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Dialogos|Lunes, 3 de noviembre de 2014
Porfirio Muñoz Ledo, fundador del PRD y dirigente de centroizquierda de México

“La droga es un negocio sostenido por los grandes centros financieros”

Muñoz Ledo señala que, tras el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, México adoptó la estrategia norteamericana antidrogas, que no ha funcionado. Plantea un debate nacional ante el retroceso del Estado y la corrupción de la clase política.

Por Mercedes López San Miguel
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Porfirio Muñoz Ledo, veterano político de 81 años, afirma que le han dicho que es el Antonio Cafiero mexicano. Plantea un proyecto de reforma política para que la ciudad de México gane autonomía, y se mira en el espejo de Buenos Aires. A Muñoz Ledo se le hace difícil abstraerse del contexto de violencia que conmueve a la sociedad mexicana en su conjunto. El 26 de septiembre pasado de-saparecieron 43 estudiantes de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero, y, según la principal línea de investigación oficial, fueron víctimas de la desaparición forzada a manos de la policía municipal de Iguala, que actuó en connivencia con los carteles de la droga. El Estado mexicano sigue sin responder la pregunta de dónde están los estudiantes, mientras permanecen prófugos el alcalde de Iguala y su esposa, acusados de ser los responsables del ataque. Muñoz Ledo afirma que México vive una descomposición social sin precedentes, que los problemas del país no se debaten y que ve como salida la movilización en las calles.

–¿Cómo interpreta lo que sucedió en Guerrero con los estudiantes?

–El problema central del país es que no existe un consenso sobre los problemas fundamentales como la seguridad, los recursos naturales, el proceso de Justicia. En México hay una democracia aparente, como diría Vargas Llosa, porque los grandes temas de la sociedad no son dirimidos públicamente. El asunto de los estudiantes de Ayotzinapa es gravísimo, porque revela un estado de descomposición en una región, Guerrero, que siempre ha estado sujeta a presiones y efervescencias de carácter guerrillero. Decía Carlos Montemayor –el más grande escritor mexicano, que ya murió e investigó estos temas– que son problemas escondidos que se manifiestan de modo violento por distintas vías y de manera intermitente en las mismas regiones.

–¿Podría ser consecuencia de la guerra contra los narcos que planteó Felipe Calderón?

–No es una consecuencia directa. México tomó un camino radicalmente equivocado en la lucha contra el narcotráfico. Es consecuencia de que el país adoptó el tratado el tratado de libre comercio con Estados Unidos. México adoptó la estrategia de combate al narcotráfico de los Estados Unidos. Washington no mide el nivel de producción de drogas en su propio territorio, ni el nivel de exportación de armas a México. Se calcula que 23 mil millones de dólares están costando las armas que mi país le compra y que adquiere la policía, el ejército, la marina, y el crimen organizado.

–En su opinión, ¿cuál tendría que ser la salida de este escenario de violencia?

–Replantear el problema, hacer una reforma política profunda. Tiene que haber un gobierno suficientemente fuerte y consensuado que permita hacer un nuevo planteamiento internacional. Nosotros tenemos una realidad: la droga es un negocio que está sostenido por los grandes centros financieros. En el momento más grave de la crisis económica (año 2008), hay testimonios que afirman que se mantuvo el sistema bancario por la inyección de dólares de la droga. No podemos ser inocentes. ¿Dónde están las complicidades de los circuitos financieros? Sobre eso se debe llegar a un acuerdo con Estados Unidos. El otro lado del asunto es el tema de la salud; por ejemplo, replantear el uso legal del cannabis; ese asunto está en discusión en América latina.

–¿Cree que el presidente Peña Nieto sigue el mismo esquema de seguridad que su antecesor Calderón?

–Con matices. Hay una diferencia fundamental: Peña Nieto ha sido más discreto. No ha planteado la guerra interna, pero la practica. No la plantea como gran bandera nacional, pero la practica como realidad cotidiana. No se ha modificado un ápice la relación con Estados Unidos.

–¿Existe un pacto nacional para llevar adelante esta política? ¿Cómo actúan los partidos de oposición?

–Hubo un pacto por México entre los tres partidos (PAN, PRI, PRD) para llevar a cabo reformas en materia educativa, de telecomunicaciones y de energía. Pero un debate nacional sobre el problema de la droga no ha existido. México tiene que reconocer que hay un debilitamiento de sus instituciones, que hay una pérdida de jurisdicción del Estado sobre el territorio, y que hay un nivel inmenso de corrupción en la clase dirigente. Se debería iniciar una política nueva.

