Imprimir|Regresar a la nota
Dialogos|Lunes, 20 de enero de 2014
Lorenzo de Vedia, padre Toto, párroco de la iglesia de Caacupé en la Villa 21

“Pasamos del ninguneo total a una mirada distorsionada”

Lorenzo de Vedia, el padre Toto, reemplazó al padre Pepe en la Villa 21. Del ninguneo a una mirada donde sólo se resaltan los aspectos negativos. La propuesta de los curas en la villa es la de “integración urbana”, es decir, una relación en ambos sentidos del adentro y el afuera de la villa.

Por Andrew Graham-Yooll
/fotos/20140120/notas/na17fo01.jpg

Cada pocos minutos alguien golpeaba a la puerta. Cada uno necesitaba algo importante, aunque más no fuera atención. Comentamos al cura Lorenzo de Vedia, padre Toto, párroco de la iglesia de la Virgen de Caacupé, que antes no parecía tan intensa la actividad de todo tipo de los vecinos del barrio. Dijo que sí, que antes también. Bueno, pero seguramente la presencia pública se había incrementado desde la entronización del cardenal Jorge Bergoglio como papa Francisco I. Eso, un poco más, admitió. Sí, dijo, desde marzo sí, pero no sólo gente de la Villa 21. Venían interesados, periodistas, fotógrafos –“yo les tengo mucha simpatía a los periodistas...”–, gente que quería conocer nomás. Esos primeros días del papa Francisco habían sido abrumadores. “Fíjese que un día tuve que ir al baño. No me di cuenta de que en otra parte ya había entrado una persona, un camarógrafo. Y yo ahí sentado y este hombre me quería apuntar la cámara para entrevistarme. Bueno, ahí sí llegué al límite.” Se rió. La conversación transcurrió entre las cosas serias, el buen humor y las llamadas. Sobre el escritorio, observado desde la pared de hace años por una foto del Padre Mujica de la Villa 31, había tres celulares.

–Usted, recién nomás, antes de que entráramos a la oficina comentó que aquí ustedes funcionaban casi como una intendencia...

–Bueno, la parroquia Caacupé funciona dentro de la Villa 21 y es caja de resonancia de las múltiples situaciones sociales, humanas, de las cosas que vive la gente. Entonces, por un lado los curas que estamos acá tenemos una percepción muy directa de lo que necesita la gente (suena un teléfono, atiende)... Es esto, lo que acaba de ocurrir, llaman muchos, necesitan... es así y es importante que estemos para responder a cada necesidad. Uno viene por un difunto y necesita saber dónde y cómo hacer los trámites porque en alguna oficina no se los quieren hacer... Usted vio que antes de que pasáramos aquí adentro vino una vecina a la oficina de la entrada para pedir un certificado de domicilio... Otro, que lo echaron de la casa, necesita chapas porque está viviendo sin chapas... otro viene para confesarse, otro más pide pan dulce, otro necesita remedios, otro que va a una oficina de la ciudad a cobrar algo pero como hay cortes de luz no puede y necesita unos pesos... y así. Ya le dije, la parroquia es una caja de resonancia para todos los que viven en estas sesenta hectáreas. Nosotros tenemos un concepto muy distinto al de una oficina, o las oficinas, de gobierno donde la forma es que la gente tiene que acercarse por su cuenta y adaptarse a los esquemas de horarios, a lo que hay y no hay. Aquí no hay horarios y como siempre sucede, en oficinas de gobierno y aquí, la gente que viene son los más pobres y la realidad va más allá de horarios de oficinas. Ahí es donde es importante guiar, enseñar, no hacerle las cosas, pero que las aprendan a hacer. De una oficina se van todos y ya está, no se atiende. Pero en una parroquia no se puede bajar la cortina. Además, hay que ver que en un año como éste, donde el asueto amplía la duración de los feriados y el mes hasta parece más corto, los problemas de cada uno parecen más grandes. Claro, siempre sucede con el gobierno, tanto de la ciudad como de la nación, se atiende en el barrio a la gente con una lejanía mental. No están.

–Recuerdo cuando vinieron los políticos en campaña, en pocas ocasiones, claro, vinieron con custodias, apoyo de equipos y vehículos...

–Macri no viene y ni siquiera sabe de nuestra radio FM. Se ha pasado de una ausencia de políticos bastante importante a una presencia interesada algo mayor. Esa presencia todavía no es muy ordenada y necesitamos que la presencia de las instituciones y autoridades se vaya ordenando un poco más. Es lo que la sociedad está necesitando, no sólo para el adentro de la villa sino que también para su contacto con el afuera de los límites de la villa. Hace seis años que venimos trabajando más en los lazos con el resto del entorno urbano. (Alguien golpea a la puerta, informa al cura que debe llamar a...)

