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Dialogos|Lunes, 28 de abril de 2008
La feminista española Enriqueta Chicano habla sobre el avance de su país en temas de género

“Las mismas oportunidades para varones y mujeres es un problema de justicia”

Es una de las autoras de la Ley de Violencia de Género de España, tomada como modelo a seguir en Latinoamérica. Enriqueta Chicano dedicó su vida a la lucha del feminismo. Aquí desgrana los enormes logros durante el gobierno de Rodríguez Zapatero y marca los temas pendientes. Y explica cómo es posible avanzar en materia de derechos de la mujer.

Por Mariana Carbajal
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–¿Cuál es la agenda política de la Federación de Mujeres Progresistas de España?

–Tenemos la satisfacción de que nuestra agenda está bastante cumplida. Entendemos al movimiento feminista como un movimiento político, que debe servir para lograr modificaciones en nuestras vidas. En 1997 hicimos una propuesta a la sociedad: presentamos el Nuevo Contrato Social, que resumiéndolo consistía en compartir responsabilidades, trabajo y poder entre hombres y mujeres, y eso implicaba cambiar modelos arraigados en la sociedad. Lo firmaron líderes políticos, sindicales, sociales de distintos ámbitos, del movimiento ciudadano. Creo que algunos eran tan profundos que muchos no llegaron a entender qué estaban firmando (se ríe). Una gran parte de nuestras propuestas se han ido traduciendo en leyes y políticas públicas durante la gestión del presidente Rodríguez Zapatero, que tomó nuestro Nuevo Contrato Social como documento a respetar y a promover. Una de las primeras leyes que impulsó fue la de Violencia de Género, que para nosotras era definitoria. Cientos de miles de mujeres sufren esa tortura diaria, pero es un problema que no se ve. Llaman la atención los casos en los que las mujeres terminan asesinadas –que son aterradores– pero no la vida de infelicidad que viven muchas.

–Usted fue una de las que participaron en la elaboración de esa ley, que actualmente se toma como modelo para prevenir y sancionar la violencia de género. ¿Qué características tiene?

–Estoy muy orgullosa de que mi país tenga esa ley y de haber tenido la posibilidad de participar en los debates parlamentarios. Es una ley integral, que aborda el problema desde distintos puntos de vista. Porque una mujer víctima de violencia enfrenta problemas sanitarios, laborales, de su propia subsistencia, de la atención de los hijos, psicológicos. La ley no tiene sólo un aspecto punitivo, que es importante –porque un delito no puede quedar impune– pero ni siquiera es el más importante. Porque de lo que se trata, y a lo que apunta la ley, es de cambiar las consideraciones de los hombres y las mujeres en la sociedad.

–Se señala a España como uno de los países europeos con más problemas de violencia de género. ¿Qué cambió con la sanción de la ley?

–En primer lugar, la percepción de la sociedad en relación con el problema de violencia. Dejó de ser un tema privado para ser un problema público, de política pública, básicamente porque el Estado no se puede desentender y ha decidido no desentenderse. Antes, el Estado decía: “Son esas cosas que pasan en la pareja, a ver si se arreglan”. Se intentaba negociar, cuando en problemas de violencia eso es imposible. La ley le concede a la mujer el derecho a vivir una vida sin violencia y a recurrir al ámbito judicial si no lo consigue. Sabemos que la ley no va a resolver el problema de la noche a la mañana. No es un talismán. Es un instrumento imprescindible pero no suficiente. Uno de los puntos que establece la ley es la creación de juzgados específicos de violencia. Se daban casos en que se tramitaba una causa de separación y otra por malos tratos e iban completamente desconectadas una de otra en los ámbitos judiciales. Se podía dar la situación de que condenaran a un hombre por malos tratos pero le dieran visitas a los hijos y así tenía la posibilidad de seguir estando cerca de la mujer a la cual golpeaba. La ley se aprobó en 2004 y las denuncias han ido aumentando sensiblemente porque hay una percepción de que se van a encontrar respuestas. Evidentemente había una necesidad social de que existiera.

–¿Qué otros avances en término de políticas de género se han dado durante la gestión de Rodríguez Zapatero?

