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Economía|Martes, 8 de marzo de 2011
Opinión

Expoagro, ¿hacia el futuro o hacia el pasado?

Por Norma Giarracca *
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Expoagro es la exposición agropecuaria del modelo sojero; tuvo sus inicios cuando ya se visualizaba la bonanza del agronegocio en general que arrastraba la venta de insumos de distinto tipo para el nuevo campo. En esta actividad Clarín y La Nación se muestran como verdaderos socios del negocio agropecuario, sosteniendo el evento e impulsando estas lógicas productivas que difundieron durante todo la década del ’90 cuando se prepararon las condiciones legales, políticas y sociales para que pudiera imponerse. Mientras los “chacareros” quebraban, endeudados por la perversión del sistema financiero donde se habían metido vía créditos, estos grandes diarios propagandizaban la formación de los fondos de inversión con una supuesta ganancia incomparable con cualquier otra inversión. Los suplementos rurales de estos dos grandes matutinos generaron el acervo lingüístico y la orientación ideológica para el agronegocio. Lamentablemente la Federación Agraria, después de miles de productores que dejaron de serlo, le pareció un buen negocio.

Expoagro representa simbólicamente lo que representó la Sociedad Rural Argentina (SRA) durante esas largas décadas, cuando los terratenientes agrícolas ganaderos que generaban gran parte de las divisas del país, se creían con un poder especial para condicionar los destinos políticos de una sociedad que reclamaba por justicia social y el respeto por sus decisiones y culturas. Esa entidad, que había nacido en 1866 por iniciativa de un grupo de ganaderos innovadores, con el tiempo había tomado unos senderos que dificultaron en niveles extremos la vida democrática del país y se enfrentaron duramente con los gobiernos peronistas y radicales.

Su lugar lo han tomado los grandes actores del agronegocio que hoy, por primera vez en muchos años, se ven realmente controlados estatalmente por las grandes evasiones de los exportadores y por la situación extrema en que mantienen a los trabajadores. El poder del agronegocio, ese dispositivo fundante de un capitalismo primario exportador con fuertes ramificaciones internacionales, habita anualmente en Expoagro.

Por eso, en este año electoral, es sumamente preocupante que la clase política casi en pleno haya desfilado por ese espacio para observar y aplaudir tanto despliegue de tecnologías de punta y capacidades múltiples para subordinar actores económicos nacionales, instituciones científicas y educativas y, por lo visto, a una clase política que como la de hace un siglo –antes del radicalismo– parece creer que estos poderosos actores que comparten sus sobras con los chacareros y con los pueblos de su alrededor son significativos para sus respectivos proyectos. La Nación (editorial del 5 de marzo) cree que una contribución del 7 por ciento en los ingresos fiscales es una gran contribución cuando lo que se llevan estos actores es de un valor incalculable si tomamos en cuenta producciones, energías de todo tipo, agua, nutrientes, etcétera. Parece demasiada ignorancia para tomarla en serio.

El país necesita una política agropecuaria que descentre a estos grandes actores que responden a una geopolítica internacional que indica qué, cuándo y cómo producir sin importarle nuestros recursos naturales, las poblaciones ni su salud. Hasta que no pensemos desde nosotros, sin tutelajes coloniales, no podremos generar una agricultura basada en sujetos territorializados (con compromiso con el territorio) y apoyada en una ciencia, que como dice el investigador Andrés Carrasco reenviando a Juan Perón, esté al servicio de la grandeza de la nación y la felicidad de los pueblos. Elementos importantes de lo que en el siglo XXI, muchos llamamos el “buen vivir”.

* Titular de Sociología Rural. Facultad de Ciencias Sociales. Instituto Gino Germani-UBA.

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