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Economía|Domingo, 6 de abril de 2008
LA COMPETENCIA DEL MONOCULTIVO A LA PRODUCCION DE ALIMENTOS BASICOS DEL PAIS

Más soja y muchos menos alimentos

Hace diez años, la soja ocupaba cinco millones de hectáreas de tierra. Hoy toma dieciséis. Esta ampliación alocada está liquidando los cinturones de producción de hortalizas, verdura y fruta en las ciudades, y subiendo los precios.

Por Roberto Navarro

El avance de la soja se refleja en la mesa familiar de todos los días y está poniendo en peligro la seguridad alimentaria del país. Página/12 tuvo acceso a un informe reservado del Ministerio de Economía, basado en datos de la Secretaría de Agricultura y del Mercado Central, que revela el espectacular avance de la soja sobre el resto de los cultivos, base de la dieta doméstica. Hace diez años esa oleaginosa sólo ocupaba menos de cinco millones de hectáreas, en la actualidad sobrepasa los dieciséis. Así les fue restando áreas de explotación a otros cultivos. Entre ellos, a las hortalizas y frutas, que cedieron 200 mil hectáreas. Esa es una de las principales razones de que un kilo de pomelos haya aumentado un 299 por ciento en el Mercado Central desde 2001; uno de naranjas, un 295, y uno de limones un 290. El área destinada a la siembra de frutas cayó casi 100 mil hectáreas. Lo mismo ocurrió con las hortalizas: desapareció el cinturón verde de Rosario y está ocurriendo lo mismo con el que bordea Santa Fe. Se redujeron en un 80 por ciento las plantaciones de hortalizas en zonas emblemáticas, como La Plata y Florencio Varela. Así, por ejemplo, las hortalizas de hoja perdieron la mitad de la superficie que ocupaban. El resultado es que la lechuga en el Mercado Central aumentó un 282 por ciento desde la salida de la convertibilidad y el tomate, un 277 por ciento. La soja también avanzó sobre los granos tradicionales de la pampa húmeda: por ejemplo, la última cosecha de trigo fue de 14,5 millones de toneladas.

En 1998 el total del área sembrada era de 26,2 millones de hectáreas, de las que sólo 5,0 se destinaban a la soja. En la actualidad se extendió la frontera agropecuaria al norte del país con lo que la superficie de siembra estimada para 2008 es de 30,2 millones de hectáreas. De ellas, 16,6 millones serán sembradas de soja. Es decir, que el área sembrada total creció cuatro millones de hectáreas y la de soja 11. Las siete de diferencia es por lo que perdieron el resto de los cultivos y la ampliación de la frontera agropecuaria. La razón de este impresionante avance es la rentabilidad de ese poroto, que se da por varios motivos: su altísimo precio internacional, la posibilidad de obtener dos cosechas (soja de primera y soja de segunda o primero trigo y luego soja) y la fortaleza que le otorga su semilla genéticamente modificada.

Según el informe de Economía, a raíz de la espiralización del precio de los alimentos en el ámbito internacional, en todo el mundo se debate el tema de la seguridad alimentaria. En el país la soja ya cubre el 54 por ciento del área sembrada, pero sólo el 2 por ciento de ese poroto se utiliza para consumo humano. El 95 por ciento se exporta y el resto se utiliza para alimento animal. El trigo sí está en la dieta de los argentinos. Sin abundar demasiado, basta citar la harina, el pan y los fideos. Pero ese grano, símbolo de la pampa húmeda, está perdiendo espacio y peso en la producción nacional. Hace una década, ocupaba 7,3 millones de hectáreas; hoy, sólo 5,6 millones. Por ese entonces se producían 15,9 millones de toneladas de trigo al año, en 2007, a pesar del enorme aumento de la productividad, la producción cayó a 14,5 millones.

Las milanesas, las papas fritas y las ensaladas son un clásico en la mesa argentina. Para preparar todas esas comidas se utiliza aceite. En la mayoría de los hogares, aceite mezcla, que contiene un 90 por ciento de girasol. Hace diez años esa oleaginosa ocupaba 4,2 millones de hectáreas, en la actualidad apenas 2,3 millones. El resto lo cedió a la soja. Así la producción cayó de 7,1 a 3,5 millones de toneladas. Junto a la suba del precio internacional, esta merma en la producción derivó en un aumento en el precio interno de la botella de un litro y medio de aceite mezcla del 458 por ciento.

Los argentinos consumen por cápita casi 70 kilos de carne vacuna por año. Cada vez más productores alimentan el ganado con maíz. Según un informe del Departamento de Nutrición de la Facultad de Medicina de la UBA, en el país se come pollo al menos una vez a la semana. Estas aves se alimentan en un 90 por ciento de maíz. También los cerdos engordan con este grano. Y con maíz también se fabrica aceite. En la última década su área sembrada se redujo de 4,1 a 3,5 millones de hectáreas. Pero el aumento de su productividad logró que aun así incrementara su producción de 19,3 a 21,7 millones de toneladas. De todas maneras, este crecimiento no es suficiente para acompañar el desarrollo avícola, el nuevo modelo de alimentación vacuna, el incremento del consumo interno y el internacional. Así, una botella de un litro de aceite de maíz aumentó desde 1999 un 580 por ciento.

