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Economía|Lunes, 8 de julio de 2013
Temas de debate: Evolución del comercio exterior durante el kirchnerismo

La estrategia en el frente externo

Entre 2003 y 2012 la participación de los productos primarios dentro de las exportaciones cayó del 73 al 69 por ciento, constituyéndose en una excepción regional. Cuáles fueron las causas, qué problemas se enfrentan en la actualidad y qué perspectivas se abren para el futuro.

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Producción: Tomás Lukin

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Pocos cambios estructurales

Por Daniel Schteingart *

Durante la última década tuvo lugar un cambio en los precios relativos a nivel mundial entre los bienes manufacturados (BM) y los productos primarios (PP), a favor de estos últimos. El acelerado crecimiento de China e India implicó una mayor demanda de PP, lo cual derivó en un alza de sus cotizaciones. En consecuencia, el flujo mundial de mercancías tendió a primarizarse. Por ejemplo, si en 2002 los PP representaban el 24 por ciento del total intercambiado mundial, en 2012 pasaron a componer el 35 por ciento. La contrapartida fue una menor relevancia de los BM, que cayeron del 76 al 65 por ciento. En América latina este proceso se dio con una mayor magnitud: los PP pasaron del 41 al 58 por ciento del total exportado, con la consiguiente caída de la participación de los BM. En este contexto, la trayectoria argentina ha sido considerada por diversos analistas como una excepción regional, ya que a primera vista su canasta exportable es más compleja que la observada diez años atrás. Si bien es cierto que entre 2003 y 2012 la participación de los PP cayó del 73 al 69 por ciento, hay que tomar en cuenta varios factores que matizan dicha afirmación:

En primer lugar, en relación con el año de comparación: en el período 1996-2012, el año 2003 fue el de las exportaciones más primarizadas. El último año de crecimiento de la convertibilidad (1998) presentó niveles de primarización menores a los de 2012 (65 contra 69 por ciento), lo cual muestra que no se logró complejizar la canasta exportable respecto del mejor momento de la convertibilidad. Si nos enfocamos en la posconvertibilidad, veremos que el crecimiento de la participación de los BM se dio entre 2003 y 2006, para luego estancarse y, en los últimos años, dar lugar a una incipiente reprimarización.

Si se descomponen los BM según su contenido tecnológico (esto es, bajo –textiles, calzado, indumentaria o muebles–, medio –autos, tubos de acero sin costura, productos químicos, bienes de capital– y alto –medicamentos, electrónica o aviones–) veremos que los patrones de especialización heredados de los ’90 se han mantenido prácticamente intactos. Fueron la rama automotriz, junto con la química y farmacéutica –todas ganadoras en los ’90– las que lideraron el proceso de crecimiento de las exportaciones industriales en los últimos años, en tanto que rubros importantes para la generación de capacidades tecnológicas locales como el de bienes de capital tan sólo pudieron expandirse entre 2003 y 2008 y, desde entonces, sus ventas externas se han estancado.

Cabe agregar que la industria automotriz –la más importante dentro de nuestras exportaciones de BM– posee reducidos niveles de valor agregado local (tan sólo el 30 por ciento) y escasos esfuerzos de investigación y desarrollo (I+D). A diferencia de lo que ocurre en los países desarrollados, sus ligazones con el resto del aparato productivo son menos virtuosas, tanto en términos de creación de empleo indirecto, como del derrame de conocimientos tecnológicos o de ahorro de divisas.

Es necesario considerar la situación en el sector energético, que vio reducir sus cantidades exportadas en un 75 por ciento en la última década. En tanto los combustibles son PP, de haberse mantenido constantes dichas cantidades (en un contexto de fuerte aumento de los precios de exportación de este tipo de bienes), las ventas externas argentinas seguramente se habrían primarizado más.

La ausencia de un cambio significativo en el perfil exportador de nuestro país se debe a la insuficiencia de las políticas industriales aplicadas en la posconvertibilidad, que no lograron generar una mayor transformación de la estructura productiva heredada tras 25 años de desindustrialización. La sofisticación de las exportaciones, si está acompañada de un mayor valor agregado local y de crecientes gastos en I+D también locales, es una clara señal de desarrollo económico, en tanto implica la creación de puestos de trabajo de mayor calificación, y con mayores niveles salariales, lo cual redunda en una mejor calidad de vida para la sociedad. Asimismo, una mayor primarización de las exportaciones puede no ser una mala noticia si se incorpora I+D a los recursos naturales, como ocurre en países como Canadá o Australia. Para todo ello, se vuelve necesario minimizar la volatilidad del tipo de cambio real, junto con la implementación de más y mejores políticas industriales. Para lograrlo, será crucial una mayor coherencia y coordinación entre las distintas dependencias estatales (ministerios de Industria, Ciencia y Tecnología, y Economía, INTI, INTA, banca pública e instituciones provinciales y municipales), que deberán nutrirse de un mayor número de cuadros técnicos con autonomía de las presiones corporativas, pero a la vez con voluntad industrialista y diálogo con el sector privado.

