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Economía|Domingo, 6 de junio de 2010
MERCEDES MARCO DEL PONT, PRESIDENTA DEL BANCO CENTRAL,

“Las reservas se usarán las veces que sea necesario”

“Estamos cambiando la historia económica de la Argentina de las últimas décadas”, describió. En una entrevista exclusiva, tildó a quienes cuestionan la política financiera y monetaria de “irresponsables”, por no aceptar una discusión franca sobre instrumentos y objetivos.

Por David Cufré y Roberto Navarro
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Las heterodoxias que practica la Argentina son una herejía para los mercados internacionales, dice Mercedes Marcó del Pont en entrevista exclusiva con Página/12, la primera que concede a un medio gráfico desde que asumió la presidencia del Banco Central. Los despachos, la sala de reuniones del directorio, los pasillos, las alfombras, las lámparas y hasta las revistas en inglés en las salas de espera del BCRA contrastan con el discurso que va enhebrando la funcionaria que ahora es su jefa. El Central es un ámbito que fue colonizado por el poder financiero y que quedó impregnado con su impronta desde las épocas de Adolfo Diz, Domingo Cavallo, Pedro Pou y Roque Fernández. Marcó del Pont es su opuesto. “Estamos dando vuelta la historia económica de la Argentina de las últimas décadas”, asegura con garra. Lo ejemplifica con la decisión de utilizar las reservas para pagar deuda, medida que, anticipa, se volverá a aplicar todas las veces que sea necesario, aunque sostiene que todavía está por verse si hará falta en 2011.

–A diferencia de otras épocas, la crisis internacional no produjo tensiones con el dólar. Ahora la queja de algunos sectores empresarios es que está quedando retrasado. ¿Qué va a pasar con el tipo de cambio?

–La experiencia internacional y la nacional enseñan que es muy importante que el Banco Central envíe señales de estabilidad en el mercado de cambios. Hay evidencia empírica, trabajos recientes muy buenos que demuestran que los países que aprecian su moneda crecen menos, crecen bastante menos. Pero también hay mucha evidencia de que los países que tienen mercados de cambios muy volátiles no alientan la inversión. Desde nuestra visión, transmitir al sector privado que vamos a seguir con un tipo de cambio administrado, competitivo, sin grandes volatilidades, es una señal importante de normalidad.

–Varios comentaristas han dicho que hay un dilema entre anclar el precio del dólar para utilizarlo como una herramienta contra la inflación y evitar la apreciación cambiaria, porque le restaría competitividad a la economía. Sobre todo, con la devaluación del euro y el real.

–Lo que hay que tener claro es la elevadísima volatilidad que tiene el real. Si nosotros nos referenciáramos en el real, hace un mes y medio estaba apreciado, después vino la crisis griega y se devaluó, después se apreció. Está en un subibaja. Pero en promedio, la Argentina no está perdiendo en la relación cambiaria con Brasil. Y respecto de otros países con los que comercia la Argentina, el tipo de cambio multilateral sigue siendo muy competitivo en comparación con todos los parámetros históricos. Si tomamos un índice muy sensible para la industria como es el salario, el costo en dólares de los salarios, el resultado para Argentina sigue siendo muy competitivo.

–¿Por qué hay tanto lobby por la devaluación?

–A esta altura del partido, el desafío es salir del círculo vicioso de vincular la discusión de la competitividad de la economía a la cuestión del tipo de cambio y al costo salarial. Hay otros componentes que definen la competitividad: el financiamiento y la productividad, cómo podemos hacer para mejorar la productividad, y eso tiene que ver con la inversión. Cuando hablamos de competitividad tenemos que mirar otros costos, como los de los insumos difundidos (N. de R.: acero, aluminio, vidrio, cartón y otros que utilizan distintas industrias), pero también tenemos que poner en discusión la tasa de ganancia de las empresas. Hablan de competitividad, ¿pero a partir de cristalizar qué tasa de ganancia? Eso es parte de la puja distributiva.

–¿La tasa de rentabilidad actual es elevada?

–Lo que se advierte al analizar cómo se dio el crecimiento económico y de la inversión estos últimos años es que las empresas se han financiado con capital propio. Han tenido utilidades para reinvertir, y esto queda claro porque la relación deuda-PIB es bajísima. Son los márgenes de ganancia los que retroalimentaron el proceso de inversión y crecimiento, que ha sido muy fuerte. En el Banco Central no calculamos márgenes de ganancia, pero en distintas áreas del Ejecutivo se puede verificar que en todos los sectores de la economía, transables y no transables, las tasas de rentabilidad son muy elevadas.