–Hay una actitud importante del presidente y es su firme compromiso con la justicia. Al final, que las mujeres tengan las mismas oportunidades que los varones es un problema de justicia. Yo digo que las feministas somos activistas de la justicia. Su voluntad decidida hace que todo el gobierno y el partido que lo apoya estén en la misma dirección: “Lo dice el jefe”. Otra ley muy importante ha sido la de Igualdad Efectiva entre Hombres y Mujeres, que toma directivas europeas e incluso, las supera. Se han modificado alrededor de 25 leyes españolas para adaptarlas a esa normativa, entre ellas, una fundamental que es la Ley de Régimen Electoral, que ahora establece una paridad de 40/60 en las listas, que no quiere decir 40 por ciento de mujeres y 60 por ciento de varones como todo el mundo entiende, sino un sistema que equilibre presencias. Nuestro próximo paso es que no siempre el 40 por ciento sea para las mujeres, que es lo que ahora sucede, sino que las listas se integren alternando una persona de un sexo y otra del otro. Esa es nuestra siguiente demanda. Como los partidos políticos siguen dominados por hombres, las mujeres son ubicadas al final de las listas de candidatos. Se cumple la ley pero es probable que no sean electas.

–¿Ganan igual las mujeres que los hombres en España?

–Por ley sí, pero en la práctica sigue manteniéndose una brecha salarial cercana al 25 por ciento. Esta es una materia muy difícil de modificar porque se produce con trampas. No sucede que si contratan a una mujer le pagan menos que a un hombre en el mismo puesto, pero para ellas las promociones son más difíciles, ocupan los cargos de menor categoría, los trabajos temporales o a tiempos parciales y después eso repercute en su jubilación.

–¿Qué han podido hacer para que las mujeres puedan conciliar vida familiar y laboral?

–Es un tema que nos importa mucho y nos sigue importando porque todavía no lo hemos conseguido. No se trata de facilitarles el trabajo a las mujeres, sino de compartir las responsabilidades familiares. Las mujeres seguimos entendiendo que son nuestras. Son las propias mujeres las que se consideran responsables de los cuidados familiares y culpables de no hacerlo. Eso es tremendo. Pero claro, son siglos de esa concepción de vida. Cuando te descuidás, las mujeres son responsables del fracaso escolar de los hijos, del aumento de las drogas, etc., etc., porque trabajamos fuera de casa. Creo que ésta es una cultura secular difícil de combatir. Hay un cambio en los jóvenes: aceptan que las mujeres trabajen, no cuestionan el trabajo fuera pero sí el trabajo de ellos adentro de la casa. Al final, siguen promoviendo la doble jornada femenina. Son culturas que hay que modificar, pero son cambios a largo plazo. Pero resulta que seguimos educando a nuestros niños de la misma manera. Un ejemplo gráfico de ello es que en los patios escolares los varones siguen estando en el medio y las niñas en las esquinas. Los chicos siguen viendo la vida en celeste y rosa. No hemos modificado contenidos escolares aún. La nueva Ley de Violencia de Género contempla ese aspecto. Ya hemos empezado. Tenemos previsto elaborar un plan de sensibilización y de transformación importante para docentes, empezando por los máximos responsables, inspectores educativos y directivos, porque entendemos que si se tira de arriba la cosa es más sencilla. Todo esto se verá a largo plazo.

–¿Hubo sectores que se opusieron a la Ley de Violencia de Género?

–Sí, los más conservadores, la Iglesia Católica, el sector más conservador de los jueces, algunos otros. Sucedió una cosa curiosa: la Real Academia jamás hizo un informe especial sobre un término y menos aún sin que se lo pidieran, pero en el marco de la discusión pública de la ley elaboró uno, como iniciativa propia, que cuestionaba la utilización del término “género”. Tuvimos que debatir y explicar en distintos ámbitos que cuando hablábamos de género –aunque probablemente no sea la traducción más feliz del “gender” de donde lo hemos sacado es una convención que nos hemos dado fundamentalmente las mujeres– hablamos de construcción social, construcción social que asigna papeles diferentes a mujeres y a hombres.

–¿Qué papel juegan los medios de comunicación a la hora de hablar de la violencia de género?

–La ley establece que debe haber una campaña permanente sobre información cualificada con teléfonos de lugares de atención, y donde se puede recibir apoyo institucional. Paralelamente se ha debatido también mucho en torno de si era necesario un código de conducta o algo así para los medios o si era preferible una autorregulación sobre el tratamiento del tema. La vicepresidenta (María Teresa Fernández de la Vega) se ha reunido con los editores de los medios de comunicación y han llegado a algunos acuerdos, como por ejemplo, que no se toque el tema de manera amarillista, que al lado de una muerte se dé información positiva, se armó una especie de decálogo. Hay muchos periodistas que ya no hablan de violencia doméstica ni familiar, que son formas de invisibilizar la violencia hacia las mujeres, y hablan de violencia de género o de terrorismo de género. Esto ha empezado a modificarse.

