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Dialogos|Lunes, 9 de enero de 2012
Pepe Novoa, el actor, el ex gremialista, un hombre apasionado por el teatro

“Ojalá algún día estemos en un país donde nadie duerma en las calles”

Novoa recuerda con admiración el viaje casi mítico de sus padres, desde España a la Argentina, huyendo del hambre. Una casa humilde adonde llegaban las revistas de la farándula que introdujeron en un niño la vocación por el espectáculo teatral.

Por Marcela Stieben
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Vive en el barrio de Belgrano, en un edificio construido sobre el mismo terreno que, hace pocos años, ocupaba su chalet. Añora vivir en una casa pero llegó un momento en el cual no tuvo más remedio que vender porque su hogar quedó encajonado entre torres que avanzaban hacia el cielo sin remedio. Ahora habita el último departamento y disfruta la terraza con jacuzzi y varias macetas donde crecen frondosos los ficus, las enredaderas, un limonero y cientos de flores, entre ellas, las alegrías del hogar y algunas Santa Rita. Se llama José Manuel Novoa, nació en Rosario el 28 de septiembre de 1937 pero sus padres, Dosinda Fernández y Francisco “Paco” Novoa, lo anotaron el 30 del mismo mes, así que esa fecha es la que quedó en su documento. Aunque hizo mucho cine y televisión, se siente un actor de teatro. Cuando en 1981 se gestó el movimiento Teatro Abierto, para expresar en el escenario lo que la dictadura no permitía decir, él fue un actor protagónico y participó con gran compromiso en esa patriada. Su departamento parece una casa: hay mucha luz, se escucha el canto de los pájaros y desde la cocina se ve un patio con una escalera que comunica con la terraza. Su esposa, Elena, salió. Pepe se pregunta en voz alta: “¿Dónde habrá puesto Elena la bolsita del café?”. El agua hierve en la pava y Pepe opta por preparar té para el reportero gráfico y la cronista. Risueño, se disculpa: “Elena es la que sabe dónde está todo, yo a veces encuentro algo”. El matrimonio tiene tres hijos: Paula Novoa (psicóloga, 1968); Laura Novoa (actriz, 1970) y José Manuel Novoa (psicólogo y actor, 1980). Tienen cuatro nietos que van seguido de visita a ver a los abuelos: Federico y Martín (hijos de Paula) y Mora y Franco (hijos de Laura). En el balcón hay sillas de hierro forjado pintadas de blanco y en las paredes abundan las artesanías compradas en Perú, México y España, fruto de los viajes de Pepe y Elena. Flores y pájaros de colores vivos en bandejas, comparten las paredes con espejos, fotos de obras de teatro, premios que ganó Pepe y una buena reproducción de 1875 de Gustave Caillebotte: Les Raboteurs de Parquet, donde tres hombres morrudos le sacan viruta al piso. “Mi hijo me regaló la lámina para un cumpleaños y me la hizo enmarcar para otro cumple”, dice Novoa con orgullo. Al lado, una atípica foto en blanco y negro del Che y sobre la mesa un perro de cerámica que trajo de México: “Es un perro sin pelo, como verán, es muy raro”. Se acerca a una repisa y trae una muñeca de trapo color arena. Explica que gracias a que es de trapo resistió a los juegos de sus tres hijos y sus cuatro nietos. Está hecha con tela de paraca, una artesanía tradicional que fabrican con las telas usadas, siglos atrás, para enterrar a las momias. “Hace dos años estuve en el Norte de Perú, casi pegado con Ecuador, en la única ciudad del mundo hecha en barro. Me gusta conocer la historia de los pueblos, el arte, la cultura...”. Tiene muchos amigos, tanto en Argentina como en otros países. Y con los que más suele encontrarse, para jugar al truco, ver teatro o cenar junto a Elena, es con Claudio García Satur, Julio López (de La Tuerca), Jorge Marrale, Federico Luppi, Lito Cruz y Augusto Fernandes.

–Algo me dice que cuando juega al truco no quiere pasar el tiempo, sólo quiere ganar...

–¡Síiiii! ¡Tal cual! Me gusta ganar hasta a la bolita. Recién estaba jugando un partido de backgammon con mi nieto Federico. Suspendimos la partida para hacer la nota, pero pretendo ganarle... Aunque nunca me fui de un casino habiendo ganado, siempre perdiendo. Sentía que pagaba un impuesto al tonto (risas). Pero ojo, jugaba poco, lo que me sobraba. Ya suficiente incertidumbre tiene esta profesión para mi economía como para, encima, agregarle el juego. También me gusta el ajedrez.

–Habla de una profesión que conlleva incertidumbre. ¿Dónde nace su vocación de actor?