–¿Eso puede cambiar por impacto de la crisis europea?

–Sobre la crisis internacional lo que puedo decir es que tendremos que acostumbrarnos a seguir con una economía mundial con enorme volatilidad. Las recetas que les están imponiendo a los países europeos en problemas no harán más que agudizar las dificultades estructurales y también creo que la solución de fondo que en algún momento se tendrá que discutir es la reestructuración de las deudas soberanas. Ahora bien, desde Argentina tenemos que ver que en esta crisis hay un elemento distintivo, que no estaba presente por ejemplo en la Gran Depresión de 1930: aquella vez no apareció un país o un núcleo de países que de alguna manera actuara como locomotora, que tomara la posta en la recuperación. Y en este caso tenemos a China, a la India, a países que están ejerciendo como equilibradores de la actividad económica mundial. Eso explica por qué los precios de las commodities no cayeron tanto, en especial los que exporta la Argentina, que son alimentos. A diferencia de otras crisis financieras, no tuvimos un impacto tan significativo.

–Si sigue la volatilidad, ¿no se complica la salida a los mercados financieros, que era parte del plan del Gobierno cuando presentó el canje de deuda?

–Lo que se planteó el Gobierno con el canje de deuda fue dar otro paso en el proceso de normalización con los acreedores externos. Esto de hacerse cargo de deudas acumuladas y defaulteadas por otros gobiernos tiene que ver con ir dando vuelta la página del ciclo irresponsable de endeudamiento del país. Tanto lo que tiene que ver con el canje como lo que se pueda proponer con la deuda en default con el Club de París está vinculado al proceso de normalización y desendeudamiento, y no porque nadie esté desesperado por el crédito internacional.

–¿El uso de reservas es una solución?

–Las reservas internacionales tienen que ser utilizadas únicamente en circunstancias en que se imponga esa necesidad. En 2009 y 2010 el uso de reservas fue una alternativa al ajuste. Aunque no lo decían en esos términos y lo planteaban desde los objetivos más virtuosos, los que se oponían al uso de reservas como alternativa necesariamente estaban reclamando un ajuste.

–¿En 2011 habrá que usarlas nuevamente?

–Depende. Veamos lo que está ocurriendo: la Argentina está volviendo a crecer, a registrar fuertes aumentos de la recaudación tributaria. Nosotros tenemos utilidades para transferir al sector público y por ahora no lo estamos haciendo. ¿Por qué? Porque se vuelve a restablecer el proceso virtuoso de crecimiento, de recaudación y de equilibrio fiscal. La situación fiscal de la Argentina de los últimos siete años, con una caída circunstancial en 2009, no es producto del azar sino de toda una política macroeconómica. Además, el Gobierno tiene capacidad de financiamiento a partir de fuentes endógenas (N. de R.: la AFIP, la Anses, el PAMI, entre otros).

–Es decir, que se volverían a usar las reservas solamente si fuera necesario.

–Absolutamente. Hay que ser muy pragmáticos. Eso es lo que demostró la crisis. No hay que crear un estigma con el uso de las reservas. Es algo que algunos quieren instalar, no sólo acá, también a nivel internacional. Hay países asiáticos que acumularon reservas gigantescas y el día en que las usan los mercados lo ven como una señal de vulnerabilidad. Estamos en el horno si eso ocurre. Porque justamente lo que hacen los países como política para ganar autonomía es acumular reservas, que sirven de autoseguro, y también para usarlas.

–¿Hay un nivel óptimo de reservas?

–Yo quisiera despojarnos de lo que es la lógica de la convertibilidad, que tiene que ver con esto de la base monetaria y reservas excedentes. Si uno toma otras mediciones de lo que se denomina nivel de reservas óptimas, que tienen que ver por ejemplo con la relación deuda de corto plazo/reservas, o con tantos meses de importaciones/reservas, la Argentina tiene reservas de sobra. La cifra coincide con la definición de reservas de libre disponibilidad, alrededor de 18 mil millones de dólares. En el mundo nadie usa la comparación reservas/base monetaria o medios de pago. Es una rémora que nos quedó de la convertibilidad. Se discute en función de todas aquellas variables que tienen que ver con el sector externo. Los dólares se necesitan para pagar deuda, pagar importaciones y la remisión de utilidades. Entonces las reservas tienen que estar vinculadas a lo que es la operación del sector externo de un país.

