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Dialogos|Lunes, 22 de octubre de 2012
Neil Harbisson, el primer artista cíborg, con un implante que le permite “escuchar” los colores

“Me puedo vestir de una canción si quiero”

Es músico y nació sin ver los colores por lo que se implantó un chip que convierte los colores en sonidos. Harbisson reside en Barcelona, donde creó la Fundación Cyborg, para ampliar los sentidos con la tecnología.

Por Julia Goldenberg
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Neil Harbisson es un artista y compositor británico-irlandés residente en España, que ha sido reconocido por el Reino Unido como el primer ciudadano cíborg. Según la Real Academia Española, un cíborg (cyborg en inglés) es un ser formado por materia viva y dispositivos electrónicos, es decir, un organismo cibernético. Harbisson nació con una condición visual llamada acromatopsia o monocromatismo que no le permite percibir los colores, sólo ve en blanco y negro. En la universidad conoció a Adam Montandon, un joven licenciado en cibernética, con quien creó el ojo electrónico (eyeborg) ubicado a presión en su nuca. Este le permite percibir a través del cráneo frecuencias de luz en forma de frecuencias audibles y así interpretarlas en una escala de colores. El trabajo conjunto fue reconocido con el premio británico de innovación otorgado por Submerge en Bristol (Inglaterra, 2004) y con el premio europeo en Interface Design (Viena, 2004). Actualmente es un reconocido artista residente en Barcelona que contribuye con la difusión de la cultura cíborg participando de festivales de ciencia y de arte en todo el mundo. Como respuesta a las cartas recibidas creó en 2010 la Fundación Cyborg, con el fin de asistir a las personas interesadas en expandir sus sentidos gracias a la tecnología. Visitará Argentina en noviembre de este año en el marco del V Foro de Sociedades Digitales que se realizará en Entre Ríos.

–¿Por qué decidiste intervenir tecnológicamente tu cuerpo?

–Porque nací con acromatopsia, es decir no puedo ver los colores, percibo en blanco y negro. Yo quería percibir los colores, y cuando estaba estudiando música fui a una conferencia de cibernética y comprendí que la tecnología podía ser utilizada para extender sentidos, entonces comencé un proyecto para extender mis sentidos. El resultado fue crear un ojo electrónico (eyeborg) que me permite percibir los colores a través de sus sonidos. En vez de ver colores los escucho, gracias a un sensor que detecta la frecuencia del color que tengo delante y envía esta frecuencia a un chip que está instalado en la cabeza; allí el chip transpone a través de cada color cuarenta octavas hacia abajo hasta que se pueda escuchar el color que tengo delante. Lo que detecta el ojo electrónico es la frecuencia de la onda lumínica. Simplemente detecta la frecuencia de luz y transpone la frecuencia de luz cuarenta octavas hacia abajo de manera que yo pueda escucharla.

–¿Crees que esto sólo es posible por tus conocimientos musicales?

–No tiene nada que ver con música, yo lo asocio a notas para que se entienda. Yo tengo micro-tonos. En la música sólo hay doce notas en una octava y yo tengo 360 notas. Son micro-notas dentro de una octava, de hecho es mucho mejor si no tienes ningún conocimiento musical. No hay ningún tipo de música que tenga esta cantidad de micro-tonos. A la gente con conocimiento musical le cuesta más aceptar que hay, por ejemplo en mi caso, más de treinta notas entre un fa y un fa sostenido, cuando en la música no hay nada más que un espacio en blanco. El del ojo electrónico es un lenguaje totalmente nuevo que hay que ir aprendiendo, desde detectar la nota más grave que es el rojo y así sucesivamente.

–¿Cómo se acostumbró tu cuerpo?

–Las primeras cinco semanas tuve dolores de cabeza porque era mucha información de golpe, además era todo muy nuevo. Pero además tenía bloqueadas las orejas porque los primeros años debía usar auriculares para escuchar los colores. El problema es que estaba bloqueando mi capacidad auditiva, para poder percibir el color. Pero además tenía dolores de espalda porque debía cargar una computadora de cinco kilos. Luego de las primeras cinco semanas mi cuerpo se acostumbró, los dolores de cabeza se fueron, mi cerebro también se acostumbró a escuchar colores constantemente. Pero el gran cambio fue cuando dejé de usar auriculares, dejé de usar las orejas para comenzar a escuchar a través del hueso, de mi cráneo. En vez de bloquear un sentido para desarrollar otro, pude de esta manera crear un nuevo sentido.