–Mi madre era una gallega peluquera de mujeres que tenía una peluquería en Rosario y la trajo a Pompeya cuando nos vinimos a vivir a Buenos Aires. Yo tenía un año y medio y mi hermano tenía cinco años. Me crié entre las revistas de espectáculos y de chimentos que leían las clientas de mi madre en la peluquería. En Rosario mi papá trabajaba en un molino yerbatero y antes fue estibador del puerto, un trabajo muy pesado... Mis padres eran gallegos de Orense. Vinieron ya casados y perdieron el primer hijo. Llegaron en el ’30, huyendo del hambre. Mi vieja pasó de pelar chanchos a tener una peluquería, te imaginarás cuánto valoraba ella a sus clientas. Su mamá había muerto cuando mi vieja tenía 10 años así que terminó de criar a sus hermanos menores, que cuando le escribían cartas la llamaban “Hermana-Madre”. En la peluquería de mi madre yo me la pasaba leyendo esas revistas del espectáculo y miraba mucho las fotos y creo que ahí nació esta vocación de actor que tantas satisfacciones me ha dado... La Dosinda y el Paco, mis padres, fueron gente trabajadora y muy sufridos, la habían pasado muy mal en España y vinieron para escapar del hambre y luchando pudieron formar una familia, pero nada les fue fácil en sus vidas... Te decía que a mi casa llegaban todas las revistas de la farándula y yo me las devoraba. A los siete años y hasta los trece estudié en el Teatro Municipal Lavardén. Y del ’52 hasta 1954 estudié en el Conservatorio Beethoven con Augusto Fernandes, con quien después nos fuimos juntos al Nuevo Teatro. (N. de la R.: Augusto es un reconocido actor y director teatral nacido en Portugal en 1939 y nacionalizado argentino, su apellido termina en “s” porque es de origen portugués y no español.) Con él pensábamos irnos a estudiar a Chile. Al final no fuimos porque decidimos estudiar acá en la Escuela Nuevo Teatro. Desde 1946 hasta el ’62 él y yo estuvimos juntos. Y hoy seguimos estando juntos, pero para jugar al truco. Después participé en los grupos de teatro independiente Juan Cristóbal y en el famoso grupo de La Máscara.

–¿Cuándo pudo ir a la tierra de Paco y Dosinda?

–Yo fui por primera vez a España después de estar dos años en Perú con Elena. Dos años viví en ese país donde hice cine, televisión y teatro. Tuve la suerte de obtener una beca del Instituto Peruano de Fomento Educativo para ir a Lima, y trabajé mucho en ese hermoso país... Después nos fuimos a España, la tierra de mis padres, donde también actué. Nos quedamos siete meses porque Elena quedó embarazada y hubo que volver. En España hice Viento Solano y regresamos en el año 1965. Perdimos ese embarazo. El bebé muere de doble circular de cordón. Era un varón. Elena estuvo muy mal. Se lo sacaron con fórceps en la Sardá y fue todo muy terrible. Lo sufrimos mucho.

–Después de ese dolor tremendo, finalmente, Elena y usted fueron padres tres años después.

–Sí, en el ’68 yo estaba haciendo La fiaca con Norman Briski. Elena y yo ya teníamos casa propia, un departamento de un ambiente y medio en Medrano y Díaz Vélez, del barrio de Almagro. Ahí nace Paula. Era muy chiquito el lugar. Y cuando nació Laura ya teníamos un departamento de tres ambientes con dependencias en la calle Gascón, entre Guardia Vieja y Humahuaca. Yo estaba haciendo La valija en el teatro Regina, con Elsa Berenguer, con quien nos conocemos desde 1957. Yo lo suplantaba a Héctor Alterio. Con cada nacimiento de mis hijos yo estaba haciendo un personaje diferente. Y cuando nace José Manuel, mi hijo menor, yo estaba haciendo El pibe de oro (Golden Boy), con Adrián Ghío, en el Teatro San Martín. Nos dirigía Alejandra Boero. Siempre coincidían los partos con alguna obra que yo estaba representando. Eso era algo que me gustaba...

–Pasaron diez años de la gran crisis del 2001. ¿Cómo recuerda aquella época?

–Fue terrible la crisis que vivimos en 2001, de alguna manera veníamos todos de un gran fracaso. Luego vinieron los cinco presidentes y el desasosiego de un país al cual los mismos bancos le robaron. Esto es un poco lo que pasa hoy con los indignados en el mundo. Afortunadamente, desde el 2003 hasta la fecha se respira otro aire en Argentina... Nadie dice que esté todo resuelto pero tenemos la ley de medios, Asignación Universal por Hijo y muchos beneficios más para el pueblo. Tenemos que tener siempre en cuenta que sigue habiendo gente que duerme en la calle, que todavía no pudo subirse al tren. Hay que seguir profundizando para que no haya pobreza y para que todos tengan un trabajo digno, una vivienda, salud y educación... Falta, ¡pero vamos bien!

–Cuando vemos lo que pasa hoy en Europa recordamos lo vivido acá en 2001... Pero da la impresión de que nosotros tuvimos más anticuerpos que ellos para soportar semejante crisis.