–Sectores ortodoxos advierten que es un problema que el Gobierno no pueda financiarse en los mercados internacionales. ¿Cuál es su visión?

–Cuando las condiciones externas habiliten la emisión de bonos a tasas razonables y consistentes con este proceso de desendeudamiento, se recurrirá a los mercados internacionales. Lo que habilita la acumulación de reservas y contar con fuentes endógenas de financiamiento es no depender de los mercados internacionales, de los humores de los mercados internacionales y de lo que los mercados internacionales interpretan que son señales de normalidad o seriedad para financiar a los países. No sé si todavía se ha tomado cabal conciencia de la enorme independencia que genera el de-sendeudamiento, el hecho de no tener que ir al pie a aceptar cualquier condición que nos impongan desde afuera.

–Hay países latinoamericanos que pagan tasas en los mercados externos muy inferiores a las que le quieren aplicar a la Argentina.

–Absolutamente, pero también tiene que ver con una determinada subjetividad con que los mercados analizan la situación de la economía argentina. Ayer (por el jueves) Cristina decía algo muy clarito y muy elocuente: si tapáramos el nombre Argentina y le mostráramos a un financista internacional todos los datos macroeconómicos que presenta el país, diría de inmediato que quiere venir a invertir acá. Nos diría, cuánto necesitan y nos prestaría a una tasa competitiva.

–¿Los mercados no nos quieren?

–(Se ríe.) No, creo que no nos quieren.

–¿Y eso es malo?

–(Primero se ríe, después piensa.) La verdad es que los mercados se vienen equivocando fiero y sistemáticamente con la Argentina. Los mismos mercados que nos ponían “Muy Bien 10” y decían que éramos el ejemplo del mundo en la década del ’90, meses antes de que implosionara la convertibilidad, un modelo macreconómico absolutamente inconsistente, son los que ahora nos castigan. Para esos mercados internacionales, estas heterodoxias que practica la Argentina son una herejía. Ahora, ¿podemos estar sujetos a esa interpretación, a esa miopía que siguen teniendo los mercados, a partir además de lo que han generado en términos de crisis sistémicas en el mundo? No. No podemos. Entonces, si es bueno o malo que no nos quieran me parece una apreciación simplista. Lo que tenemos que ver es cómo nos podemos plantar frente a esas condiciones objetivas y cómo seguimos con la convicción con que lo hemos hecho desde 2003 hasta el presente, en un período en el que realmente hemos dado vuelta la historia económica de la Argentina de las últimas décadas.

–En el camino de dar vuelta la página económica, ¿qué tramo considera que se ha recorrido? ¿El primer cuarto, la mitad?

–Creo que estamos muy avanzados. Los que criticábamos los ’90 y decíamos cómo vamos a ir desmontando todos estos cambios estructurales que impuso el neoliberalismo, verificamos que en el gobierno de Néstor Kirchner se fue avanzando, desactivando todas esas bombas de tiempo y produciendo cambios estructurales magníficos. Lo que ha hecho Cristina desde la decisión histórica de recuperar un régimen solidario de jubilaciones y los ahorros de la seguridad social, y lo más reciente de la asignación para la niñez con sus efectos en términos redistributivos, inclusivos, de generación de mercado interno, de equidad, son tan enormes que creo que hemos avanzado muchísimo. Por supuesto que podemos discutir otros temas, como la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, una nueva Ley de Entidades Financieras. Podemos discutir la estructura tributaria, que sigue siendo muy regresiva, pero creo que hay que valorar los enormes cambios estructurales y las transformaciones que se han hecho.

–¿Las reformas a la Carta Orgánica, a la Ley de Entidades Financieras y al marco tributario son pasos necesarios a futuro?

–Serán pasos a futuro, pero para dar esos pasos hay que generar consenso, porque son todas discusiones que se tienen que dar en el ámbito del Congreso de la Nación. Por eso sería saludable que toda la dirigencia argentina pusiera sobre la mesa esas discusiones y dejara un poco de lado el oportunismo o a veces la mezquindad política y se fijara en lo que realmente le conviene al país.

–¿Qué opina del proyecto de (Carlos) Heller y (Martín) Sa-bbatella de reforma de la Ley de Entidades Financieras?

–Lo que genera ese proyecto, que es muy bueno, es hacer punta en la discusión y en el debate que hay que dar en torno de estos temas. Bienvenido sea. La propuesta es extensa y habrá que debatirla punto por punto, pero es muy sano en este sentido, que instala un debate que nos tenemos que dar.

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