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Dialogos|Domingo, 20 de enero de 2008
ENTREVISTA CON HERNAN LOMBARDI, MINISTRO DE CULTURA PORTEÑO

“Si hubiera una oportunidad, volvería a exponer a Ferrari”

El funcionario del gobierno de Macri asegura que enfrentaría “desde el diálogo” las posturas de los grupos ultracatólicos. Critica los fallos de la jueza Liberatori, defiende la política de “oxigenar los festivales” de cine, teatro y danza. Y promete “revertir los prejuicios que existen” con el macrismo.

Por Werner Pertot
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Hernán Lombardi es el único que se queja en su oficina por el aire acondicionado. Sucede que el frío pronuncia el dolor de espalda que tiene por estos días. No es peor que los dolores de cabeza que sintió en el primer mes de gestión, cuando tuvo que salir a desmentir los rumores sobre la cancelación de los festivales de cine, teatro y tango. “Estamos orgullosos de haber podido oxigenar los festivales”, dice el ministro de Cultura porteño, mientras apura un cortado. En diálogo con Página/12, Lombardi cuestiona a la jueza Elena Liberatori por atribuirse facultades del Ejecutivo. “Es evidente que había gente que no trabajaba y le hicimos caer los contratos”, remarca.

Lombardi entró al radicalismo al final de la dictadura, pero lo abandonó en 1989 en rechazo a las leyes de impunidad. En 2003 fue candidato a gobernador bonaerense de Ricardo López Murphy, luego de un derrotero político en el que sobrevivió al gobierno de Fernando de la Rúa, quien lo convenció primero para que fuera su secretario de Turismo en la Ciudad y luego su ministro de Turismo, Cultura y Deportes de la Nación.

–¿Macri es más activo que De la Rúa?

–Estuve en la administración de la Ciudad nada más que nueve meses y fue muy poco tiempo como para que yo le tomara el pulso a De la Rúa.

–Pero en el gobierno nacional compartió varios años.

–Son circunstancias muy distintas. La administración de la crisis en ese momento, después de la devaluación de Brasil en enero de 1999, fue la lenta agonía de un sistema. Es distinto, porque había que administrar en condiciones de extrema necesidad.

–Eran situaciones distintas, pero ¿cuál de los dos es más ágil como gobernante? ¿Macri?

–Sí, a mí me parece... Obviamente, hay montones de diferencias. Por mi estilo y mi forma de ver más cosas, me aboco fuertemente a las áreas y opino sólo lo necesario sobre las cuestiones generales.

–¿Entonces?

–Sí, no, no, no agrega demasiado...

De contratos y titiriteros

–¿Cómo analiza los tres fallos de la jueza Liberatori?

–En general, pienso que estamos todavía en una democracia joven. Y está claro que se tienen que acentuar los mecanismos de división de poderes. Acá hay como una acción de la jueza que, desde mi punto de vista, es claramente del Ejecutivo. Muestra todo lo que tenemos que evolucionar en cultura institucional.

–¿Se reincorporaron contratados en Cultura?

–No. Acá el tema está muy tranquilo, porque se conversó mucho cada caso. Es evidente que había gente que no trabajaba y le hicimos caer los contratos.

–De los 18 mil contratos que se van a revisar, ¿cuántos son de Cultura?

–Es parte de la desorganización: no hay números exactos. Y tampoco sobre la masa de contratados. Pero está en el orden de los 800 contratos... Es importante recuperar un Estado al servicio de la gente, más allá de cualquier ideología. Con esto, no quiero decir que no haya ideología. Todo tiene ideología, pero a veces nos quedamos demasiado en las palabras. Si la gente no recibe servicios útiles por sus impuestos, estamos alimentando una bomba de tiempo donde los cambios van a ser más drásticos.

–Hablando de ideologías, ¿cómo se lleva con Federico Young, que defiende los juicios a “los terroristas subversivos”?

–A este gobierno lo eligieron para gobernar la Ciudad. Dentro de eso, evidentemente hay un abanico de opiniones. Sí me involucra en tanto y en cuanto el área que yo manejo, que es Cultura, tiene una posición muy abierta, muy tolerante y muy respetuosa de todas las expresiones.

–En el ambiente cultural, ¿es una mochila pesada ser ministro de Macri?

–Bueno, se notó con las declaraciones de Filmus, con eso de que la “gente culta” había perdido las elecciones. Creo que, con una gestión profundamente transformadora, vamos a poder revertir los prejuicios que existen en algunos lados. Pero la mayoría de la gente busca oxigenación en el sistema cultural. Y hay que hablarle a la mayor cantidad de gente posible y no sólo a algunos grupos.

–Con la designación del ex titiritero Luis Hernán Rodríguez Felder, ¿no empezaron con el pie izquierdo?

–No, a mí me parece que sí, que ahí evidentemente la designación no fue bien tomada. Y lo veo como una buena señal de Mauricio el haber retrocedido. Eso muestra capacidad de interactuar con la sociedad.

–¿No fomentó eso la mala imagen sobre Macri?

–Es probable, pero también es cierto que en este primer mes pusimos en marcha tantas cosas que se va a ir revirtiendo esa primera aproximación que alguna gente tiene.

