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Discos|Jueves, 20 de mayo de 2004
LA JUNTADA: PETECO, DUO COPLANACU Y RALY BARRIONUEVO

Santiago clásico y moderno

El disco recupera la magia del concierto brindado en el teatro Opera. A pura chacarera, zamba y canción, el nuevo equipo salió a demostrar que es mucho más que la suma de individualidades.

Por Fernando D´addario
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Peteco Carabajal, el Dúo Coplanacu y Raly Barrionuevo, tres estilos distintos, pero compatibles.
En algún momento, el llamado “folklore de proyección” (eufemismo para categorizar un difuso progresismo musical) dejó que la tradición resbalara hacia un camino trazado por el futuro, que se ofrecía promisorio. Pasaron muchos años y muchas cosas desde aquel nuevo cancionero de los años ’60, o del colectivo M.P.A. en los ’80, por citar sólo algunos de los movimientos que fueron renovando la música popular argentina. Hoy el progresismo folklórico está abocado –más allá de la aparente contradicción– a conservar las viejas conquistas. Lo que debería ser la vanguardia está a la defensiva.
La Juntada es la mejor defensa que puede invocar la música popular hoy. El proyecto de reunir en un solo recital (ahora en un solo disco) a Peteco Carabajal, Dúo Coplanacu y Raly Barrionuevo podría ser entendido como un buen recurso de marketing criollo, o como un modo inteligente de relanzar, a partir del efecto acumulativo, carreras individuales más prestigiosas que vendedoras. Pero su lanzamiento también puede ser leído como un modesto ejercicio de resistencia cultural. No hay nada nuevo en La Juntada; las canciones ya habían sido grabadas previamente, y su selección de origen –sólo en principio– no transgrede las fronteras de Santiago del Estero; sin embargo, el CD exhala un aire de libertad celebratoria y de cariño a la buena música que hoy equivale, casi, a revolución. Peteco, Raly y los Copla apuestan a esta relación de fraternidad artística desde lugares y generaciones diferentes: Peteco le dio al folklore amplitud temática y variedad compositiva en los ’80; el Dúo Coplanacu (que viene remando desde esa misma época, pero recién en la década de los 90 se instaló como referente alternativo en las peñas universitarias cordobesas) reactualiza con buen gusto y rigor interpretativo hermosas zambas y chacareras olvidadas; Raly, el más joven de todos, aparece menos atado al folklore propiamente dicho y más comprometido con las causas sociales. Juntos, todo parece compatible y natural. Lo es.
El disco transmite el clima de emotividad que generó el show en el teatro Opera. Hay una división temática, tal vez arbitraria, con sutiles hilos conductores que hermanan a estos músicos: la Memoria (incluye La olvidada, de Yupanqui y los Hermanos Díaz, la movilizadora Chacarera del exilio, de Raly, la nostálgica Volveré a Salavina, de Peteco), el Paisaje, la Mujer (original versión intimista de Perfume de carnaval, con bandoneón, y no tan lograda la de Mientras bailas, un hit de Coplanacu aquí algo diluido), lo Social (Arde la vida) y el Mensaje, pensado como una especie de alegato reivindicatorio de Santiago del Estero: Mensaje de chacarera (de Horacio Banegas), Soy santiagueño, soy chacarera (Peteco) y Santiago chango moreno (de Pablo Trullenque y Carlos Carabajal). Los cruces vocales y los espacios solistas dejan casi siempre un resquicio para la sorpresa, más allá de algún desajuste.
Esta juntada permite además conjurar prejuicios y reproches que, en tono cómplice, se les hace a los músicos por separado. A saber: que Peteco compone muy bien pero canta más o menos; que Julio Paz y Roberto Cantos tienen las mejores voces del folklore y el mejor repertorio, pero no se arriesgan musicalmente y no canalizan su progresismo a través de canciones comprometidas; que Raly sí es combativo, pero su cara de ángel lo hace más codiciable para las adolescentes que para los folkloristas. La lista sigue porque la maldad es grande, pero este concierto y este disco sirven para neutralizar los “defectos”. Se escuchan buenos arreglos vocales, grandes canciones, denuncia social, himnos a la madre tierra. De todo y con todos. La Juntada se vislumbra ya como un clásico del folklore y no parece que su confirmación vaya a requerir el veredicto del tiempo.

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