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Dialogos|Lunes, 16 de abril de 2012
Pepe Soriano, decano de los escenarios argentinos y presidente de una obra solidaria para actores

“El premio Estrella de Mar de Oro se lo dediqué a mi hermano Juan Carlos Gené”

Con sus 82 años, todavía tiene la energía suficiente para estar arriba de un escenario. Pero además es el presidente de una obra social para los actores. Veterano de decenas de películas y obras, recuerda con cariño a su amigo Juan Carlos Gené, recientemente fallecido.

Por Marcela Stieben
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Hace unas cuantas décadas, más precisamente el 25 de septiembre de 1929, nacía en Buenos Aires José Carlos Soriano, gran actor, intérprete, dramaturgo y director que supo conquistar el aplauso del público argentino y del pueblo de España, donde se exilió durante la última dictadura militar. Tanto de un lado como del otro del océano se lo conoce, cariñosamente, como Pepe Soriano. Acaba de ganar el codiciado premio Estrella de Mar en 2012, una bellísima estrella de oro que se suma a los muchos premios ganados por Pepe. Junto a Selva Alemán, Arturo Puig y Antonio Grimau protagonizó cada noche del verano la obra The Price (El precio), del gran dramaturgo Arthur Miller, versión de Federico González Del Pino y Fernando Masllorens, de Romay Producciones, dirección de Helena Tritek, vestuario y escenografía de Eugenio Zanetti e iluminación de Ariel del Mastro, en el Teatro Corrientes del corazón de La Feliz, ciudad que lo declaró “Visitante Ilustre de Mar del Plata” por su trayectoria actoral, en una emotiva ceremonia realizada en el salón del Honorable Concejo Deliberante del Partido de General Pueyrredón. Y a Pepe se le nota en la cara que está pasando por su mejor momento. Durante su vida no todo fue color de rosas. Más de una vez debió ser fuerte y seguir adelante, soñando con un futuro mejor que hoy llegó, y vino para quedarse. Soriano salió a escena cada noche con un teatro lleno y saludó al público con sus tres compañeros de obra, un excepcional elenco. La gente aplaudió al tiempo que gritaba “¡Bravo!” y los esperaba a la salida del teatro para sacarse fotos con los protagonistas y pedirles autógrafos.

–Durante la obra, los cuatro están prácticamente todo el tiempo en escena, eso significa un gran esfuerzo...

–El entrenamiento de un actor es como el que hace un deportista. Hay quien corre cien metros, hay quien corre cinco mil y hay quien corre diez mil. El que corre diez mil metros es el fondista y el actor a veces se tiene que entrenar como fondista. En una obra donde tenés que actuar, hablar o bailar durante una hora y media o dos horas, hay que estar en condiciones. De otro modo no se puede trabajar.

–¿Qué edad tiene ahora?

–Ochenta y dos y medio.

–¿Cuándo cumple los 83?

–El 25 de septiembre de 2012.

–Podría decir que tiene veinte años menos, tranquilamente...

–(Risas) Sí, estoy bien... ¡Me cuido, me entreno y tengo una vida muy dedicada al trabajo! La felicidad de mi vida ha sido, precisamente, mi trabajo.

–¿Qué siente cuando sale y está la sala llena, todos aplaudiendo de pie?

–Es algo muy hermoso, pero no se da siempre eso... Es muy lindo verlo, no te lo voy a negar. No se da todos los días, ni en todas las salas. Algunas veces a uno le toca. Yo digo que hay diversos públicos, no hay sólo uno. Hay gente que prefiere ir a un concierto multitudinario de miles de personas y ahí bailan entre todos y se sienten muy bien... Son gustos... Y hay públicos, como el de la danza o el público de la ópera, que van y aplauden emocionados la obra que eligen ver. En el teatro pasa un poco eso, les tiene que gustar mucho lo que estás haciendo en el escenario para aplaudirte de pie. Y cuando se da así, es una gran alegría para todo el elenco.

–Con Selva Alemán usted ya había trabajado.

–Sí. Con Selva trabajé hace muchísimos años en un programa de televisión que se llamaba Yo soy porteño, donde había dos chicas muy jovencitas: una era Selva Alemán y la otra, Marilina Ross. Con ellas dos también hice teatro muchos años después. Y ahora nos volvimos a encontrar con Selva, lo cual es una alegría muy grande. Y, como verás, ella ya no es una nena, ni yo soy un muchacho... (risas). Con Arturo Puig yo nunca había trabajado, pero tanto con él como con Antonio puedo decir que los cuatro damos lo mejor de cada uno, cada noche. No es que estemos juntos todo el día, pero le puedo asegurar que brindamos lo máximo que cada uno tiene, cada noche... Cuando salimos a saludar, los cuatro tenemos la sensación de la tarea cumplida, y eso es muy agradable.