–Semanas atrás se desató un escándalo en España porque una niña fue asesinada por un hombre que había sido condenado por abuso sexual pero el juez del caso no se había ocupado de que cumpliera efectivamente la condena que le había impuesto...

–Son fallas absolutamente estrepitosas del sistema. En el Poder Judicial hay un conservadurismo importante. De los casos de asesinatos de mujeres, casi la mitad no había hecho denuncias previas, con lo cual era muy difícil reaccionar desde lo público y ahí el fallo es de la sociedad, porque estoy segura de que los vecinos y las familias sabían de su sufrimiento. Pero hay también un porcentaje de casos en los que las víctimas habían denunciado ya malos tratos y en esos casos se tendrían que haber tomado medidas judiciales para protegerlas y no se tomaron.

–¿Hay un contraataque en Europa de los fundamentalismos contra la leyes que permiten el aborto?

–En nuestro país está absolutamente manifiesto, es un fundamentalismo político y religioso.

–Ustedes, como movimiento de mujeres, reclamaban al gobierno de Rodríguez Zapatero la ampliación de la ley vigente, que tiene algunas restricciones. Era una promesa de campaña pero quedó pendiente.

–Lo que queda por hacer no es fracaso, es reto. Queremos una ley de plazos para evitar lo que hoy sucede, que es que el aborto sigue estando dentro del Código Penal y se persigue a algunas clínicas que los practican. Yo no fui partidaria de que se abriera en la campaña electora el debate por el aborto: no hay que discutir aborto sí, aborto no: es un derecho de las españolas. No podemos volver al debate de los ochenta. El Partido Popular estuvo ocho años en el poder y no modificó la ley. Tuvieron la oportunidad parlamentaria de hacerlo y no lo hicieron. ¿Por qué? Porque el aborto está aceptado por la sociedad española como un derecho. Pero nadie es proabortista. Todos sabemos que es una situación dramática para las mujeres. Pero tenemos que tener el derecho a decidir: a ser madres o a no serlo. Nosotras reivindicamos también el derecho de la mujer trabajadora a ser madre porque si sigues una carrera profesional resulta que hoy no puedes serlo.

–¿Cómo es eso?

–Tengo una hija de 31 años que no es madre porque me dice que si ahora se toma licencia, la carrera se le complica. La maternidad es un bien social y la sociedad tendría que tener los mecanismos públicos adecuados que permitan que decidamos ser madres o no serlo. Es otro reto pendiente.

–¿Es difícil para las mujeres en España triunfar laboralmente sin sacrificar la vida familiar?

–Todavía sí. Y hay una prueba clarísima. El primer gobierno de Rodríguez Zapatero tenía ocho mujeres y ocho varones ministros. Los ocho varones estaban felizmente casados y entre todos tenían veintipico de hijos. Las ocho mujeres eran separadas y divorciadas en su mayoría y entre todas sumaban entre 5 y 6 hijos. Una de las maneras de conseguir la igualdad es que los derechos sean individuales. Por ejemplo, en el caso de la licencia por paternidad, hoy los varones tienen 15 días pagos para estar con su hijo recién nacido. Antes esos días eran opcionales, los podía elegir el papá o tomárselos la mamá. Y lo que ocurría es que siempre se los tomaban las mujeres. Ellas tienen 16 semanas de licencia por maternidad. Ahora se va a ampliar el permiso en el caso de los varones a 4 semanas y si no se los toman, los perderán. Ha sido uno de los temas de la campaña.

–¿Por qué es feminista?

–Nací en una familia muy progresista y católica, por supuesto –digo por supuesto porque en aquel momento solamente se podía ser católico–. Yo iba a un colegio religioso. Recuerdo cuando era niña que me habían encargado un trabajo sobre el Evangelio y la Virgen. Mi padre, que era muy listo, me dijo: “Por qué no hacés un trabajo sobre los silencios de la Virgen en el Evangelio”. Me puse a hacerlo y me di cuenta de que la Virgen no dice ni mu. Si la Virgen no dice nada, qué les queda a las demás mujeres, pensé. Y a partir de entonces empecé a fijarme qué pasaba con las mujeres. En mi casa, donde mi padre era súper encantador y mi madre también, ella siempre se servía el filetito más pequeño y él elegía el más grande, mi madre se daba vuelta los cuellos de los trajes y mi padre andaba siempre con trajes nuevos. En todas las cosas que he hecho en mi vida profesional, que han sido muchas y muy variadas, siempre he buscado la perspectiva de género. No me puedo imaginar no ser feminista.

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