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Discos|Miércoles, 6 de marzo de 2002

Para descubrir la obra desconocida del más famoso de los compositores

Vivaldi compuso mucho más que “Las Cuatro Estaciones”. La bellísima “Juditha Triumphans” acaba de ser editada en una versión ejemplar.

Por Diego Fischerman
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Vivaldi compuso conciertos, sonatas, óperas y música sacra.
Esta versión de “Juditha Triumphans” usa sólo voces femeninas.
Vivaldi es famoso gracias a Las Cuatro Estaciones. Y Vivaldi es un desconocido por culpa de Las Cuatro Estaciones. Ambas afirmaciones son ciertas y la razón no es tan complicada como podría imaginarse. Simplemente, el éxito descomunal de esos cuatro conciertos descubiertos en las primeras décadas del siglo XX y grabados en disco por primera vez en los años ‘40, eclipsó el resto de la profusa y muchas veces genial obra de Antonio Vivaldi. El prejuicio acerca de que compuso el mismo concierto infinidad de veces, abonado entre otros por Stravinsky (que apenas conocía y su música), se contradice, en todo caso, con la vestedad de recursos formales e instrumentales y, sobre todo, con el volumen de sus innovaciones.
Entre lo desconocido del compositor clásico más vendedor de la historia del disco están sus oratorios. En la actualidad se conserva sólo uno, Juditha Triumphans, que apenas ha sido grabado unas pocas veces, y en que los misterios abundan. Escrito para el Ospedale della Pietà, del que Vivaldi era director de conciertos, su partitura está llena de indicaciones de interpretación incierta. En ese sentido resulta ejemplar la brillante versión dirigida por Alessandro Marchi –parte de la notable Vivaldi Edition que está publicando el sello Opus 111– al frente de la Academia Montis Regalis, del Coro Juvenil de la Academia Santa Cecilia y de un luminoso grupo de solistas encabezado por la extraordinaria mezzosoprano Magdalena Kozena. Más allá de la belleza musical de la interpretación, asombran el detalle y el rigor con el que se han tomado las decisiones referidas a todos los aspectos dudosos: la elección de las voces solistas (femeninas para todos los personajes pero buscando un cierto contraste de color entre ellas), del coro (también femenino, comprimiendo la distribución de manera que pueda ser cantada por sopranos, segundas sopranos, mezzosopranos y contraltos, tal como se supone que hacía el propio Vivaldi), los instrumentos (Vivaldi menciona partes de clareni y salmoè, que aquí son tocadas por clarinetes y chalumeau) y la conformación del continuo.
Pero donde Marchi realiza una deducción brillante es en su apreciación acerca del significado de la expresión viole all’inglese. En versiones anteriores, esas partes son tocadas por violas d’amore, pero Marchi observa que Vivaldi, en otras obras, las llama violas d’amore. ¿Por qué habría de usar dos nombres distintos para el mismo instrumento? Su hipótesis, mucho más interesante, es que “all’inglese” no indica un instrumento sino una modalidad y que la expresión se refiere a un conjunto de violas da gamba de distinto tamaño, a la usanza inglesa, lo que condice a la perfección con las partes en que se las requiere (la plegaria “Summe Astronum Creator” y el aria “In sommo profundo”). Una grabación de gran fidelidad, en la que los timbres de la orquesta barroca aparecen claramente diferenciados y definidos con total precisión, colabora para que esta versión sea un hito en la discografía vivaldiana. Las voces solistas –Kozena, María José Trullo, Marina Comparato, Anke Herrmann y Tiziana Carraro– junto a un grupo conformado por violines, violas, violoncellos, viola d’amore, ensamble de violas da gamba, contrabajo, mandolina, flautas dulces, oboes, clarinetes, chalumeau, trompetas, timbales, dos claves, dos archilaúds y dos tiorbas, brindan una lectura de fenomenal riqueza.
Las voces ornamentan con gusto y conocimiento del estilo y el nivel de los instrumentistas hace honor a la memoria de Vivaldi, a quien sus contemporáneos consideraban un virtuoso único e imposible de imitar. Johann Friedrich Armand von Ulfenbach, un rico arquitecto que asistió a las festividades del carnaval de Sant’Angelo en 1715, escribía en sus cuadernos de viaje: “Hacia el final, Vivaldi interpretó un magnífico solo seguido de una cadencia improvisada que me dejó verdaderamente estupefacto, pues no es posible que alguien haya tocado o llegue nunca a tocar así”. Si recién en los últimos cincuenta años el nombre de Vivaldi volvió a tener la notoriedad que había hecho que, en su época, durante cuatro décadas seguidas, sus óperas (imitadas entre otros por Händel) no dejaran de interpretarse, esta edición de Juditha Triumphans viene a completar un vacío de manera trascendente. Junto al primer volumen de sus Conciertos de cámara por el grupo L’Astrée (también en Opus 111 como parte de la Vivaldi Edition) conforma el último pelotón de ediciones indispensables para descubrir el Vivaldi oculto detrás de Las Cuatro Estaciones.

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