Argentina es uno de los países que tienen el privilegio de tener soberanía alimentaria: su territorio le permite sembrar los cultivos suficientes para producir todos los nutrientes necesarios para una alimentación integral. Pero en poco más de una década, ante la falta de políticas de Estado, el avance de la soja puso en peligro esa soberanía. El 11 de marzo por primera vez el Estado tuvo un atisbo de política agropecuaria al diferenciar las retenciones de la soja con respecto al maíz y el trigo con 20 puntos porcentuales de diferencia. Así espera desalentar el avance de la oleaginosa, en detrimento del resto de los cultivos.

La fertilidad de sus tierras y la variedad de sus climas le dieron históricamente al país la posibilidad de obtener de su suelo una enorme variedad de alimentos. El arroz se puede encontrar en el guiso de un obrero o acompañando una trucha de cien pesos en un restaurante cinco estrellas. Este grano llegó a ocupar 290 mil hectáreas hace una década en provincias en las que jamás habían visto un poroto de soja; entre ellas, Ente Ríos, epicentro del conflicto del campo. En 2007 sólo se sembraron 168 mil hectáreas. El resultado fue que de 1,7 millón de toneladas de producción se cayó a 1,0 millón. Así su precio ya subió un 270 por ciento desde la salida de la convertibilidad.

“Es más bueno que el Quaker”, todavía se dice cuando se quiere alabar la generosidad de una persona. No es casual que se use a la avena como emblema de lo bueno. Es el cereal que por décadas se les dio a los niños de pocos meses como primer alimento sólido, por su importante componente nutritivo. Hoy la soja lo tiene arrinconado y en vías de desaparición del campo argentino. Hace diez años ocupaba 177 mil hectáreas; en 2007, sólo 66 mil. Su producción cayó en ese lapso de 555 a 242 mil toneladas. Otro cereal que conforma la enorme variedad nacional es el centeno, recomendado por los nutricionistas. Generalmente se lo consume en pan común o en rebanadas. En sólo diez años su producción cayó de 120 mil a 54 mil toneladas y para 2008 se esperan menos de 40 mil.

La producción de tomate cayó 15 por ciento en diez años. La lechuga perdió la mitad de su superficie de siembra. Los cítricos sólo retrocedieron un 2 por ciento en su producción en diez años. Pero en ese lapso el consumo creció un 50 por ciento. De esa forma la soja ha avanzando sobre el resto de los cultivos, poniendo en peligro la seguridad alimentaria de los argentinos. La reducción de la producción tiene como primer efecto el aumento de precios, entonces los primeros en sufrir el impacto del avance sojero son los que menos tienen.

Entre Ríos y el Chaco

El núcleo del conflicto con el campo fueron las retenciones a la soja. De las 47,4 millones de toneladas que se esperan terminar de cosechar en las próximas semanas, el 80 por ciento saldrá de la Pampa Húmeda, área que abarca Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Pero el conflicto más grande se dio en Gualeguaychú, Entre Ríos. En esta provincia sólo se espera cosechar 3,9 millones de toneladas. Los productores de la Pampa Húmeda conocen la palabra retenciones desde hace muchos años. Entre Ríos no. Hasta hace diez años el 85 por ciento del campo entrerriano se destinaba al cultivo de arroz y el 10 por ciento a cítricos. Pero apareció la soja y en diez años la producción arrocera cayó de 970 mil a 408 mil toneladas en 2007. Para 2008 se estima una siembra que resultará en una producción menor a 390 mil toneladas. De las 700 mil toneladas de arroz que perdió el país, 500 mil fueron de Entre Ríos. Pero la protesta tiene cierta lógica: vivieron la riqueza de la Pampa Húmeda unos años y no quieren perderla. Cuando el Estado llegó a corregir el error ya se habían acostumbrado. Ahora va a ser difícil convencerlos de volver al arroz. Un caso similar ocurre en el Chaco, la provincia del algodón. En una década pasó de producir 156 mil a 1,3 millón de toneladas de soja. Pero este poroto desplazó al tradicional algodón, que aunque aumentó su precio un 60 por ciento sólo en 2007, rinde mucho menos que la soja. Así, vio caer su producción de 1,4 millón a 545 mil toneladas en diez años. La soja también avanzó sobre zonas que nadie hubiese imaginado, como La Matanza, La Plata, Pilar y San Pedro. Este último pueblo se caracterizaba como uno de los pilares de los cítricos en el país y fue también uno de los cortes de ruta más aguerridos. Aquí la oleaginosa tuvo un aliado para ganar espacio: el cambio climático. Las heladas del año pasado terminaron de convencer a los fruticultores de pasarse a un cultivo más resistente. Algunos se convirtieron en productores de soja, otros se asociaron con pooles. Por eso la reacción cuando las retenciones móviles se anunciaron: era la primera vez que iban a ver tanta plata. Otro caso extremo es el del centeno en La Pampa. Esa provincia tiene las características específicas para producir ese cereal. En 1998 el 75 por ciento de la producción nacional salía de La Pampa. En total, 90 mil toneladas. En 2007 sólo produjo 19 mil.

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