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Economía|Domingo, 1 de junio de 2003
LA NUEVA PRESIDENTA DEL BNA PROMETE QUE VOLVERA EL CREDITO

“Hablar de privatización me pone mal”

Felisa Miceli asume mañana en el Banco Nación, adelantando que no habrá despidos ni cierre de sucursales y que se acabarán los préstamos políticos. Quiere desconcentrar la cartera y financiar con pequeños créditos a las pyme y a las economías regionales.

Por Claudio Zlotnik
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Felisa Miceli, designada titular del Banco Nación, de larga vinculación con Roberto Lavagna.
Con Felisa Miceli es la primera vez que una mujer llega a la presidencia del Banco Nación, una institución tan acosada por el FMI como jaqueada por los escándalos. Dice que su familia está orgullosa, pero que ella siente una gran responsabilidad. Comenta que un cartel que leyó en uno de los ascensores del banco define su pensamiento: “Defender al Nación es defender la Nación”. Estrecha colaboradora del ministro Roberto Lavagna –hasta ahora fue el enlace entre Economía y el Banco Central–, se muestra contraria a una privatización, aunque sea parcial, del mayor banco del país, si bien prefiere distanciarse de toda posición fundamentalista. En esta entrevista concedida a Página/12 en su casa del barrio de Saavedra, Miceli descartó despidos de personal y cierre de sucursales.
–¿Se va a privatizar el Banco Nación?
–¡No entiendo el motivo de tanta insistencia en esa pregunta por parte de los periodistas!
–Los últimos gobiernos pensaron en hacerlo. Nombraron a la privatización de distintas maneras: buscar un “socio estratégico”, crear un banco federal. El propio Roberto Lavagna mencionó una privatización parcial.
–Cuando el presidente Kirchner dice que la palabra “cambio” va a reflejar este momento de la historia, también hay que incluirla en las cuestiones económicas. Lavagna fue claro cuando, la semana pasada, negó la privatización de la banca pública.
–Pero hace unos meses, Lavagna propuso sacar a oferta pública el 10 por ciento del capital del Nación. ¿Se descarta esa idea?
–No está decidido. En su momento, el ministro lo señaló como una posibilidad.
–¿Usted está a favor o en contra de una privatización, ya sea total o parcial?
–Mi primera reacción hacia ese tema es negativa. En la Argentina, las privatizaciones terminaron mal hechas o resultaron poco transparentes. Fueron parte de la política de concentración de la riqueza. Por lo tanto, hablar de privatización me incomoda, me pone mal. Durante los ‘90 nunca fui funcionaria por tener ideas incompatibles con lo que se desarrolló por entonces. No sería coherente que ahora propicie una privatización. Si bien podría pensarse en colocar una pequeña parte del Nación en la Bolsa, de una manera muy atomizada, y que quede en manos del público minorista, me pregunto si sería necesario tomar una medida así. Por ahora no puedo descartarla porque, así como uno critica el fundamentalismo de mercado, no puede quedar en la otra vereda y negarse a pensar en determinadas herramientas. Quiero tomarme un mes para conocer los números del banco y tener una respuesta definitiva.
–¿Para qué serviría una privatización parcial?
–No quiero analizar esa situación porque no la considero entre mis planes ni entre las prioridades. No voy al Banco Nación para privatizarlo.
–¿Habrá despidos?
–No.
–¿Qué significa “reestructurar” la banca pública, tal cual lo impulsó Lavagna?
–Más que reestructurar, me gusta hablar de recuperar el Banco Nación para ponerlo al servicio de la producción y del trabajo. El sistema financiero fue ajeno a la producción y al trabajo en los últimos años. El Nación tiene que estar a la cabeza de ese proceso. Esta es la reestructuración de la que hablamos, incluyendo el compromiso de acabar con los créditos políticos. No veo el motivo para darles préstamos a las familias de los que gobiernan. Esa política fue una verdadera desgracia para la institución.
–¿Van a investigar las gestiones anteriores?
–Vamos a mirar todo lo que se hizo, y a explorar toda la cartera crediticia. Y vamos a hacer cumplir la ley. No obstante, lo primero que voy a hacer es trabajar para que reaparezca el crédito. Después vendrá lo demás.
–¿Pero “reestructuración” no significará despidos o cierres de sucursales?
–No. Hay que descartar ese escenario. Voy a trabajar con toda la gente del banco. Esta vez, reestructuración significará un incremento en los ingresos. Pero no vale que mientras el presidente del banco descarte la privatización, los empleados desatiendan a los clientes. Hay que trabajar con eficiencia y pasión. Hay que generar un clima de negocios para que haya más trabajo, no menos. Por ejemplo, captar los nuevos negocios que genera la sustitución de importaciones. Esto es lo que hace falta, no echar gente ni reducir la institución.
–Sin embargo, el FMI quiere limitar la operatoria de los bancos públicos para que no compitan con los privados.
–Así como no se siguieron recetas de los organismos en otras áreas de la economía y nos está yendo bien, en el Nación también nos vamos a animar a transitar un camino distinto del que nos proponen desde afuera. Eso no significa que no nos sentemos a discutir y a dialogar. Pero yo sé cuáles son mis responsabilidades.
–¿Qué haría si la consultora externa que está a punto de contratar recomienda la privatización?
–Escucharemos sus opiniones y consejos. Pero sus definiciones no son vinculantes.
–¿Cuándo empezarán a dar crédito?
–Es la prioridad número uno. No creo que salgamos con grandes líneas. Empezaremos apoyando a las economías regionales. Serán créditos de pequeños montos, fácilmente repagables, con tasas que permitan cubrir los costos financieros del banco.
–¿Cuáles cree que serían las principales diferencias entre su gestión y las anteriores?
–Propiciaré que los recursos lleguen a una gran cantidad de gente y empresas, lo que permitirá cambiar la estructura de la cartera de préstamos. Trataría de volcar el crédito a las pymes del interior. La cartera está muy concentrada y hay que modificar esa situación. También vamos a capacitar al personal.
–¿Qué va a pasar con los cargos políticos, aquellos funcionarios nombrados en otras gestiones y que permanecen?
–En esta cuestión ya estuve trabajando. No se puede cambiar el rumbo de un barco tan grande sin la gente adecuada. Son 40 o 50 personas en cargos clave, ya sean gerentes o asesores, con sueldos muy altos. Es justo que presenten inmediatamente la renuncia. Incluso aquellos que están ad honorem pero sirvieron a otra administración. Se evaluará caso por caso.

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