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Dialogos|Lunes, 8 de noviembre de 2010
¿Por qué Carlos Píriz?

El mago de las grabaciones

Por A. L

Nombrar Moebio, entre músicos, es tocar el cielo con las manos. Es un estudio de grabación tan escondido como famoso (mereció los Grammy de la Recording Academy por las grabaciones de Carlos Franzetti y Jorge Calandrelli). Se baja como a una catacumba. Al entrar, pensamos en una nave extraterrestre o un templo zen. Desaparece la noción de que treinta y nueve escalones más arriba y quince cuadras hacia el norte verdea la cúpula del Congreso en el centro de Buenos Aires. Silencio perfecto, media luz ámbar, una consola tan indescifrable como la del Apolo XII y un hombre tranquilo que toca exactos botones plateados. Pero Carlos Píriz no vuela al infinito y más allá: trae el infinito y lo sienta frente a nosotros. Un universo de sonido –cuerdas, metales, maderas– se hace presente. Si cerramos los ojos, la ilusión de una orquesta sinfónica nos envuelve de realidad. Los músicos consagrados lo buscan y respetan y para los jóvenes que comienzan su camino en la música, el nombre de Píriz es de culto. Es un hombre que desarrolló un oficio que no sólo es difícil por su especificidad, sino también porque a lo largo de los años fue cambiando esencialmente con la aparición de nuevas tecnologías. Cada una de ellas implicó una nueva adaptación de su trabajo.

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