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Economía|Lunes, 10 de junio de 2013
Temas de debate: Los países de Europa insisten con las políticas de ajuste fiscal

Tropezar dos veces con la misma piedra

La Zona Euro exhibió una caída de 0,2 por ciento en el PBI en el primer trimestre, alcanzando así la recesión más larga de su historia. Ese es el resultado de las reiteradas políticas de recorte de gastos que vienen aplicando.

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Producción: Tomás Lukin

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¿Ideología, locura o torpeza?

Por Guido Zack * y Fernando Zack **

El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, o loca es la persona que realiza dos veces lo mismo y espera obtener resultados diferentes. Ambas frases trilladas resultan útiles para describir ciertos aspectos de la conducta humana. En estos casos, resistencia a aprender de experiencias pasadas y negación de la realidad. Las recientes estadísticas de los países de la Zona Euro exhibieron una caída de 0,2 por ciento en el PBI, alcanzando así la recesión más larga de su historia. De los países más grandes, sólo Alemania se salva –y por muy poco– de estar en tal situación. En cambio, Francia mostró la cuarta caída en los últimos cinco trimestres, mientras que Italia y España están a un trimestre de cumplir dos años de continua contracción de sus respectivos productos.

Esta mala noticia dudosamente puede sorprender a ninguno de sus líderes políticos, ya que a partir de 2010 comenzaron a revertir los estímulos fiscales llevados a cabo para enfrentar la crisis de 2008, antes de que el sector privado estuviera capacitado para liderar la demanda agregada. Asimismo, esta política fue fomentada por una temerosa autoridad monetaria, el Banco Central Europeo, que se ha negado a intervenir de forma activa comprando deuda pública, sin exigir a cambio la aplicación sistemática de políticas de ajuste fiscal y recorte de gastos.

Si hay algo que caracteriza a los dirigentes que gobiernan en esos países es su ilustración e importante formación. Cuesta creer que esperen ver florecer la producción, la demanda y el empleo, implementando las mismas políticas que fracasaron en sacar de la recesión tanto al mundo desarrollado en el pasado, como al mundo en desarrollo. Sin embargo, la situación es aún más sorprendente, ya que podrían apelar al ejemplo argentino, no para observar lo que debe evitarse sino para analizar cómo hizo nuestro país para salir de la peor de sus crisis e iniciar uno de sus períodos de más largo crecimiento en toda su historia. Si bien es cierto que la salida del euro tiene costos políticos y económicos más importantes en relación con la salida de la convertibilidad, no es menos cierto que la Zona Euro –a diferencia de Argentina en aquella época– cuenta con un banco central que posee todas las herramientas.

Pero no es necesario que “bajen la vista” hasta un país periférico como Argentina, ni que miren al pasado. Pueden observar lo que están haciendo Japón y Estados Unidos. Ambos países mantienen políticas monetarias y fiscales expansivas y sus bancos centrales compran continuamente no sólo deuda pública sino también privada.

En efecto, el Banco de Japón se propuso duplicar la base monetaria en un plazo de dos años y el gobierno anunció obras públicas por un monto de 130.000 millones de dólares. Los primeros resultados del plan son mejores a los esperados, pues el primer trimestre del presente año presentó un crecimiento desestacionalizado de 0,9 por ciento, escapando así de la recesión e incrementando todas las previsiones de los próximos períodos.

Estados Unidos viene implementando este tipo de políticas desde el inicio de la crisis. Los resultados saltan a la vista, ya que después de la caída inicial de finales de 2008 y principios de 2009, no volvió a mostrar tasas de variación del PIB negativas y lograron reducir la tasa de desempleo hasta el 7,7 por ciento, luego de haber rozado el 10 por ciento. Pero un dato reciente sorprendió a los analistas: a pesar de los estímulos fiscales, el déficit del país no sólo se redujo, sino que va a presentar valores menores a los esperados. Esto contrasta con la dificultad que tienen varios países europeos para mejorar sus cuentas fiscales por la vía del ajuste. Así, se podría pensar que en ciertas circunstancias la forma más efectiva de mejorar el resultado fiscal no es a partir de políticas contractivas.

Un dato a tener en cuenta de las políticas de estos dos países es comprender que la expansión monetaria (“darle a la maquinita”) que vienen implementando con el argumento de reducir las tasas de interés y así fomentar la demanda privada genera una ampliación de la oferta de yenes y dólares que reduce su precio de mercado. En otras palabras, apelan a devaluaciones para hacer más competitiva su economía, beneficiándose no sólo del mayor gasto interno, sino también de la demanda externa. Esto podría llevar a la denominada “guerra de divisas”, algo desde ya no deseado. Pero en caso de darse esta “batalla”, a diferencia de las guerras reales, quien no entra (hasta ahora el Banco Central Europeo) suele ser el que resulta más perjudicado.