–La FM, veo que le dieron una linda piecita en la medianera de la iglesia, ¿qué alcance tiene?

–No sé exactamente, llega a toda la villa, que se extiende de aquí dos kilómetros en las cuatro direcciones. La FM llega a todos esos límites. Siempre se transmite la información de lo que pasa en el barrio. Naturalmente, también se transmiten las misas.

–La vida en la villa ahora es mucho más intensa que como la vi cuando llegué la primera vez, hace diez años. ¿Cuántos curas están aquí ahora?

–Más o menos como siempre. Somos tres curas por el momento. En un momento éramos cuatro, ahora somos tres y tenemos muchas más actividades que antes. Tenemos 13 capillas, cuatro comedores, un colegio secundario, una escuela de oficios, centro de recuperación de adictos, hogar de día para chicos de la calle, la radio, un periódico, centro de día para abuelos, mil chicos en los exploradores, campamentos...

–¿Mil chicos en exploradores? Eso es muchísimo, ¿cuánta gente se necesita para organizar y conducir esa cantidad de chicos?

–Están conducidos por ciento treinta jóvenes que son todos pibes del barrio. Es decir, unos ocho o nueve chicos por cada coordinador. El proyecto nuestro se basa en que buscamos formar líderes positivos, tanto jóvenes como adultos que pueden luego servir a su vez como líderes, en el barrio y más allá también.

–Si se puede decir que la intendencia del barrio es acá (en una puerta lateral al gran tinglado adjunto a la iglesia hay una chapa azul enlozada que anuncia que ahí está el Ministerio de Justicia de la Nación)...

–Hay un convenio entre la vicaría de la Villa y el gobierno nacional que establece una oficina del Ministerio de Justicia en cada iglesia de la parroquia, cuyo fin es apoyar el acceso a la Justicia. Todos los días hay abogados del ministerio y trabajan articulando con nosotros (suenan dos teléfonos).

–Se están movilizando en una integración social mucho más moderna e interactiva... Antes se veía a la Villa como a una isla peligrosa.

–Cuando yo era chiquito en las viejas guías de calles de Buenos Aires, como ser la Guía Peuser, las villas no figuraban como tales, se las representaba como un espacio verde. Ya había villas, no eran tan grandes como ahora, pero había. O sea, no existían las villas, eran ninguneadas. Después del 2001, por dar una fecha, la sociedad se empezó a anoticiar seriamente de la existencia de las villas –no le digo que no sucedía antes–, porque mucha gente perdió lo que tenía y tenía que mudarse a una villa. Hoy por hoy, también en todo lo que se refiere a las villas como grupo urbano hasta en algunos casos podemos decir que está de moda hablar de las villas, en programas de televisión. Incluso hay series, también está la película Elefante Blanco (dir. Pablo Trapero, 2012). Yo creo que la problemática urbana y social de las villas hizo que la sociedad abriera los ojos. Abrieron los ojos a las villas, pero hay que recordar que pasamos del ninguneo total a una mirada distorsionada. Todavía siento que hay lejanía. Por ejemplo, ¿qué se muestra? La parte que hace ruido en la villa, la toma de tierras, el narcotráfico, los peligros... Pero no muestran la parte más real de la villa, de trabajadores, de las riquezas culturales, las humanas, el sentido de solidaridad, hermandades y vecindades, sin otra consecuencia que hacer notar la condición de exclusión que viven muchos en la villa, entonces se resaltan la delincuencia, el paco, etcétera.

–¿Cómo es que circula o se generó el temor a que de aquí, de la Villa 21, sale todo el paco y la cocaína a la ciudad? Exagero, pero ese tipo de rumor se ha pasado y necesita poco combustible para hacerlo andar.

–Yo creo que hay una mirada donde se ve una cosa, pero no se ve el fondo. Viviendo acá nosotros los curas podemos ver las cosas que pasan y se percibe mucho más. No es lo que se ve sólo cuando traen un móvil de televisión. Percibimos todo lo valioso que hay en la villa, se ven muchas cosas buenas, obvio que también las malas (suena el teléfono, atiende, conversa un rato)... Las vistas parciales y desde una lejanía producen prejuicios, estigmatizaciones, en algunos casos se provoca una mirada romántica, las menos, claro. Pero las hay, esas de que somos todos oprimidos o qué sé yo. Es como la que viene al revés, la que nos ven a todos como delincuentes, o chorros... Viviendo acá uno entiende que esto es un conglomerado urbano donde hay gente humilde, hay pobreza, que hay de todo. Hay alguna gente que manda a sus hijos a escuelas privadas, no es la mayoría, pero la hay. Hay colegios privados que becan a algunos chicos de la villa. Va creciendo de a poquito la conciencia social que prioriza la educación, diría que especialmente desde la condición de villa está la búsqueda de lo que a cada uno le puede parecer lo mejor.