* Sociólogo. Miembro de SIDBaires y becario Conicet en Idaes/Unsam.


Ecos del modelo

Por Federico Cagnani y Gustavo Smith *

Durante el primer trimestre de 2013, el saldo comercial de 2006 millones de dólares sufrió una caída del 36 por ciento con relación al mismo período del año pasado. Los análisis que enfatizan ese comportamiento olvidan mencionar que a lo largo de los últimos diez años el sector externo mantuvo un superávit. Sin embargo, es importante ensayar algunas explicaciones que permitan entender los motivos de esa disminución.

El análisis de los datos muestra que las exportaciones se contrajeron un 2,5 por ciento, mientras que las importaciones aumentaron un 4,6 por ciento respecto del mismo período de 2012. La contracción de la demanda externa refleja la pobre evolución que vienen teniendo las economías de muchos de los socios comerciales argentinos, mientras que el aumento de las importaciones demuestra los objetivos del gobierno nacional para no dejar enfriar la actividad económica, preservar el crecimiento, el empleo y el salario, más allá de las presiones para obrar en contrario. En ese sentido, cabe recordar que para los años 2011 y 2012 la economía de la Eurozona creció sólo un 1,5 por ciento y cayó 0,6 por ciento, respectivamente, Brasil un 2,7 y 0,9 por ciento, y Estados Unidos un 1,8 y 2,2 por ciento, mientras que la Argentina creció un 8,9 y 1,9 por ciento. Durante 2013 parece que va a continuar la misma tendencia; en el primer trimestre, Brasil creció sólo un 0,6 por ciento, mientras que la Argentina lo hizo un 3 por ciento.

Ante la caída de la demanda externa, el gobierno intentó diversificar los mercados, buscando socios comerciales en países emergentes menos afectados por la crisis mundial. Así, en 2012 se realizaron numerosas misiones comerciales a destinos no tradicionales de Asia y Africa, con un crecimiento de los envíos hacia esos destinos.

Además, desde el punto de vista cualitativo, el crecimiento de las importaciones se observó en rubros relacionados con el fortalecimiento del tejido industrial, como bienes de capital, energía, insumos productivos y vehículos de transporte. El crecimiento de las compras en esos rubros es un fenómeno muy común en economías en proceso de desarrollo industrial. La clave reside en cómo financiar dichas importaciones o cómo reemplazarlas paulatinamente con producción nacional. En este sentido, la estatización de YPF, con el objetivo de alinear el funcionamiento de la empresa a los requerimientos del modelo industrialista, es una muestra más de que el gobierno mantiene la iniciativa frente a los desafíos que puedan surgir con el proceso de desarrollo, como es el caso de las necesidades energéticas del sector productivo.

La otra cara de la recomposición que viene mostrando la industria es el incremento de la participación de las exportaciones de manufacturas de origen industrial (MOI), que representaron un 35 por ciento del total, un 1 por ciento más que en el primer trimestre de 2012, ubicándose como el primero de los grandes rubros. Pero lo más relevante es el manejo que viene haciendo el gobierno de la política macroeconómica. La balanza comercial es una de las tantas cuentas que integran el balance de pagos, instrumento que refleja las relaciones económicas internacionales entre los países. En este tema, el principal escollo histórico que ha tenido la industrialización de país es la escasez de moneda extranjera para expandir su producción fabril.

Por este motivo, el gobierno viene implementando desde hace un tiempo diversos instrumentos para controlar variables sensibles del balance de pago. Esto le permite aumentar o disminuir la oferta y/o la demanda de algunos bienes según sus objetivos políticos y económicos.

Entre esos instrumentos se destacan: la defensa de las retenciones a las exportaciones para contrarrestar a nivel local el aumento de los precios internacionales; la aplicación a partir de la crisis mundial de 2009 de medidas antidumping y de licencias automáticas para evitar que el mercado local se inunde de productos que dañen a las industrias; la política de reservas internacionales, interviniendo en el mercado cambiario para contrarrestar los vaivenes del mercado y defender la competitividad del tipo de cambio; la administración que viene realizando la AFIP, desde 2012, del sistema de compra-venta de moneda extranjera para combatir la fuga de capitales; la aplicación de acuerdos comerciales incluida la incorporación de Venezuela al Mercosur, y la vigorosa política de desendeudamiento de pago con reservas, que a futuro descomprime la necesidad de dólares para el pago de intereses.

Gracias a todo esto, en el primer trimestre de 2013 la cuenta financiera obtuvo un superávit de 1261 millones de dólares, frente a un déficit de 2267 millones en 2011, antes de las medidas. Esto permitió compensar la caída del saldo comercial, dado el aumento de las importaciones, sin sufrir presiones sobre el tipo de cambio que terminaran en una devaluación y una consecuente disminución del salario real del trabajador, y sin tener que restringir fuertemente la compra de insumos necesarios para la producción.

* GEENaP - Economía del Bicentenario.

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