–¿El PRI volvió al poder con todos sus vicios?

–El PRI volvió con algunos de sus vicios y con algunas de sus virtudes. Es un PRI de otra generación, más mercantilista, más neoliberal, más abocado a la apertura de los mercados y la legalización de la explotación del petróleo por empresas extranjeras.

–Se refiere a la reforma de Pemex que se aprobó este año...

–Salió y no. Ya juntamos 6 millones de firmas para pedir una consulta nacional. Me dicen que podemos ser 9 o 10 millones los que planteamos el tema energético. No estamos muertos. El gobierno da por hecho el negocio con las compañías petroleras, pero no va a ser de la noche a la mañana. Los propios apologistas de la inversión extranjera calculan que hay un proceso de maduración de cuatro a cinco años. Y si se manifestara la mayoría de la población mexicana, yo no sé si los inversionistas estarían dispuestos a ir a México. Es un gran interrogante.

–También se aprobó una Ley de Telecomunicaciones.

–Es una ley muy tramposa. Yo tengo una iniciativa de reforma constitucional para crear un ente autónomo del gobierno. El gobierno daba y quitaba concesiones, y por lo tanto manipulaba. Estos órganos desconcentrados y autónomos que han creado están llenos de intereses, no desconcentran. En México no se ha acabado el monopolio de la televisión. Hay una disputa arbitrada entre la gran televisión comercial que dura 40 años (Televisa) y gerencias en el medio de las telecomunicaciones de Carlos Slim. Mi planteo es que una cuarta parte vaya a la empresa privada, una cuarta parte al sector público, una cuarta parte al sector educativo, y otra cuarta para la televisión comunitaria. Y tener una vigilancia muy estricta. La digitalización, que multiplica las posibilidades de difusión, va a tener como fin una mayor concentración.

–¿Por qué?

–Porque van a acumular las ondas digitales y porque no va a haber una vigilancia, porque no es la voluntad del Estado.

–¿Existe una pelea entre Peña Nieto y los medios?

–No, se llevan muy bien. Son ajustes de cara a la opinión nacional e internacional. Son pleitos de familia. Peña Nieto se cuida más que Calderón. Este último no fue un presidente presentable, tuvo demasiados errores y lagunas. Peña Nieto viene de la tradición del PRI. Los cuadros priístas que gobiernan son de mediana edad, conforman un equipo tecnócrata eficaz. El tema es si el PRI nuevo es capaz de plantear un gran programa para México. Yo creo que no. El PRI, históricamente –estoy hablando de Venustiano Carranza–, encarna una corriente con muchas variantes que se llama el nacionalismo revolucionario. La cuestión hoy es si somos nacionalistas o ultraneoliberales.

–¿Vicente Fox fue presentable?

–Fox fue un papanatas, el que descarriló la transición mexicana. Un hombre inculto, pragmático, elemental y antidiplomático.

–En su libro La vía radical para refundar la república usted hablaba de la necesidad de una gran movilización social. Lo dijo en 2010. ¿Sigue pensando lo mismo o cambiaron las condiciones sociales y políticas?

–Sigo pensando igual. Estamos a la misma distancia que antes. El tema es tomar la decisión. Frente al gobierno de Calderón planteé una movilización, antes de la primavera árabe. Solamente el pueblo en la calle puede detener esto. No veo otra solución. México tiene que salvarse por la inteligencia y el movimiento en las calles. Están calentando las calles. El problema de Ayotzinapa es gravísimo. Es una raya en el agua, el acceso a una nueva realidad. Y parece ser que un alcalde electo por la oposición es el asesino (N. de la R.: el alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, es del PRD). Ya se cambiaron los papeles, ¿no? Eso se tiene que aclarar a la brevedad, para que la izquierda no salga dañada. La izquierda perdió la oportunidad que le ofreció el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD, de volver a asumir la conducción contra la reforma petrolera.

–¿Cuál es el desafío para el progresismo mexicano?

–La izquierda partidista se rompió, está compartimentada y tiene demasiadas complicidades. La única izquierda que puede salvar a México es la izquierda social, las organizaciones no gubernamentales, los jóvenes, los maestros, los sindicatos. Es la izquierda a la que yo pertenezco.

–¿Dónde se ubica hoy el zapatismo?

