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Economía|Martes, 1 de diciembre de 2009
Lo necesario para una mejor relación con Brasil, según Cancillería

Buenas intenciones y algo más

La cumbre de presidentes de dos semanas atrás sirvió para bajar tensiones, pero el acuerdo comercial sigue lejos. Sigal describió el escenario y los puntos oscuros. Si no se respeta el derecho a desarrollarse de cada país, “chocaremos como dos trenes”, señaló.

Por Sebastián Premici
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Eduardo Sigal, subsecretario de Integración Regional de la Cancillería, apuesta a limar asperezas.

“Hay voluntad política de poner todo sobre la mesa.” Con esta frase, el subsecretario de Integración Regional, Eduardo Sigal, definió los alcances y las expectativas abiertas tras la cumbre presidencial bilateral entre Argentina y Brasil, llevada a cabo hace dos semanas en Brasilia. En conversación con Página/12, el funcionario de la Cancillería describió las mejores condiciones existentes para arribar a un acuerdo, aunque al mismo tiempo advierte: “sólo con buenas intenciones no alcanza”.

–¿Cómo sigue la relación bilateral con Brasil luego de la última cumbre de presidentes?

–Argentina y Brasil no sólo son dos países limítrofes, sino que también son las mayores economías de América del Sur. En este sentido, la buena relación política entre ambos gobiernos es lo que ha posibilitado hasta el momento llevar adelante un proceso de integración en toda la región y es lo que permite superar las diferencias históricas que existen entre ambos países. Sin embargo, hay que saber que nuestras economías, en muchos aspectos, no son complementarias sino que compiten entre sí. Por lo tanto, no alcanza con tener buenas intenciones. Si no se generan algunos parámetros entre el apoyo que ofrece un gobierno a sus diferentes sectores productivos, los desfasajes serán muy importantes. En una economía como la de Brasil –que es como un elefante que puede destruir todo lo que tenga por delante–, hay que contemplar estas diferencias a la hora de sentarse a negociar.

–Un senador brasileño indicó a este diario que “cada país debería decidir cuáles son los sectores que deben ser protegidos y cuáles deben perder”. ¿Cuál es su opinión?

–Es una lectura. No todos ganan en el proceso de integración, esto es cierto. En la década de 1990, el mercado era el que decidía quién vivía y quién moría. Los sectores productivos argentinos cayeron estrepitosamente. Sin embargo, el intercambio con Brasil se incrementó en un 280 por ciento. Si dentro de esta lógica ganador-perdedor, Argentina sólo puede ser proveedor de materias primas mientras que Brasil continúa su industrialización, creo que habrá un choque de trenes. Un país que está en desarrollo no puede admitir jamás una relación así. No lo admiten ni Lula ni Cristina Fernández. Si de este proceso surge que algún sector tiene que reconvertirse, será producto de una decisión política.

–¿Se están analizando sectores para su reconversión productiva?

–No, quizás sea cuestión de otro ministerio, pero desde la Cancillería no se está analizando. Desde nuestro alcance estamos proponiendo la autolimitación en las exportaciones brasileñas, algo que nos permite sostener a nosotros el proceso productivo nacional. Y si a esto le agregamos un impulso para desarrollar cadenas de valor para la integración, podremos mejorar nuestro intercambio comercial con Brasil.

–Pero al tiempo que Argentina le reclama a Brasil que se autolimite, Brasil acusa a la Argentina de estar reemplazando exportaciones de ese país por productos chinos. Si uno mira los números del Indec, ve que hay algunos desvíos en ciertos sectores.

–El mismo fenómeno que se da en Argentina ocurre en Brasil. Hay productos chinos que han avanzado sobre el país vecino como lo hicieron en Argentina. Cuando aparecen algunas trabas en el comercio bilateral, surgen otros países que salen a ocupar esos lugares. Ahí es cuando aparecen China, México, Tailandia, entre otros. Es un problema que tenemos nosotros y el resto del mundo. Pero no hay que perder de vista el todo. El porcentaje de comercio entre Argentina y Brasil que está afectado por las licencias no automáticas representa un diez por ciento, mientras que el total de la balanza comercial del país dejará este año un superávit de aproximadamente 18.000 millones de dólares. ¿Tenemos que preocuparnos por Brasil o tenemos que ver la totalidad del comercio? La relación bilateral debe mirarse más globalmente.

–En la última cumbre presidencial bilateral se aprobó, aunque tuvo poca repercusión, un acuerdo para avanzar en la coordinación macroeconómica entre ambos países...

–Lo que se acordó fue comenzar el análisis para desarrollar una política común en el aspecto tributario, fiscal y sobre financiamiento. Primero habrá que hacer un diagnóstico para saber cómo estamos y poner todas las cartas sobre la mesa, porque si detrás de la discusión comercial hay incentivos productivos que se ocultan, no vamos a superar este tema nunca. Si dos presidentes firman una declaración de estas características, creo que existe una clara decisión política para poner todo sobre la mesa.

–¿La ley de impuestos internos para favorecer a la industria nacional de Tierra del Fuego generó algún ruido en Brasil?

–El régimen de Tierra del Fuego es simétrico al de Manaos. Lo que se aprobó en Argentina no es diferente a lo que se está aplicando como política avalada por el Mercosur. En Brasil no he recibido ningún comentario sobre esta ley. Sí recibí varias inquietudes de otros países, como México. Había mucha inquietud porque consideraban que pueden generarse situaciones de desigualdad en la producción de electrónicos, pero nada más.

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