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Economía|Jueves, 22 de julio de 2010
El consumo domiciliario es apenas un tercio de la producción nacional de gas licuado

Una polémica alrededor de las garrafas

Si falta gas licuado, no es por falta de producción. Aseguran que tampoco faltan envases. Entonces, ¿quién lo tiene? Claves de un producto de consumo esencial para sectores menos pudientes y que, sin embargo, no se considera servicio público ni está regulado.

Por Sebastián Premici
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La producción triplica el consumo en garrafas. Sin embargo, éstas escasean en el comercio.

En Argentina se producen aproximadamente tres millones de toneladas de GLP, el insumo básico de las llamadas garrafas sociales. De este total, el 50 por ciento se exporta, mientras que el consumo residencial es de aproximadamente un millón de toneladas. El resto se vende a la industria petroquímica. La primera conclusión es que en el país hay suficiente GLP para las garrafas, que hoy parecen escasear. El mercado del GLP quedó conformado a partir de la privatización de la empresa Gas del Estado, en 1992. A diferencia de lo que ocurre con el gas natural, ya sea su producción como la distribución, el GLP no es considerado un servicio público, por lo que su comercialización es ajena a la regulación del Estado. “Hay que volver a dar la discusión sobre este insumo esencial. Es el Enargas el que debería regular el mercado, controlar cuánto se exporta y cómo están las condiciones del mercado interno y no la Secretaría de Comercio”, afirmó a Página/12 Víctor Bronstein, especialista en temas energéticos.

El GLP es una alternativa de consumo mucho más cara que el gas de redes. En un informe de la Secretaría de Defensa de la Competencia elaborado en 2004 a pedido del ex ministro de Economía Roberto Lavagna, se especificó que el gasto en garrafas de los sectores más vulnerables de la sociedad representa entre un 52 y 60 por ciento del gasto total en servicios públicos elementales. Ya en ese año –cuando el país recién estaba saliendo de la profunda crisis de 2001–, el Estado había implementado las garrafas sociales. Según el informe mencionado, para un consumo promedio de tres garrafas por mes, el ahorro para los sectores más vulnerables era sólo de 21 pesos.

Si bien el mercado de GLP está liberado, son pocas las compañías que tienen la capacidad de producir este gas, que se compone de butano y propano. Por ejemplo, YPF, que tiene el control conjunto de Refinor, posee una cuota del mercado interno del 45 por ciento. Por otro lado, Petrobras, que tiene el control conjunto de TGS y Refinor, cuenta con una participación en el sector fraccionador cercana al 32 por ciento. Es decir que YPF y Petrobras tienen casi un 80 por ciento del mercado.

“Cuando hay concentración, es inadmisible que no se garantice el suministro. La culpa no es solamente de los comerciantes que especulan con el acopio de las garrafas en invierno. También hay una responsabilidad en la producción y distribución. El ferretero fija el precio de la garrafa en función de cómo se la venden a él”, indicó a este diario Roberto Zorzoli, especialista en temas de defensa del consumidor y ex asesor de esa cartera en la gestión de Patricia Vaca Narvaja.

Según datos de la World LP Gas Association, en 2007 Argentina produjo 3,03 millones de toneladas de GLP, un 7,6 por ciento menos que un año antes, cuando el consumo había aumentado un 4,2 por ciento. Al año siguiente (2008), la Secretaría de Energía tuvo que implementar un nuevo acuerdo para que las garrafas sociales llegaran a precios accesibles (entre los 16 y 25 pesos, según el peso de la garrafa). Según el ministro Julio De Vido, el nudo del conflicto está solamente en la venta minorista y no en la producción, aunque haya sectores empresarios que denuncien la no llegada de esos productos.

“Hace quince días que no me entregan garrafas. Si bien el Gobierno dice que están, los funcionarios deberían salir a la calle para ver la situación”, señaló a este diario Manuel García, titular de la cámara que nuclea a las estaciones de servicio de bandera blanca.

Como respuesta a esta situación, el Gobierno tomó la decisión de aumentar los controles sobre los precios de este producto y ampliar las bocas de venta para las garrafas. Si bien resulta apropiado controlar los posibles focos de especulación alrededor de un bien cuyo precio es estacional, también habría que replantearse la conformación y regulación del mercado de GLP. “Las garrafas sociales no tienen sustituto, no pueden reemplazarse con nada, salvo el gas por red. Es un bien indispensable, un servicio público que debe ser tomado como tal”, fue la conclusión de Bronstein a Página/12.

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