, o las de casi siempre.
Seguramente no será para mejor. Por lo menos, para quienes aspiramos al adecentamiento en el que Marcelo Bielsa militó empecinadamente desde su función, resultados aparte y con disfrutes y frustraciones.