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Economía|Jueves, 5 de junio de 2003
LAS PRIORIDADES DE LA POLITICA OFICIAL DE COMBUSTIBLES

La calidad y los impuestos

Por Cledis Candelaresi
El secretario de Energía, Daniel Cámeron, tiene criterios audaces en política de combustibles aunque, por ahora, su plan no incluye ningún mecanismo compulsivo que obligue a bajar el precio de las naftas locales cada vez que se abarate el barril de petróleo en el mercado internacional. El nuevo funcionario parece estar más preocupado por “la falta de controles” en la calidad de los carburantes, la “alta evasión fiscal” y una política tributaria distorsiva, que hace que se consuma mucho más gasoil que naftas. A su juicio, la perla del futuro inmediato debería ser el gas licuado de petróleo (GLP), eventual sustituto del gasoil para el transporte público.
Tampoco resulta muy claro si el nuevo funcionario mantendrá la política de acuerdos con las petroleras, que busca garantizar la estabilidad en el precio de los combustibles postergando el efecto de las oscilaciones del precio internacional. Resulta más claro, en cambio, su diagnóstico acerca de los problemas que aquejan al sector y algunas de sus ideas para reformularlo.
Cámeron es por ahora tan renuente como el resto del equipo del Ministerio de Planificación a exponer sus propuestas para el manejo del área. Pero en un reciente trabajo de su autoría titulado “Diagnóstico y propuesta: sector energético”, descubre algunos de los ejes de su política. Entre ellos, impulsar la reconversión para que todo el transporte público de pasajeros, y el de carga utilicen gas licuado de petróleo (GLP) en lugar de gasoil. Por ahora, el GLP está menos desarrollado como carburante para automotores y es más difícil de producir que el GNC. Pero es mucho más sencilla y económica la adaptación de los vehículos, ya que funciona técnicamente como un combustible líquido, al igual que las naftas o el gasoil.
La idea promete generar un debate no sólo con las empresas productoras y estaciones de servicio, unas porque deberían producirlo en cantidades suficientes y otras porque deberían invertir en adaptar sus instalaciones para venderlo. También generará resistencias entre los legisladores del oficialismo: a través de un proyecto de ley con trámite parlamentario, éstos están propiciando una reconversión de los colectivos pero al gas natural comprimido (GNC).
Menos sorprendente resulta su visión sobre los problemas del sector, entre los que identifica “la distorsión” en el consumo que genera el actual sistema tributario. Como las naftas soportan más impuestos que el gasoil, en los últimos años hubo un desplazamiento hacia este último, lo que generó hábitos de consumo contrarios a la matriz de producción de las refinadoras: hoy hay sobrante de naftas pero se cubre con esfuerzo la demanda de gasoil.
Por escrito y antes de ocupar su actual sillón de funcionario, Cámeron también reconoce que los controles sobre la calidad de los combustibles en el mercado local son muy frágiles y que existe alta evasión, básicamente por el estiramiento o “sopas” (añadido de solventes a las naftas) o por la venta de la nafta patagónica desgravada en el resto del país, donde éstas no están exentas.
A juicio del colaborador de Julio De Vido y hombre de confianza del Néstor Kirchner, esas son algunas de las debilidades más notorias del sector, a cuyas empresas reconoce haber invertido 50 mil millones de dólares en la década del 90 y haber incrementado su producción entre un 60 y un 95 por ciento, según los rubros.
Pero “como contrapartida de esos logros”, el secretario apunta la “alta volatilidad del precio de los combustibles, que quedaron subordinados a las variaciones de los mercados internacionales”. Sin embargo, en el aludido trabajo no hay ningún indicio de que le vaya a sugerir al Presidente algún mecanismo para forzar esa desvinculación. Lejos de hacerlo, Cámeron advierte que las actuales retenciones a las exportaciones de crudo y combustibles amenazan “paralizar” la exploración de petróleo, algo que ocurriría si el barril se cotizara por debajo de los 21 dólares en el mercado internacional. Pero para tranquilidad del secretario, ningún especialista hoy considera que este valor podría descender más allá de los 24 o 25 dólares.

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