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Economía|Jueves, 20 de marzo de 2003
PESE A LA INCERTIDUMBRE ELECTORAL, VOLVIO A BAJAR

Ni Luisito asusta al dólar

Los dueños del capital no ven amenazas políticas en las urnas. Las importaciones siguen planchadas. Los empresarios desatesoran. Y al Banco Central sólo le importa la inflación. Todo eso junto provoca esta insólita revaluación del peso, rodeada de dudas.

Por Julio Nudler
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Las pizarras muestran una realidad que puede ser provisoria.
Tiene que haber razones muy poderosas para que, faltando poco más de un mes para las elecciones, el dólar no deje de bajar. Se suponía que para esta época el mercado cambiario sería un manojo de nervios. Pero ayer ya se podía comprar el billete a 3,05 pesos, 17 centavos más barato que a inicios de marzo. Esas razones son, según los analistas, de diferente naturaleza. Unas son económicas: las importaciones siguen en el pozo, como muestra de que ni el consumo ni la inversión despegan. Otras son políticas: las urnas no parecen asustar a los dueños del dinero, que ven a Carlos Menem de vuelta en la Casa Rosada, o como alternativa a Néstor Kirchner, que sería seguir con lo que hay ahora, tal vez ministro de Economía incluido. Hay, por último, razones de carácter monetario: si el Banco Central continúa dando prioridad al peso –es decir, apuntando a una inflación lo más baja posible–, el dólar puede seguir descendiendo.
A falta de crédito bancario, el desatesoramiento de dólares está sirviendo como fuente de financiación. Así, sectores industriales que se reactivan, y que engrosarían la demanda de dólares para importar insumos, en realidad empiezan por alimentar la oferta cambiaria para contar con capital de trabajo. Además, la sustitución de importaciones alteró lo que los economistas conocen como “elasticidades”. En términos más simples: durante el 1 a 1, cualquier expansión de actividad interna provocaba un drástico aumento de importaciones porque casi todo se traía de afuera. Ahora se procura comprar todo lo posible en el país por una simple razón de costos.
Aun así, las importaciones son anormalmente bajas. Durante el año pasado fueron de un promedio mensual de 749 millones de dólares. En enero de este año se quedaron en 798 millones. Números increíblemente alejados de los 2500 millones mensuales que supieron rozar en los tiempos dorados de la convertibilidad. Nadie duda de que crecerán significativamente cuando la gente pueda volver a consumir y los empresarios se decidan a invertir. Pero eso no se sabe cuándo va a suceder.
Lo cierto es que, respecto de lo que pueda ocurrir con el dólar en la plaza local, hay expectativas para todos los gustos. Hay quienes razonan de este modo: si ahora, con la incertidumbre preelectoral, el dólar está bajando, después de los comicios, si éstos no deparan sorpresas inquietantes tipo Rodríguez Saá o Carrió para el establishment, sencillamente se desplomará. Este es sin duda un buen negocio para las privatizadas y otros proveedores de servicios, que están recuperando ingresos medidos en moneda extranjera. Parte de lo que perdieron con la devaluación y la inflación lo están reconquistando con la revaluación del peso.
Al mismo tiempo, en algunos sectores transables (que exportan o compiten con la importación) hay centelleos de alarma: si andan mejor es porque los salarios se pulverizaron, y no por haber elevado su productividad. Un dólar en declive los puede dejar prensados entre el rebote de los salarios en términos de dólar (más las reivindicaciones gremiales que sobrevengan) y la presión fiscal. A no todos el tipo de cambio les queda igual de holgado
No faltan sin embargo motivos para esperar que el dólar, tarde o temprano, vuelva a remontar. Por ejemplo, si la Argentina retoma los pagos a sus acreedores externos, porque en cierta medida el superávit externo actual, determinante de la abundancia de divisas, es fruto de la postergación de facturas que en algún momento el próximo gobierno deberá empezar a saldar. Sin desdeñar la deuda privada –o “corporativa”, como suelen denominarla las consultoras–, que en principio tiene por delante este año vencimientos de capital e intereses por 3527 millones de dólares,según datos de la Fundación Capital. De esa suma, 1669 millones vencen en el trimestre abril-junio.
Respecto del control de cambios, la gradual liberalización de los últimos meses deja ya poco camino por recorrer. En relación al comercio exterior, ya está permitido pagar al contado todas las importaciones, y algunas pueden incluso cancelarse por anticipado. Paralelamente, los plazos con que cuentan los exportadores para liquidar sus divisas acaban de volver a extenderse, y también fue aumentada la cantidad de dólares que pueden detentar los bancos. Pero, como ya se sabe, esta clase de medidas, que eliminan restricciones, en un contexto de mayor confianza pueden reducir la demanda neta de dólares en lugar de aumentarla. Lo cierto es que, en el presente, al sector externo argentino le sobran dólares, pero en una visión de largo plazo lo que pueden sobrarle son dolores.

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