–Ha preferido concentrarse en un espacio territorial para realizar su proyecto en Chiapas y en los Caracoles. Tuve una diferencia con Marcos hace muchos años, que espero que se haya olvidado. Yo lo invitaba a ganar los municipios, y le pedí 13 candidatos para los 13 municipios, para que los gobernara a su manera; él se abstuvo y los ganó el PRI. Yo le tengo mucho aprecio a Marcos, es un hombre muy valioso en la historia del país. Su línea no era la mía. Yo era presidente del PRD en el momento en que se lanzó, el 1º de enero del ’94. Tuvimos acercamientos, declaraciones, pero por razones que respeto él no quiso meterse en el cauce institucional.

–Usted ha señalado que México es un Estado fallido y que se podría internacionalizar el conflicto. ¿Cómo sería esto?

–Estados Unidos no tiene necesidad de suplir a ningún dirigente mexicano. Ya está internacionalizado. La iniciativa Mérida fue un poco esa intervención. Habla con la dirigencia de Guatemala o de Nicaragua, ellos sienten que les estamos echando encima a los narcos que nos sacamos de México. Por otro lado están las olas de inmigrantes que van hacia Estados Unidos. México ha prometido que será respetuoso de los inmigrantes, ha creado un Instituto de la Migración, se supone que tenemos una carta exigente de los derechos humanos, pero las autoridades mexicanas cometen los peores atropellos contra los inmigrantes. Somos los sirvientes de la policía norteamericana.

–¿Con Barack Obama la situación no mejoró?

–No es Obama. Prometió tres veces una reforma migratoria. ¿Y qué ha hecho? Es una manera que él tiene de preservar el voto hispano, un 80 por ciento mexicano. El no puede darse el lujo de despreciar a esa población. Pero no tiene la capacidad de doblegar los votos republicanos. Entonces Obama es el hombre de la buena intención que siempre pierde. No puede sacar adelante en el Congreso una reforma migratoria razonable. Pero México tiene una solución: encabezar la protesta en Estados Unidos. Fui el iniciador de las relaciones con las comunidades hace treinta años. Hay que levantar a las comunidades. Noventa y cinco por ciento de los residentes mexicanos en Estados Unidos tiene cédula consular, están mitad documentados. Y el gobierno de México, a pesar de la propuesta constitucional que hice hace veinte años, no se atreve a darles una credencial de elector. Entonces votan por correspondencia uno de cada veinte. En el momento en que los empoderemos con su credencial de elector, van a votar en las elecciones de Estados Unidos. México debe encabezar las comunidades.

–¿Cómo ve la Alianza del Pacífico, de la que México forma parte?

–Como una operación norteamericana, un sucedáneo del ALCA. Debió haberse organizado la parte costera de América latina. Nunca armamos un grupo de Estados costeros del Pacífico hasta que nos llegó la tentación. Por su discurso, por su estrategia, esta organización suena a la derecha, vibra a la derecha. ¿Por qué excluyeron a Ecuador? ¿Se les olvidó? Es ideológico.

–¿Qué opina de la pelea de la Argentina con los fondos buitre?

–La Argentina debe ganar esa pelea. La función del FMI es la de estabilizar la circulación de las monedas, no la de sabotear países. El FMI debe acercarse al problema como organización dependiente de las Naciones Unidas. Hay que ser mucho más categóricos y mucho menos miedosos. Tenemos que hacer una gran operación de integración latinoamericana. El país más fofo en su política en general se llama México, pero tiene una cantidad de reservas nacionalistas impresionante. Tenemos 25 millones de mexicanos en Estados Unidos que están en pie de lucha, y tenemos una población en efervescencia.

–¿Le generan expectativa las negociaciones de paz en Colombia?

–Santos es un hombre muy bien situado. Fue un hombre cercano a Andrés Pastrana en su intento de negociación con la guerrilla de las FARC. Estuvo cerca de Uribe, ahora está en un término medio que le permite una imagen de negociador. Todos hacemos votos para que Santos salga adelante. Colombia ya no está a la derecha en el panorama latinoamericano, está en el centro.

–Usted pondera un tipo de populismo latinoamericano.

–Se llama Perón, Cárdenas, Vargas; y hay otro populismo que fracasó, que se llama Sandino y De la Torre. La suerte del populismo latinoamericano fue su capacidad de reproducción. El PRI tuvo un único populismo, que fue el de Lázaro Cárdenas. El sistema que dejó, duró treinta años hasta que invité al hijo de Lázaro Cárdenas, Cuauhtémoc, a abrir una nueva etapa. Hoy el PRI tiene el aparato, nosotros tenemos a la gente. López Obrador llena estadios y plazas con un millón de seguidores. Estamos divididos en dos.

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