–Suele decir que le genera mucha alegría ser el presidente de Sagai, que brinda un gran servicio a la comunidad de actores.

–Sí, soy el presidente de Sagai, la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes, una asociación civil sin fines de lucro que gestiona y administra colectivamente los derechos de propiedad intelectual de actores, bailarines y dobladores. Y tengo el honor de estar con Federico Luppi (vicepresidente), Jorge Marrale (secretario), Osvaldo Santoro (secretario suplente), Martín Seefeld (tesorero) y Pablo Echarri (protesorero) en una hermosa casona de Marcelo Torcuato de Alvear 1490. Es Marcelo T. y Paraná, en la Ciudad de Buenos Aires. Y por si alguien quiere llamar por teléfono para preguntar algo: 5219-0632. Ser socio es gratuito y venimos teniendo cada vez más inscripciones porque los actores, bailarines y dobladores se dan cuenta de lo que es Sagai... Si quieren enviar un mail pueden hacerlo a [email protected] o venir a la sede de Marcelo T. de Alvear 1490 de 9.30 a 13 y de 14 a 17.30. Siento que ahí desarrollo una vocación de servicio: si un actor tiene un problema, si espera familia o si tuvo dificultades con alguno de sus trabajos, estamos en Sagai para ayudar, para defender nuestros derechos.

–Es un trabajo para el cual se requiere vocación de servicio.

–Totalmente. Los que estamos en Sagai trabajamos con mucha responsabilidad. El actor, al igual que el resto de los intérpretes, tiene derechos de propiedad intelectual vinculados con su interpretación, de carácter patrimonial y de carácter moral. Yo tengo vocación de servicio y por eso puedo hacerlo y trabajo en Sagai con mucho amor. También está la Fundación de Sagai, que ayuda a muchos actores, bailarines y dobladores enfermos, o a quien espera un hijo y tiene dificultades. La remuneración que un actor cobra por la Asociación Argentina de Actores, de carácter laboral, es absolutamente independiente de aquella que cobra por Sagai, que es de carácter intelectual. Hay que comprender que no vivimos solos, estamos en una comunidad y es importante ayudarnos, querernos y contar con el otro. Y tuvimos la alegría de que hayan premiado a la revista de Sagai: Arlequín. Recibió el premio Teatros del Mundo 2011 en el rubro “Revistas, trabajos destacados”. Es una distinción que otorga el Area de Historia y Teoría Teatral del Centro Cultural Ricardo Rojas de la UBA. El jurado está integrado por investigadores y críticos teatrales que trabajan en la UBA y especialistas invitados. La revista se entrega a domicilio, en forma totalmente gratuita, a todos los socios y socias de Sagai y es un servicio más que brindamos a los asociados para estar en contacto.

–¿Qué áreas abarca la Fundación de Sagai?

–Tiene dos áreas, una social y otra cultural. La Fundación Sagai es una organización sin fines de lucro, funciona como una ONG, creada con la finalidad de dar respuesta a las diversas necesidades y situaciones que se presentan en la profesión actoral mediante la prestación de servicios sociales y culturales. Desde el área social, la Fundación otorga subsidios que ayudan a paliar distintas necesidades de nuestros beneficiarios o su grupo familiar directo, como por ejemplo: subsidios por fallecimiento, maternidad o tratamientos médicos complejos. Y en el área cultural organizamos muchísimas actividades que tienen el objetivo de generar un espacio de formación, investigación e intercambio artístico, sobre aspectos de la profesión y preservación de la memoria. Por eso digo que todos los actores, bailarines y dobladistas encuentran un lugar donde se los escucha y donde nos importa lo que les esté pasando. Cuando inauguramos esta casona vino Cristina, la Presidenta, y hubo decenas y decenas de actores y actrices celebrando que se abría este espacio que día a día sigue creciendo para bien de todos y todas.

–¿Qué es lo más importante en su vida?

