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Economía|Miércoles, 26 de junio de 2013
La distribución del ingreso experimentó una leve mejora en un contexto internacional difícil

Una torta que se sostiene pese a la crisis

La diferencia de ingresos por hogar entre el 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobre bajó a 14,2 veces en el primer trimestre, contra 14,9 de un año atrás. La Asignación Universal por Hijo y las jubilaciones jugaron un papel clave.

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El índice de Gini, que mide la desigualdad del ingreso, pasó de 0,375 entre enero y marzo de 2012 a 0,372 en igual lapso este año.

La distribución del ingreso se mantuvo prácticamente inalterada durante el primer trimestre del 2013 si se la compara con el mismo período del año pasado y exhibió una leve caída en relación con la fotografía de fines de 2012. Los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que elabora el Indec reflejan cómo, a pesar de la marcada ralentización económica local y sus principales socios comerciales, las transferencias de ingresos desde el Estado –las jubilaciones y la Asignación Universal por Hijo (AUH)– junto con la fortaleza relativa del mercado de trabajo permiten sostener el escenario distributivo sin retrocesos a diferencia del deterioro registrado en la crisis de 2009. En ese escenario, el índice de Gini, que mide la desi-gualdad del ingreso, donde “cero” representa el nivel de mayor igualdad y “uno” el de mayor desi-gualdad, pasó de 0,375 entre enero y marzo de 2012 a 0,372 en el primer trimestre del año. Si se compara contra el último trimestre del año pasado, el indicador refleja una caída, ya que en ese momento el coeficiente bajó hasta 0,364 puntos.

El informe difundido ayer por el Indec evidencia que el 10 por ciento de los hogares más pobres recibió el 2,0 por ciento de los ingresos totales mientras que el 10 por ciento más rico de las familias concentró el 28,2 del ingreso total. Así, la diferencia entre la parte de la torta que se apropian los hogares más ricos y los de menores recursos llegó a 14,2 veces, por debajo de la brecha de 14,9 veces observada en el primer trimestre del año pasado. Por su parte, la diferencia del ingreso medio per cápita familiar entre los hogares más vulnerables y los más acaudalados llegó a 18,3 veces. En el mismo período del año pasado, esa distancia era mayor, 19,3 veces, y en 2006 la brecha rondaba las 28 veces. Entre 2009 y 2010 se registró un estancamiento en la distribución del ingreso explicado por la crisis económica internacional. Desde entonces, los indicadores volvieron a mostrar mejoras aunque, como remarcan diferentes analistas y reconocen desde el Gobierno, la dinámica no exhibe el mismo comportamiento positivo que en años previos, fundamentalmente como consecuencia del menor dinamismo laboral.

Los datos publicados ayer arrojan que desde 2003 el índice de Gini se redujo alrededor de 20 por ciento. Una investigación realizada por Soledad Villafañe, investigadora de la Dirección de Estudios y Coordinación Macroeconómica del Ministerio de Trabajo, concluyó que el 62 por ciento de la caída en la desigualdad hasta 2012 estuvo explicada por el mercado de trabajo: el aumento en el empleo registrado y los ingresos laborales de las familias (las negociaciones salariales). Esa dinámica se observa con mayor intensidad entre los deciles más bajos de la distribución que también fueron “beneficiados” por los sucesivos incrementos del salario mínimo.

El mercado de trabajo no fue el único factor de reducción de las desigualdades, sino también la expansión del sistema de protección social, que incrementó los ingresos no laborales. La mejora de la cobertura e ingresos provenientes de las jubilaciones y pensiones –tanto el aumento automático del haber como la inclusión de más de 2,5 millones de individuos en el sistema– y la implementación de la Asignación Universal por Hijo explicaron cerca del 37 por ciento de la mejora distributiva. Según explica Villafañe, “el incremento del ingreso proveniente de estas fuentes ha sido significativamente mayor en los hogares de ingresos bajos y medios (deciles 1 al 6), lo cual resulta determinante a la hora de analizar la mejora en la desigualdad”.

El “estancamiento” que evidencia el mercado de trabajo –en el primer trimestre de 2013 la tasa de desocupación subió hasta 7,9 por ciento, 0,8 punto más frente al mismo período del año anterior, aunque no respondió a la destrucción neta de puestos de trabajo sino a la incorporación de más personas buscando empleo–, permiten arriesgar que las transferencias monetarias cumplen un rol más relevante para evitar un deterioro distributivo. La actualización de la AUH y las jubilaciones y pensiones por encima del promedio de las mejoras salariales y cualquier medición de inflación opera con más fuerza en la preservación de la distribución del ingreso.

En términos de ingresos per cápita dentro del núcleo familiar, los sectores más vulnerables tuvieron en el primer trimestre una mejora interanual de sus ingresos del 30,1 por ciento, mientras que en los más acaudalados fue del 23,4 por ciento. Precisamente, la mejora en el primer grupo da cuenta de la incidencia de la Asignación Universal por Hijo y las jubilaciones y pensiones.

A pesar de las mejoras distributivas observadas desde 2003, todavía persisten importantes brechas de ingresos entre los hogares argentinos. En el primer trimestre de 2013, el 40 por ciento más pobre de las familias –equivalente al 34,2 por ciento de la población– concentró el 15,7 por ciento de los recursos totales. Por su parte, el 10 por ciento de los hogares más ricos –el 12 por ciento de la población– acaparó el 28,3 por ciento del ingreso total. El 10 por ciento más pobre de los hogares, según la EPH, tiene ingresos entre 70 y 2130 pesos, mientras que en el otro extremo los ingresos declarados van de 15.000 a 141.200 pesos.

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