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Dialogos|Lunes, 16 de marzo de 2009
¿Por qué Edgardo Giménez?

¿Por qué serían tan geniales?

Por Andrew Graham-Yooll

Tiene una risa fuerte, plena y contagiosa. Celebra sus ocurrencias y las de otros con una generosa carcajada. Sigue siendo el vocero de aquel Instituto Di Tella de los sesenta que fascinó y asustó a Buenos Aires. Edgardo Giménez, nacido en Santa Fe en 1942, fue traído a Buenos Aires por sus padres en 1949. Sigue siendo ese muchacho del gran afiche de los sesenta, instalado en la esquina de Florida y Viamonte, que mostraba a los principales integrantes del mundillo pop del Di Tella, y ostentosamente preguntaba “¿por qué somos tan geniales?” alarde que diseñó Giménez. Se la creían y tenían derecho: habían instalado un cambio en la vida cultural de Buenos Aires.

Hoy Giménez divide sus semanas entre un departamento en la Capital y su taller, un espacio más tranquilo, en Punta Indio, a 120 kilómetros al sur de Buenos Aires, donde se instaló hace 30 años. Sigue pintando, es diseñador, publica libros de arte y reconoce que la publicidad le dio su gran oportunidad.

Su campaña permanente por el reconocimiento del valor del Di Tella y su director artístico, Jorge Romero Brest, de quien fue devoto servidor y a quien sigue admirando, su persistencia en el hábito de aquellos tiempos de ser uno un hecho artístico, le permiten participar en un diálogo fascinante sobre la experiencia de hace medio siglo. Es el principal “cronista” del arte de esa década, el puente que llevó a la tragedia, hace cuarenta años.

Autodidacta en el arte, logró su primera exposición en 1964. Para entonces la revista Primera Plana lo había catalogado como “El afichista de los intelectuales”. Eso fue en gran medida a partir de su primer afiche en 1962 para una exposición del pintor cordobés Antonio Seguí. De ahí su reconocimiento en lo que se llamó “la publicidad de autor”, en la que los diseñadores firmaban los avisos. Eso lo instaló en el mundo del arte argentino. “Queríamos que el arte tuviera un alcance mayor, que saliera de la galería, que estuviera para todo el mundo en la calle.”

Según Giménez, “el proyecto económico político del desarrollismo pautó también las relaciones del campo artístico. Desde las exposiciones de arte argentino en el exterior, pasando por las de artistas en nuestro país o los críticos extranjeros invitados como jurados de los premios, el desarrollismo fijó una clara política de promoción internacional del arte argentino y propulsó la formación de un mercado de arte más estable”. Dentro de ese marco, el artista elabora sus recuerdos y explica el valor duradero de una experiencia cultural.

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