–Mi trabajo como actor, que me genera mucha felicidad, mi mujer, mi hija y lo que hago en Sagai, donde siento desarrollada mi vocación de servicio. Yo siento una gran alegría cuando podemos ayudar a algún compañero que se enfermó o a alguna compañera que está por tener familia, siempre digo: “Sostengámosle el hijo que está por venir”. Nadie vive solo. Y el que vive solo tiene que vivir en la selva, como una bestia. Vivimos en comunidad y por eso hay que contar con los otros cuando estamos pasando por un momento donde necesitamos ayuda. ¡Es tan importante ser solidarios! Para poder desempeñar esta tarea hay que conocer a fondo la tarea del actor y yo la conozco muy bien. Hice teatro en la Argentina y en el exterior desde hace tantas décadas que conozco todo lo relacionado con el mundo de los actores. Hay que comprender cuánto auxilio necesitan muchos de nuestros compañeros. Y nadie está exento...

–Yendo a las tablas, uno lo ve actuar con tanta pasión y tanta plasticidad que cabe preguntarle si se cuida con las comidas, si hace ejercicios...

–Sí, me cuido. Me gusta sentirme bien y le hago caso al médico, y también es importante no ser sedentario y hacer ejercicios, dentro de las posibilidades de cada uno. Yo valoro mucho poder sentirme bien. No es que sea un obsesivo del tema, pero gracias a que me cuido voy a cumplir ochenta y tres años y sigo trabajando normalmente, y vivo la vida con muchísima pasión y alegría, siempre sumando proyectos.

–Hablando de proyectos, además de hacer cada noche El precio, ensaya, acá en Mar del Plata, una obra con Brandoni...

–Tal cual. Como la obra la vamos a hacer en Buenos Aires durante 2012, tenemos que ensayar en Mar del Plata porque sería imposible de otro modo, ya que si uno actúa en la costa tenés que quedarte acá. Y van muy bien los ensayos. Luis Brandoni y yo estamos ensayando Conversaciones con mamá, donde yo voy a ser la mamá. Trabajo con peluca y me gusta muchísimo mi personaje, me divierte... El libro es de Santiago Carlos Oves, con versión de Jordi Galcerán, a quien muchos seguramente recordarán por El método Gronhölm. La dirección es de Santiago Doria y la adaptación para Buenos Aires le pertenece a Fernando Castets, co-autor de El hijo de la novia, El mismo amor, la misma lluvia y Luna de Avellaneda junto a Juan José Campanella. Luis es el hijo y yo soy la madre en esta comedia que vamos a hacer en 2012 en el Multiteatro de Buenos Aires.

–Seguramente tendrán éxito, son dos excelentes actores y están bien dirigidos. Hablando de éxitos, acaba de recibir el premio Estrella de Mar de Oro en Mar del Plata. ¿Qué pasó por su interior a la hora de recibirlo?

–Yo fui a esa fiesta por respeto a los colegas y a los críticos, pero no tenía ninguna expectativa. No ir me parece siempre que es como un desaire. Tenga uno premio o no, no importa. Hay que ir siempre. Bueno, si se han acordado de uno, como en este caso, me siento muy agradecido y estoy presente. Pero también es cierto que después de tantos y tantos años, los premios van teniendo una dimensión diferente. No es mejor ni peor, simplemente diferente. Entonces, cuando dijeron que me daban el Estrella de Mar de Oro, para mí fue una sorpresa, totalmente (Pepe se emociona cuando lo cuenta). Yo no lo esperaba, para nada.

–Quizá sea porque usted es muy humilde, puesto que talento no le falta.

–Yo no sé... En ese momento dije algo que estaba relacionado a mi deseo de que no se colara la humildad ni la vanidad, que son las dos cosas que se pueden colar cuando uno recibe un premio. Y, en definitiva, ese premio estaba dedicado a Juan Carlos Gené, que yo hubiera querido llevárselo en vida. No pude...

–¿Lo quería mucho usted a él?

–Sí (se le llenan los ojos de lágrimas). Siempre dije que era como un hermano para mí. Con toda la familia de Gené hemos hecho muchas cosas lindas.

El hall del teatro apaga la última de sus luces. Es hora de irse. Afuera aguardan decenas de personas, sobre todo mujeres maduras, para sacarse fotos con Pepe Soriano en el corazón de Mar del Plata. Uno imagina su rostro en miles y miles de portarretratos junto a esas damas que, por un instante, sienten que ellas también son protagonistas al posar junto al ganador del premio Estrella de Mar de Oro. Ilusiones, puestas en escena, nuevas obras, un teatro a sala llena que durante todo el verano aplaudió a rabiar la obra El precio y un hombre, simplemente un hombre, que al comienzo de la primavera de este año cumplirá ochenta y tres años... pero de jubilarse, nada. Tiene más proyectos que nunca. Se abre la puerta del teatro y en la vereda, un grito unánime de mujeres alegres lo abraza.

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