–¿Qué piensa de las vanguardias artísticas?

–Con esto hay que ser cuidadoso...

–Muy cuidadoso, porque Felder sostiene que “lo echaron las vanguardias”.

–Poco importa lo que a mí me guste más o menos estéticamente. La idea es que un ministro de Cultura les tiene que dar voz a todas las expresiones, en una sociedad plural. A mí en particular me gustan las vanguardias, pero no por eso voy a sesgar en el sentido inverso.

–¿Se va a volver a exponer la obra de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta durante la gestión de Macri?

–Sí, si hubiera una oportunidad, seguro. No tiene por qué no hacerse. Pero no lo quiero centralizar en León Ferrari.

–Fue una exposición que generó polémica con sectores católicos.

–Mientras nos movamos en una atmósfera de respeto, ésta es una sociedad plural... Lo peor que tenemos los porteños es que por todos lados tenemos bolsones de autoritarismo. A veces nos transformamos en xenófobos: siempre el enemigo es el extranjero.

–Y, a veces, incluso el extranjero es el bonaerense, que ya no tiene prioridad para usar los hospitales...

–Es evidente que ahí hay un tema de organización.

–¿Usted pasó el filtro eclesiástico que no pudo pasar Ignacio Liprandi, el primer referente de Cultura de PRO?

–No creo en esa historia. No creo que sea verdad. Son esos rumores que se empiezan a correr...

–¿Qué haría si enfrenta las protestas de grupos ultracatólicos por una muestra como la de Ferrari?

–Trataría de construir desde el diálogo. Yo creo que se enriquece la condición de porteño al valorar la identidad plural. Por eso queremos una política cultural que robustezca la ciudadanía.

–¿Cómo sería eso?

–Una política cultural tiene que tener visión estratégica a largo plazo, pero a la vez contaminarse con los problemas que tiene el país. No es casualidad que, dos días después de que asumimos, firmamos un acuerdo con Mauricio Rosencof, secretario de Cultura de Montevideo. La cultura se tiene que dejar atravesar por la realidad, casi citando a León Gieco. No podemos dejar de percibir que hay un problema que tendría que resolverse sin afectar las relaciones entre los orientales y porteños. En el Bafici van a pasarse películas uruguayas. Tenemos que robustecer ese contacto y esa unión, porque vemos un riesgo de hermanos que se diferencian.

Despidos tras bambalinas

–¿Por qué hubo tanta polémica con los festivales?

–Creo que la nueva gestión se tiene que manejar siempre en el par dialéctico continuidad-cambio. Tenemos un criterio con respecto a los directores de festivales: tienen que estar en manos de realizadores y no de productores. Esto es así porque un festival tiene que ser el lugar de la vanguardia, la experimentación, un lugar donde vos puedas ver lo que en otro lugar no podés. Y no es bueno que sea un collage de lo que podrías ver en otra situación. No es una acumulación de películas, obras de teatro o de tangueros, sino un lugar de transgresión. Eso filosóficamente es mucho mejor que lo lleven realizadores. Ese fue el criterio del cambio.

–La ex titular del Festival de Teatro, Graciela Casabé, aseguró que le pidieron que desalojara su oficina en 48 horas, de mala manera.

–No hubo ningún episodio traumático. Nada. Entiendo que gente que estuvo durante diez años en algunos lugares tiene que elaborar su salida. Trato de ser respetuoso, pero exijo respeto para los que entran. Se han dicho enormidades: que el Festival de Teatro corría riesgo. ¿Sabés cuánto falta para ese festival? Un año y medio.

–¿Por qué Fernando Martín Peña no continuó en el Bafici?

–Nosotros le ofrecimos continuar porque estaba muy cerca el festival y somos tipos racionales y pensamos en no cambiar de caballo en el medio del río. Le ofrecimos la continuidad en éste y los siguientes Bafici.

–El dijo que sintió que “no había apoyo político”.

–No puedo saber lo que le pasó. Pero estamos orgullosos de poder oxigenar los festivales.

–¿Por qué despidieron a siete bailarines del San Martín que se habían sindicalizado?

–Fue una decisión que se tomó antes que asumiéramos. Mauricio Wainrot, que es el responsable, creyó –y nosotros lo acompañamos en su decisión– que el cuerpo del ballet tiene una instancia de continuidad y otra de renovación. Es bueno y saludable que haya renovación, con un criterio artístico. Qué grado de autoritarismo tendría yo si le digo a Wainrot que no tiene decisión sobre el elenco. ¡El hecho artístico requiere libertad!

–Pero los bailarines denuncian que fueron echados por pedir mejores condiciones de trabajo: una obra social y una ART.

–No, fue un tema eminentemente artístico. Pero, a su vez, creo que tenemos que garantizar a los bailarines el derecho a cubrirles los riesgos de trabajo. Eso no estaba cubierto. Nadie nunca se ocupó. Y hay que pensar en los temas jubilatorios. Nos parece lógico ocuparnos de las condiciones laborales. Pero no podemos convertir a un bailarín en un empleado municipal, en el sentido de la estabilidad. Destruiríamos el hecho artístico.

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