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Dialogos|Lunes, 28 de diciembre de 2015
¿Por qué Eduardo Rapoport?

El descubridor de las “buenezas”

Por Verónica Engler

Eduardo Rapoport es profesor emérito en la Universidad Nacional del Comahue (Bariloche) y llegó a ser investigador superior del Conicet. Se doctoró en Biología en la Universidad Nacional de La Plata en 1956. Desde entonces viene desempeñándose como docente e investigador en diferentes universidades del país y del exterior: Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca), Universidad Central de Venezuela (Caracas), experto de Unesco, Fundación Bariloche, Instituto de Ecología e Instituto Politécnico Nacional (México) y la Universidad Nacional del Comahue, donde fundó el Laboratorio Ecotono para trabajar en pos de la protección y la conservación de la biodiversidad del ambiente patagónico. En ese laboratorio comenzó hace casi tres décadas a investigar sobre las malezas comestibles o “buenezas”, como prefiere llamarlas este biólogo todo terreno. Investigando en Bariloche sobre el tema, encontró que en una hectárea de terreno improductivo (suelos no cultivados, como terrenos baldíos o banquinas) puede haber más de una tonelada de alimento fresco con importantes propiedades nutritivas. Una y mil veces ha dicho: “Estamos llenos de comida alrededor y es absurdo y criminal que haya gente que se muera de hambre”. Ha realizado una intensa tarea de divulgación en colegios, comedores populares, bibliotecas públicas e iglesias en diferentes ciudades patagónicas. Sin embargo no logró que las autoridades educativas le brindaran atención a sus proyectos de difundir estos conocimientos sobre las “buenezas” en todo el país.

Ha publicado más de cien artículos de investigación y otros tantos de divulgación, así como cinco libros, en temas de hidrobiología, entomología, biología del suelo, biogeografía, macroecología y ecología de las invasiones.

En 2009 el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) publicó Malezas comestibles del Cono Sur y otras partes del planeta, que escribió junto a su esposa Bárbara Drausal y Angel Marzocca. En esta publicación, que se agotó en pocos meses (y actualmente se consigue en su versión digital en Internet), presentan doscientas cuarenta especies comestibles e incluyen un recetario en el que se enseña a cocinarlas de diversas maneras. “Los que se enamoraron de este tema fueron los chefs de cocina, ahí es donde he tenido más éxito. El libro que publicamos con el INTA lo empezaron a utilizar en los restaurantes. A veces me llaman cocineras y cocineros para preguntarme acerca de estos yuyos”, se alegra.

Ha sido distinguido como el primer miembro honorario de la Ecological Society of America; premiado por la Third World Academy of Sciences en Kuwait; recibió el Premio Fundación Bunge & Born en Ciencias Ambientales en Buenos Aires; es miembro correspondiente de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria; y fue presidente honorario del V Congreso Internacional de Etnobotánica, realizado en Bariloche en 2009.

Hay dos reglas de la biología que recibieron su nombre (reglas de Rapoport), en su honor, que se refieren una a la distribución geográfica de las especies y la otra a la pigmentación de ciertas especies debido a esa distribución en el espacio.

Casi al mismo tiempo en que comenzó a desarrollar su actividad científica, Rapoport también inició una ininterrumpida carrera artística paralela como escultor que continúa hasta la actualidad.

Eduardo Rapoport vive en Bariloche junto a su esposa. Tiene seis hijos, catorce nietos y siete bisnietos.

Recientemente se publicó su autobiografía, Aventuras y desventuras de un biólogo latinoamericano (Ed. Fundación de Historia Natural Félix de Azara), un libro lleno de anécdotas de su vida familiar y académica que dejan al descubierto un hombre profundamente curioso y apasionado por los misterios de la naturaleza y de la vida.

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