–¿Así lograste percibir todos los colores?

–En un principio fue para percibir los colores que los humanos pueden percibir, pero cuando llegué al punto en que podía percibir los colores igual que los otros hombres decidí continuar extendiendo el sentido del color, entonces incorporé los infrarrojos y los ultravioletas. Por lo tanto, ahora puedo percibir más colores que el ojo humano y mi objetivo es seguir ampliando este sentido de la percepción visual. Lo interesante es que con la tecnología puedes percibir mucho mejor que a través de tu cuerpo. Finalmente mi objetivo se ha convertido en ampliar todos los sentidos en general. Por eso, hace dos años creé la Fundación Cyborg que es una fundación que se dedica a crear extensiones cibernéticas para ampliar los sentidos de quienes lo soliciten.

–¿Cómo cambiaron los detalles?

–Ha cambiado todo porque el color está por todas partes, en todos los campos, por lo tanto no es sólo la percepción del arte lo que cambia. Todo se modifica, desde la comida, la ropa, la literatura. Como cada prenda tiene una nota acorde a un color, cada mañana elijo las notas que quiero llevar, entonces puedo llevar un acorde mayor o un acorde menor. Puedo llevar una melodía o me puedo vestir de una canción si quiero, dependiendo de la cantidad de colores que pueda ponerme.

–¿Qué transformaciones ocurrieron en lo social?

–Es un hecho plenamente social poder relacionarme con el color, cosa que antes no podía hacer. No ver el color te puede hacer sentir socialmente excluido y percibirlo te inscribe mejor en la sociedad.

–¿Cómo se te presentan los espacios?

–Los colores están en todas partes, por lo tanto se ha modificado muchísimo. Donde vivo he pintado de rojo el suelo, porque me gusta que suene grave. El lugar donde duermo es todo blanco y negro, así no suena y puedo dormir tranquilo. En la cocina hay mucho lila, porque es uno de los colores que no se oyen mucho en la comida y así se distingue bien. En la puerta antes de salir hay verde que es la nota, como si fuera el diapasón de los músicos. Es como el color que neutraliza, que está en el medio y equilibra. Entonces antes de salir puedo recalibrar mi escucha. Finalmente, la escalera de mi casa tiene doce escalones y cada escalón es de cada semitono. O sea, el primer escalón es rojo, el segundo naranja, el tercero es amarillo, y así hasta volver al rojo.

–¿Cómo se define entonces un cíborg?

–La palabra misma define el sentido. Viene de organismo cibernético, es cualquier organismo que use la cibernética como parte del organismo o cualquier elemento cibernético que se sirva de algo orgánico para su funcionamiento. Yo uso la cibernética como parte de mi organismo, no sólo porque llevo un elemento incorporado en la cabeza sino también porque el software y mi cerebro se han unido y han creado un nuevo sentido. La unión entre el software y el cerebro ha creado un nuevo sentido que bauticé como “sonocromático”. Este es el que me permite percibir el color como sonidos y percibir el sonido como colores.

–¿En qué consisten tus retratos sonoros?

–En vez de dibujar la cara de una persona, apunto las notas que escucho de la cara y de allí saco un acorde musical.

–¿Cómo componés tus pinturas?

–Uno de los efectos secundarios de escuchar colores es que el sonido también se convierte en color. Cuando alguien habla, el tono de voz le corresponde a algún color, por eso puedo pintar música o puedo pintar el discurso de algunas personas. He transpuesto discursos políticos a color (como por ejemplo del famoso discurso de Martin Luther King) y reconocidas obras musicales a color. Eso te permite percibir el color dominante de una persona, o de una pieza musical.

–¿Cuál es tu definición de la belleza?

–En realidad hay elementos que pueden sonar muy bien pero que visualmente no me han atraído tanto. Mi concepción de la belleza ha cambiado porque como todo suena, hay cosas que pueden sonar bien pero no verse muy bien, o puede verse muy bonito y no ser armónico al oído. Los cánones de la belleza siempre están centrados en la forma, cuando escuchas el color no tiene nada que ver con la forma. Por lo tanto, puede haber un rostro muy atractivo, pero que no suene muy armónico y viceversa.

–Tu teoría sobre el color y la cultura es sumamente interesante.