–En Europa y en Estados Unidos no tienen el cuero duro como lo tenemos nosotros, que estuvimos acostumbrados a grandes crisis, que pasamos por muchos golpes de Estado, que hemos vivido situaciones difíciles durante tantos años... Ellos no tienen anticuerpos, vivían bien y no estaban acostumbrados a soportar estas cosas terribles, por eso no saben qué hacer. Nosotros tenemos el cuero duro para bancarnos el calor y el frío, tuvimos muchísimas inflaciones, tuvimos golpes... Es como si hubieran sido malcriados y no saben cómo soportar las crisis. En el mundo estamos todos indignados frente al poder financiero, que es más atroz y cruel que el poder capitalista de la gente que produce cosas y que emplea gente. Entonces esto fue terrible para Argentina en su momento, pero afortunadamente llevamos ocho años de crecimiento. Esperemos que se mantenga y que se acreciente. Si bien estamos infinitamente mejor que en el 2001, aún hay gente que está muy mal... En Europa estaban acostumbrados a tirar manteca al techo y ahora se les vino la noche. Tenemos que estar preparados porque esa crisis internacional puede repercutir de algún modo en nosotros, ya que son nuestros compradores. El mundo está complicado y nosotros estamos en el mundo...

–¿Imaginaba que Cristina iba a ganar con el 54 por ciento?

–Uno sospechaba que iba a ganar aunque no creíamos que el porcentaje iba a ser tan alto. Superó las expectativas mías y las de mis amigos... En pocos días logramos poner en el tapete leyes que esperaron años. Muchos dicen: ¡qué rápido las trataron! Y no es que se trataron rápido las leyes sino que hace mucho que estaban esperando... Tenemos un muy buen piloto de tormentas, que es Cristina, pero queda mucho por hacer. Hay que seguir trabajando para solucionar todo lo que falta. Afortunadamente tenemos cuatro años más de crecimiento y aunque sé que habrá muchos palos en la rueda, también sabemos que el país seguirá creciendo y ojalá que las organizaciones sociales, incluidas las sindicales, acompañen el proceso de crecimiento del país. Tenemos que estar unidos.

–El 26 de diciembre de 2011 protagonizó el unitario “De mi sangre”, en Decisiones de Vida, por Canal 9, como abuelo de un nieto recuperado.

–Sí, el nieto era Juan Gil Navarro, excelente actor. Aparecieron muchos proyectos de ficción que se están trabajando a partir del Incaa. Cine por la identidad, Maltratadas, Decisiones de Vida son ficciones que tienen temáticas que no se veían en la televisión. Cuando grabamos esto los nietos recuperados estaban en el piso. Como abuelo de Juan yo iba a verlo de lejos. El ignoraba quién era el hombre que lo miraba cuando jugaba a la pelota con su pequeño hijo en una plaza o cuando caminaba por la calle. No sabía que le habían cambiado su identidad hasta que llega una citación judicial. Piensa que es por una multa del auto y cuando llega al juzgado y le dicen que hay una alta posibilidad de que sea hijo de desaparecidos, niega todo, no quiere saber nada, y rechaza hacerse el ADN. Su mujer lo ayuda a sacarse la venda de los ojos para ver lo que es más que evidente, hasta que la realidad se impone y descubre que la que él creía su madre adoptiva era su apropiadora, y quien creyó un excelente médico obstetra que lo adoptó porque sus padres lo habían abandonado fue el que asistía en el parto a las embarazadas secuestradas para luego repartirse los bebés y matar a esas madres. En Argentina falta encontrar a 400 nietos. Cuesta porque ya son grandes y tienen una vida hecha con otro nombre. Al cambiarles su identidad no saben que son hijos de desaparecidos, pero si en algún momento dudan, por el año de nacimiento, o por eslabones sueltos en sus vidas, van a la sede de Abuelas de Plaza de Mayo o va algún amigo o sus parejas. Desde ese instante comienza a armarse el rompecabezas, y esto es algo muy importante.

–¿Qué sueño le queda aún por cumplir?

–Me siento muy feliz porque trabajé y trabajo en lo que me apasiona, porque tengo cuatro hijos, estoy casado con una mujer a la que amo y vivo bien. Mi sueño es que el país cumpliera su sueño. Quisiera ver realizado el sueño por completo. Estamos en camino, vamos bien, pero falta bastante. Hay que seguir profundizando para que todos tengan trabajo y para que nadie duerma en la calle.

–¿Y algún papel que quisiera hacer y aún no haya hecho?

–Todavía no lo conozco, pero sí, está el papel que aún no hice y estoy esperando conocer ese papel.

–Finalmente: ¿tiene algún temor?

–¿Algún temor? ¡Todos! (risas). Los años no pasan solos y me tengo que cuidar con las comidas, no puedo comer con sal, tengo algún que otro achaque de vez en cuando, y uno ya no es un jovencito, así que temores claro que tengo... Por suerte me cuida mucho Elena, ella me prepara jugos con mil cosas cada mañana, les pone de todo así tengo todas las vitaminas... Cuando ella no mira yo a veces me como un pedacito de salamín y me doy un gustito porque la vida hay que disfrutarla, pero estoy bien. No me puedo quejar. Lo que sí quisiera es que los que menos tienen estén cada día mejor y sé que la Presidenta está haciendo todo lo posible para que así sea. Y que todos tengan un trabajo digno. Ese es mi sueño...

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