–¿Cómo sigue?

–Nosotros los curas acuñamos un término que es “integración urbana”. Antes se hablaba de “erradicación” de las villas. No es muy amable porque significa desalojar, despedir. Después se empezó a hablar de “urbanización”. A no-sotros no nos gusta la erradicación. Y si vamos a la urbanización sin más suena a una especie de colonialismo. ¿Quién piensa que puede instalarse en un concepto de “estoy urbanizado”? Proponemos la “integración urbana” según la cual la villa tiene mucho para darle a toda la ciudad y la ciudad puede darle mucho a la villa.

–En una época la Villa 21 parecía estar muy dividida, no sé si en términos políticos o sociales, pero la gente decía, es más, sentía que estaban divididos.

–Digamos que cuando empezó el padre Pepe acá la Villa 21 estaba bastante dividida, en diferentes sectores. Pepe se empezó a mover en los diferentes sectores, cruzando de uno a otro, hablando con la gente. Nosotros nos propusimos hacer de pastores y guías y mucho se logró.

–¿Cuál es el legado del padre Pepe? Con él nos encontramos hace poco en una situación social, pero hacía mucho que no lo veía. (Golpean la puerta, informan a Toto que hay que comprar pan en la escuela de oficios antes de que cierre. El cura saca un bollito de billetes chicos del bolsillo y se lo entrega al hombre.)

–Dejó una parroquia organizada desde el punto de vista comunitario, pastoral, evangelizador. Estableció las líneas, la impronta de la labor de misión de encuentro con el pueblo, la apertura hacia la gente. Evangelización y promoción social para nosotros son dos caras de la misma moneda.

–¿Hay mucha competencia con los nuevos cultos? ¿Tienen mucha presencia?

–Los nuevos cultos pescan en la pecera que los católicos hemos dejado cuando vamos a dormir la siesta. En los lugares donde la Iglesia Católica se mueve los cultos no prosperan. Dentro de todo con lo que hacemos todos los días no les queda demasiado lugar. Hay muchos, pero no prosperan, ni son fuertes, no tienen una influencia fuerte como sí, lamentablemente, en otros lugares. Pero eso es donde la iglesia está dormida, por diferentes motivos, claro. En el Gran Buenos Aires hay muchos barrios donde se expanden.

–¿Cómo afecta o ayuda a la villa y a la labor de ustedes la entronización del nuevo Papa?

–Para mí, Bergoglio, Francisco I, no es que sea sólo él. Tuvo la genialidad de saber expresar y la capacidad de moverse para llegar a donde está. Pero lo esencial es que encarna un buen sentir y un modo de ser iglesia que venimos deseando desde hace mucho tiempo, en Latinoamérica. Se puede decir que esto es el fruto del Concilio Vaticano II, de la encíclica de Pablo VI a los diez años del Concilio, después la Carta de los Obispos del Tercer Mundo, en Medellín, que sigue siendo muy importante hoy. Bergoglio, que es parte de esa historia y encarna el proceso, es lo que produce el gran sentir popular desde hace tiempo, “Esto es lo que veníamos queriendo”: una iglesia más sencilla, más austera, más despojada de los arrastres que trae de la historia, más servidora, con menos requisitos. Sí, sorprende que esto esté sucediendo en el Vaticano. Muchos han querido expresar esto, seamos honestos, pero han sido más torpes, o no lograron hacerlo o darse cuenta el bien que está haciendo. Bergoglio tiene muchas cualidades que le permitieron colocarse en el lugar donde está... Para nosotros es bueno porque es un aliento para seguir como veníamos trabajando. Nosotros nos sentimos herederos de Medellín, por prolongación del curso histórico. Yo era chico, obvio, pero igualmente influyó en mi formación.

–¿Se filtra para abajo la comprensión de lo que está sucediendo en la Iglesia?

–Depende de lo que se llame más abajo. Aquí en la villa se sentía que una pastoral más abierta, más popular ya se venía. Otros necesitan que el Papa lo diga claramente, pero aquí el pueblo sentía venir los cambios. Lo que podemos llamar las audacias de ahora son parte de la Iglesia de mañana.

–Hay mucho para hablar, pero creo que usted tiene mucho que hacer y quiere que me vaya, ¿no?

–No, yo no quiero que se vaya, pero hace media hora tenía que estar en la otra punta de la Villa, en Pepirí, y llego tarde.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.