–Hay muchos prejuicios culturales en torno al color. El color rojo por ejemplo que se asocia con un color pasional, agresivo, sin embargo el rojo al oído no es para nada agresivo. Los prejuicios que la gente tiene de los colores no los he heredado. Los colores con frecuencia más baja son los colores más vulnerables, los más tranquilos, que son los rojos y los naranjas. En cambio los colores con frecuencia más alta, tirando a peligrosa, son los violetas. De hecho, el ultra violeta es un color sumamente agresivo para nosotros, es un color que nos puede matar. Entonces si yo tuviera que definir cuál es el color que define peligro, pasión o alerta sería el violeta no el rojo. Para mí el rojo es más bien pacífico. En noviembre estaré en Argentina, en Entre Ríos hablando de colores y de cíborgs en el Foro Internacional de Sociedades Digitales.

–¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?

–Estoy intentando conseguir pagar la operación para integrar el ojo electrónico al cráneo. He presentado esta operación a un fondo que subsidia desarrollos artísticos de inteligencia artificial. Estoy esperando a ver si me han seleccionado. Si me han seleccionado, podré comenzar la operación, y si no me han seleccionado tendré que realizar algún proyecto de micro mecenazgo o algo así, para poder pagar la operación. El hospital ha aceptado hacer la operación y ahora sólo me falta encontrar el dinero.

–¿Cuál es el objetivo de la Fundación Cyborg?

–Realizamos investigaciones, colaboraciones con universidades, para crear tecnología, para crearla en el cuerpo con el fin de extender los sentidos. Cualquiera puede acercarse y pedir una intervención porque todos los humanos tenemos los sentidos poco desarrollados, si nos comparamos con otras especies animales. Por ejemplo los perros pueden escuchar mucho mejor que nosotros, las ratas huelen mejor que nosotros, hay pájaros que pueden ver más colores que los humanos, los delfines pueden escuchar a través de los huesos y los tiburones pueden percibir campos electromagnéticos. Cuando nos comparamos con ellos tenemos los sentidos menos desarrollados, entonces mediante la incorporación de cibernética en el cuerpo podemos despertar nuestros sentidos y ampliar la percepción de la realidad. La cuestión es que yo no creo que a mí me falte nada. Ver en blanco y negro no es una deficiencia en absoluto, es una condición visual diferente. Yo no estoy corrigiendo mi condición visual porque sigo viendo en blanco y negro, lo que hago es crear un nuevo sentido que es oír por vía ósea. Esto es algo que antes no podía hacer. Yo ahora escucho a través de mi hueso y estoy percibiendo algo que no puedo percibir visualmente. No estoy reparando, estoy agregando. La idea es extender mis sentidos. Hay mucha gente ciega que no quiere extender sus sentidos, y mucha gente que ve muy bien pero quiere extender sus sentidos. Nosotros diferenciamos a las personas que quieren expandir sus sentidos y las que no.

–¿Existen actualmente casos que han sido atendidos por la fundación?

–Bueno, ahora estamos trabajando con el caso de una chica que solicitó percibir detrás de ella el movimiento. Lleva un sensor infrarrojo en la nuca para detectar si hay movimiento detrás suyo, entonces no tiene que girar la cabeza para saber que hay movimiento a sus espaldas. El infrarrojo crea una vibración cuando hay movimiento detrás de ella, lo cual le da una percepción de 360 grados.

–¿Creés que tu caso introducirá una apertura de los derechos civiles en el mundo?

–En 2004 no me dejaban renovar el pasaporte porque llevaba un aparato electrónico. En el Reino Unido no te dejan aparecer en la foto del pasaporte con un dispositivo electrónico. Yo argumenté que el “eyeborg” no era un aparato electrónico, sino una parte de mi cuerpo. El problema es que ellos tenían que aceptar o no que lo que veían en la foto era una parte de mi cuerpo. Luego me pidieron más explicaciones, un certificado médico, etc. Entonces le pedí a mi médico que escribiera un carta contando mi caso. El escribió que consideraba que el ojo electrónico no era un aparato electrónico sino una parte de mi cuerpo, una extensión de mis sentidos. Y que por lo tanto debería aparecer en mi foto del pasaporte. La universidad también escribió en apoyo a mi reclamo. Al cabo de unos meses aceptaron esta explicación, y en la foto de mi pasaporte aparezco con el “eyeborg”. Esto abre una nueva situación para los gobiernos, ya que sienta precedente. Ahora más gente puede reclamar por que se acepte un elemento electrónico como parte de su cuerpo. Pero al principio fue un problema que tardó meses en resolverse. Creo que no ha habido ningún caso más de este tipo. Tengo entendido que en 2014 en Europa se van a impulsar “leyes robóticas”, donde seguramente aparecerán cuestiones relacionadas con los derechos de los cíborgs.

