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Economía|Domingo, 1 de junio de 2003

Más sonido que furia en torno del Banco Central y su independencia

La discusión por el dólar y el papel protagónico de Economía en la reestructuración de la banca centraron todas las miradas sobre Alfonso Prat Gay y todas las dudas sobre su futuro.

Por Julio Nudler
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Alfonso Prat Gay, presidente del BCRA, y Roberto Lavagna, ministro de Economía y Producción.
En una decisión tomada a caballo entre las gestiones Duhalde y Kirchner, el Estado diseñó una solución a medida, aunque parcial, para los problemas patrimoniales y de liquidez de los grandes bancos públicos. Se trata de la versión (por ahora) definitiva del llamado matching (calce), por el cual se articula la cancelación de la deuda por redescuentos que esas entidades mantienen con el Central y las acreencias que detentan contra Hacienda por los títulos públicos y el préstamo garantizado que poseen en cartera. Sin embargo, tanto el Nación como el Provincia sólo podrán atrapar esta zanahoria si presentan un plan de saneamiento y consiguen que sea aprobado por la flamante URSF (Unidad de reestructuración del sistema financiero), integrada por tres funcionarios del Ministerio de Economía y otros tantos del BCRA, y que en la etapa inicial será encabezada por el secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen. La existencia misma de la URSF fue vista por los más ortodoxos como un avance de Roberto Lavagna sobre la independencia del Central. A partir de esa lectura pareció natural interpretar la filtrada crítica de Alfonso Prat Gay a Néstor Kirchner respecto de sus comentarios sobre el tipo de cambio como un contraataque del irritado presidente del Central. La versión es desmentida cerca de éste, asegurando que se sintió consternado al enterarse de que su comentario había sido difundido por la agencia Bloomberg. Hasta ahora, en verdad, no parece haber discrepancias de fondo, ideológicas, entre Prat Gay y Lavagna sobre qué hacer con el sistema bancario, y sería excesivo suponer que existe algo así como una concepción kirchnerista en la materia como para poder discrepar.
Mañana y pasado se celebrarán en el BCRA unas jornadas internacionales dedicadas al inflation targeting (IT), una técnica que involucra el manejo de la política monetaria con el objeto de lograr la consecución de una predeterminada meta de inflación, que en realidad es fijada por el Ministerio de Economía. Pero tanto el IT como la total autonomía de la autoridad monetaria que implica, al menos en cuanto al control sobre la cantidad de moneda o la tasa de interés, son hoy ideas en crisis, como todas las que estuvieron en boga durante los ‘90.
El caso más flagrante es el del Banco Central Europeo, que se resiste a adoptar una estrategia monetaria expansiva a pesar de que Alemania y otros países de eurolandia bordean la deflación. En la situación argentina actual se teme que el IT induzca al BCRA a mirar con simpatía una continua apreciación real del tipo de cambio por su efecto antiinflacionario. Lo cierto es que el abaratamiento del dólar ya arrastró unos cuantos precios a la baja, dejando en ridículo todos los pronósticos de inflación de Economía y del FMI.
Por otro lado, si realmente se ajustasen los instrumentos monetarios al logro de una cierta meta de inflación, no tendría lógica pretender también que prevalezca en el mercado un determinado precio para el dólar. Sería incurrir en ese vicio que los economistas llaman una sobredeterminación del modelo. Es como si un monopolista quisiera fijar un precio a su producto y al mismo tiempo determinar las cantidades que le demandarán de él. En este sentido, al presidente Kirchner puede “gustarle” un dólar a 3 pesos, pero el Central no puede darle el gusto si tiene que ocuparse de la inflación (o sea, del peso).
Ahora bien: una condición para que el IT pueda aspirar al éxito es que logre anclar las expectativas inflacionarias de los operadores económicos. Es decir, que éstos (inversores, empresarios, consumidores) crean en ese nivel de inflación. Se supone que ello sucederá más fácilmente si ven que el Banco Central es independiente, y que por tanto no se doblegará ante eventuales pedidos de plata por parte del Gobierno. Pero además del Estado están los bancos, que también pueden tirar de la manga del Central, pidiéndole redescuentos (otra forma de emisión), sobre todo en situaciones de crisis como la no resuelta todavía. Aquí entran en juego el mencionado matching y la URSF, como forma de resolver el problema de los cuantiosos redescuentos con que el BCRA auxilió el año pasado al Nación, el Provincia y varios bancos privados, particularmente el Galicia y el Francés. La Unidad no tiene otra atribución que la referida a los redescuentos, pero el artículo cuarto del decreto que la creó autoriza al Ejecutivo a extender sus facultades a otros temas. Prat Gay presionó para que ese artículo fuera eliminado porque puede dar lugar a que Economía invada en el futuro su terreno, pero fracasó. Sólo obtuvo la promesa de que eso no va a ocurrir.
Más allá de una disputa por espacios de poder, no hay disonancias manifiestas entre el Central y el equipo económico. El tándem Prat Gay-Lacoste no muestra afinidad con la línea dura del FMI, y acaba de demostrarlo de nuevo con una norma sobre capitales mínimos bastante flexible, que concede plazos para adaptarse, además de haber criticado como exageradamente restrictivas las metas monetarias que quería imponer el Fondo.

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