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Economía|Domingo, 11 de marzo de 2012
LOS DESAFIOS QUE ESPERAN AL NUEVO SECRETARIO DE TRANSPORTE DE LA NACION

La ventaja de no ser del área

La designación de Alejandro Ramos sorprendió. No es un hombre del sector, pero para algunos eso le puede jugar a favor para lograr cambios.

Por Raúl Dellatorre
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Ramos juró como nuevo secretario, en reemplazo de Schiavi.

El nombramiento de un nuevo secretario de Transporte en un momento crítico para el sector –por el peso que representa una tragedia como la de Once, por las falencias evidentes en la prestación de servicios, por las cuestionables condiciones de los concesionarios– genera todo tipo de expectativas y especulaciones. Sobre todo, porque del nuevo funcionario a cargo no se puede decir mucho más que el lugar común en estos días: que no es un hombre “del sector”. Para muchos, esa condición ha sido el dato más sorprendente de su elección. Para otros, en cambio, puede terminar siendo “su gran ventaja”. “En un área donde desde hace décadas quienes digitan la administración y el control de la política no son los políticos sino especialistas que trabajan para los contratistas y concesionarios, lo mejor que puede suceder es que llegue alguien desde afuera y no se deje rodear por esos personajes”, sentenció un viejo dirigente sindical. Otros analistas críticos del sector, así como históricos denunciantes de los abusos y desvíos de recursos que vienen desde los años de la última dictadura, coincidieron. El desafío para el nuevo secretario, sostienen, es “recuperar la administración de la política de transporte para la política”, además de empezar a dar respuesta a un diagnóstico preocupante. Los “especialistas”, desde 1983 para acá, no lo han logrado.

Entre entes de regulación, unidades de gestión y administración, y otras dependencias, funcionan hoy al menos siete organismos relacionados con el transporte ferroviario, probablemente el capítulo con peor pronóstico de todo lo que abarca la Secretaría de Transporte. “Están atomizados, sin una dirección verticalizada, muchas veces con funciones superpuestas”, sostuvo Jorge De Mendonca, ingeniero electrónico y ex funcionario de línea de ferrocarriles, hoy analista en temas de territorio y transporte. “El problema es que en vez de manejarse con criterio político, en la práctica estos organismos están controlados por los viejos jerarcas del sector que se pelean por ver a qué consultoría le llevan la carpeta”, denunció.

El cuestionamiento del analista, compartido por dirigentes gremiales y movimientos que luchan por la recuperación del tren, se corresponde con las sospechas que hace varios años circulan con respecto a este sector. Hace ya más de una década, Página/12 publicó una serie de artículos en los que se cuestionaba el manejo del área por Jorge Kogan, bajo el gobierno de la Alianza y designado por el ministro Domingo Cavallo (año 2001). Kogan ya había estado cerca del mediterráneo en el gobierno de Menem y, anteriormente, había elaborado el plan estratégico de transporte para la gestión de José Alfredo Martínez de Hoz, durante la etapa de la dictadura encabezada por Jorge Rafael Videla (1976/81). Este eslabonamiento entre distintas etapas no es casual ni por simple trayectoria personal de Kogan: este ingeniero, estrechamente ligado a los principales concesionarios del sector, había sido el conductor de una escuela de técnicos en transporte que, de la dictadura en adelante, ocuparon cargos clave en el sector público, en oficinas ligadas al área. Las ramificaciones de esa siembra estratégica de funcionarios afines a los intereses privados llegan hasta nuestros días.

No sólo a las concesiones del servicio público de transporte deberá prestarle atención Alejandro Ramos en su nueva gestión. También los diversos contratos de consultoría merecerían una revisión. Los recursos que se reclaman para reparación de vagones de subtes y ferrocarriles deberán contrastarse con la cantidad de unidades paradas y en buen estado de los primeros, o los cientos de coches de pasajeros de tren (se habla de un millar) y locomotoras de carga (serían 300) que fueron abandonados hace años sin que se sepa fehacientemente su destino. Además de la eficiencia en el transporte de mercancías y el mejoramiento de las rutas que seguramente se le demanden desde los sectores de poder, el nuevo funcionario también tendrá el desafío de empezar a recuperar una cultura de desarrollo integral en la industria del transporte, contra la que mucho se ha hecho durante décadas para destruirla.

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