–¿Qué límites presentan los Estados de todo el mundo frente a estos desarrollos?

–Los gobiernos siempre están un paso atrás de los cambios que se producen en la sociedad. La sociedad siempre avanza más rápido que las leyes y la burocracia. Por eso es necesario que la sociedad luche, no sólo los cíborgs, sino también todos aquellos que busquen defender sus derechos. En el caso de los transexuales, hay algo que compartimos y es que los humanos no siempre queremos ser tal como nacimos. Los humanos intervenimos nuestro desarrollo natural en muchos sentidos. Podemos nacer de una forma y morir de otra si lo queremos.

–¿La afirmación “Cuando empecé a soñar en colores y a sentir colores fue cuando sentí que el software y mi cerebro estaban unidos” a qué se refiere?

–La unión y comunicación software-cerebro fue en tres etapas. Primero se trató de cierto tipo de información, el software daba información a mi cerebro y yo tenía que procesarla. El segundo paso fue cuando ya no tuve que procesar y comenzó a ser automático. El tercer paso fue cuando comencé a sentir los colores y a soñar en colores y comencé a tener colores preferidos. Primero fue información, luego percepción y finalmente sensación. El hecho de que mi cerebro comenzó a crear los sonidos electrónicos fue lo que me producía sensaciones dormido. Los he interiorizado tanto que los sueño y mi cerebro los puede recrear.

–¿Qué sucedería si ese software es creado por algún monopolio y eso se introduce en el cuerpo?

–Yo no creo que la gente vaya a comprar extensiones cibernéticas, por lo tanto no hay peligro respecto del software. Creo que la gente va a crear su propio software, su propio código de chip. Lo único que necesitamos es la colaboración con médicos para hacer implantes. Por la parte técnica no creo que se necesario comprar nada. De hecho la idea de extender los sentidos es que tú mismo te diseñes un sentido, no que compres un sentido prefabricado. Este es el gran cambio que planteamos. No buscamos usar la tecnología como un elemento externo, o como un producto, sino como una parte de tu cuerpo y uno mismo es el que tiene que crearlo y extender el sentido propio. Los ojos electrónicos que nosotros creamos no los comercializamos. El código siempre está abierto, el software es gratuito. Entonces la gente tiene que desarrollar este ojo a su manera y modificarlo como quiera.

–Existen autores que consideran que deben aplicarse políticas públicas con el fin de facilitar el acceso a las tecnologías emergentes. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

–Es necesario que los estados se hagan cargo, que existan nuevos tipos de hospitales que tengan en cuenta estos cambios. Deberían haber clínicas cíborgs, donde puedan tratar elementos electrónicos introducidos en el cuerpo. En estos casos los médicos y los ingenieros informáticos trabajan juntos. Si yo por ejemplo dejo de ver algún color, si tengo algún problema con la percepción de algún color y yo no sé si debo ir a un médico o ir a un ingeniero informático. En este caso yo no sabría bien de dónde viene el problema, si falla mi cerebro o si falla el software. Yo actualmente no tengo un lugar donde pueda ir a consultar en este sentido. Tengo que ir a un lugar o al otro y por eso quisiera que exista una clínica donde se especialicen en salud y cibernética.

–La historia muestra que el desarrollo de la tecnología es ineluctable, pero también demostró que el hombre ha utilizado la tecnología con fines siniestros. ¿No teme que este aporte traiga consecuencias desviadas?

–Definitivamente esto puede ser mal utilizado. Pero creo que es como todo, un cuchillo se puede usar para cortar pan o para matar a alguien. En el caso de los cíborgs o cualquier otro tema, se puede usar bien o mal.

–La tecnología tiene una capacidad masiva que pocos desarrollos tienen. En este sentido requiere de un análisis ético más profundo.

–Nosotros creamos extensiones cibernéticas con el fin de extender los sentidos y la gente las aplicará de la forma que quiera. En todo caso las extensiones que creamos son sentidos que existen en el mundo, son sentidos que algunos animales tienen. No estamos inventando nada. Es que una cosa es la extensión cibernética y otra cosa es el uso. Yo no tengo ningún poder en esto.

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