En definitiva, los habitantes de países como España, Grecia, Portugal, Italia e incluso Francia se encuentran ante uno de dos grandes problemas: o sus gobernantes son negadores de que tropiezan dos veces con la misma piedra e impermeables a las experiencias pasadas, o son cínicos e indiferentes ante las consecuencias sociales en términos de pobreza y desempleo de las políticas que implementan. Cualquiera de las dos opciones presagia un mal desenlace para el sur de Europa y un fuerte ajuste en el nivel de vida de sus habitantes.

* Investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos (Ielat) de la Universidad de Alcalá (UAH), España.

** Director ejecutivo de SIDbaires.


La alternativa heterodoxa

Por Martín Fiszbein * y Martín Guzmán **

La experiencia reciente de Europa trae recuerdos de los últimos años de la convertibilidad en Argentina. Las políticas de austeridad fiscal siguen siendo impulsadas frente a situaciones de recesión. Cuando son aplicadas, sus resultados proporcionan nueva evidencia de que los ajustes fiscales convencionales, en lugar de ayudar a salir de las recesiones, las agravan.

El fracaso de las políticas de austeridad en tiempos de recesión se explica por la lógica simple del multiplicador keynesiano. Una disminución del gasto público reduce la demanda agregada, por lo cual las firmas venden menos y tiende a aumentar el desempleo. De este modo, la contracción del gasto genera reducciones de magnitud ampliada en la demanda agregada, la producción y el empleo. La caída de la actividad puede reducir la recaudación tributaria incluso más que la reducción inicial del gasto. La teoría macroeconómica nos explica así por qué los ajustes fiscales en las recesiones pueden terminar produciendo efectos contrarios a los deseados.

Los argumentos a favor de la austeridad no sólo fallan en el análisis de sus efectos de corto plazo, sino que además parten de un equívoco sobre el horizonte temporal relevante en el análisis del equilibrio fiscal. El equilibrio de las cuentas fiscales en el largo plazo es fundamental para la estabilidad macroeconómica, pero esto no implica que deba buscarse período a período. Lo que importa es la sostenibilidad de la deuda en el largo plazo. La austeridad afecta negativamente a la capacidad de crecer, y por lo tanto empeora las perspectivas de la sostenibilidad de la deuda. Cuando una economía está en recesión, la reactivación debe ser el objetivo primordial de la política económica. Sin reactivación, la recuperación fiscal es improbable e incompatible con el equilibrio social.

Cuando hay financiamiento disponible, las políticas de reactivación deben incluir un incremento del déficit en el corto plazo. En el caso de las economías desarrolladas, que típicamente tienen acceso a financiamiento barato aún en situaciones de recesión, el sinsentido de las prescripciones de austeridad resulta aún más flagrante. Las inversiones en educación, infraestructura y tecnología, que tienen retornos sociales altos, son doblemente convenientes durante las recesiones, por su contribución a la reactivación de la demanda agregada en lo inmediato y por sus efectos positivos en el largo plazo.

Aun si un país en recesión no puede financiar un incremento del déficit, es posible aumentar el gasto y la recaudación impositiva en la misma magnitud, lo cual incrementa la demanda agregada porque el gasto va íntegramente a demanda, mientras que el dinero de los impuestos hubiera sido parcialmente atesorado por el sector privado. El “multiplicador del presupuesto equilibrado” (así llamado en los libros de texto) permite empujar la reactivación sin incrementar el déficit.

Dado el nivel del gasto, la maximización del impacto expansivo de las políticas fiscales requiere de una composición atinada de las partidas de gasto y de un diseño de las regulaciones que fomente los incentivos del sector privado para invertir. Los fondos que usualmente se asignan al rescate de bancos cuyos beneficios provienen principalmente de prácticas abusivas de tarjetas de crédito y de la comercialización de derivados financieros deberían ser redirigidos a usos más productivos, como la promoción de créditos a pequeñas y medianas empresas (las más dinámicas en la creación de empleo) y a inversiones públicas que incrementen la capacidad productiva de la economía. También tendrían efectos positivos en la demanda agregada cambios en las cargas impositivas que fomenten la reinversión de utilidades.

Cuando no es posible financiar una política fiscal expansiva, la alternativa final es el reconocimiento por parte de acreedores y deudores de que las deudas no son sostenibles y deben reestructurarse. Las reestructuraciones no son un atentado a la ética: cuando los países se endeudan, pagan una prima de riesgo por los bonos que emiten, justamente porque se reconoce por anticipado que en ciertas instancias no es posible pagar. Así como las quiebras les permiten a las empresas reorganizarse, las reestructuraciones de deuda se lo permiten a los Estados.

Frente a recesiones en las que los sectores privado y público enfrentan problemas de solvencia, las políticas mencionadas (aumento del déficit financiado con endeudamiento, aumento del gasto financiado con impuestos, planeamiento certero de la composición del gasto, reestructuración de deudas) son alternativas de política que pueden contribuir a la reactivación de la economía. La austeridad fiscal no lo es.

* Economista de la Universidad de Buenos Aires, doctorando en Economía de Brown University.

** Doctor en Economía de Brown University, investigador en Columbia University.

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