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Economía|Domingo, 28 de julio de 2013
AGRESION VERBAL, DESCALIFICACION Y POCAS IDEAS EN EL DISCURSO INAUGURAL EN LA RURAL

Cara nueva con golpes de otra época

La inauguración de la Sociedad Rural no contó con la participación opositora esperada, aunque el discurso de su titular fue de una virulencia sorprendente contra el Gobierno.

Por Raúl Dellatorre
Luis Etchevehere encabezó la inauguración de la Exposición, con compañía cercana de Macri y De la Sota.
Imagen: DyN.

En lo discursivo, fue la inauguración esperada por los dirigentes participantes, por la dureza y agresividad de la palabra del anfitrión, el titular de la Sociedad Rural, contra la presidenta de la Nación y su gobierno. En concurrencia, en cambio, al acto opositor le quedó flaca la participación. Luis Miguel Etchevehere, el sucesor de Hugo Biolcati, se debió conformar con la compañía de los dirigentes “de siempre” del sector (Mesa de Enlace ampliada con Alfredo De Angeli y Gerónimo Venegas incluidos) y un puñado de lo más “rancio” (más extremadamente de derecha en el arco opositor) de la dirigencia política. Bien cerquita a un lado, Mauricio Macri. Muy próximo a su izquierda, José Manuel de la Sota. Otros ocuparon sillas en filas más atrás o intercambiaron abrazos o apretones de mano entre bambalinas (Francisco de Narváez, José Ignacio de Mendiguren). Pero fueron el jefe de Gobierno porteño y el gobernador cordobés los que no sólo le sirvieron de marco en la foto principal sino, principalmente, le impregnaron su estilo al discurso: frases cortas y contundentes, descalificación de toda acción oficial, acusaciones de responsabilidad de todo lo malo y una ausencia de argumentos o fundamentos sólidos que sostuvieran una idea. A un año de distancia, hasta la pieza oratoria de despedida de Biolcati con evocaciones al modelo de país que soñaba la aristocracia porteña a fines del siglo XIX, sonó ahora más lúcida y refinada.

Etchevehere inició su discurso bien leído pero mal actuado con una evocación a un anuncio de Cristina de enero de 2008. “El locutor anunció su presencia así como el locutor acaba de anunciarme a mí; se acercó al micrófono así como yo hice en este instante, miró al público así como yo los estoy mirando a ustedes...”, arrancó el presidente de la Sociedad Rural leyendo el texto que alguien le habrá preparado con un histrionismo que él no supo transmitir. Era, simplemente, el pie para iniciar una larga sábana de ataques al Gobierno relatando promesas incumplidas, aseveraciones refutadas desde la negación sin argumentos, que eran una a una presentadas o rematadas con la afirmación “Mienten”.

No sólo por el tipo de discurso, sino además por los reiterados y exagerados agradecimientos a Macri, el posicionamiento de Etchevehere quedó demasiado identificado con los colores del PRO. Su virtual jefe político, sin embargo, no se veía de rostro muy a gusto, quizá porque la flaca concurrencia política le frustró lo que imaginó un golpe de alto impacto contra el Gobierno, en el cual él aparecería como referente central. Sergio Massa, el massmediático candidato a diputado bonaerense, se puso a sí mismo y a los suyos en un cuidadoso tercer o cuarto plano, dejando para otro momento la respuesta que le exige Macri para que “se defina”. Los radicales, esta vez, parecen haber elegido unánimemente no participar del convite, dudando de las ganancias de aparecer en esa foto en tiempos electorales. No obstante, Etchevehere tuvo que tirar todos los disparos que tenía preparados aunque el clima no invitaba a celebrar con fuegos artificiales.

“Mienten, desde los índices económicos hasta el pensamiento de nuestros próceres. Mienten, desde los antecedentes profesionales hasta las declaraciones juradas de los funcionarios. Mienten, día tras día mienten. Y así van construyendo un interminable rosario de anuncios incumplidos, de datos falsos y de enemigos inexistentes”, leyó Etchevehere, alargando a veces las pausas en busca del aplauso que se demoraba en llegar, pasando la lengua sobre la encía superior en un tic que denunciaba la búsqueda del tono con el que retomar. El discurso no despertaba entusiasmo en las tribunas semiocupadas, tampoco generaba risas cómplices o guiños de parte de los más acomodados invitados especiales y supuestos compañeros de ruta. Para peor, todos sabían que hasta la transmisión en directo de los canales de cable que han acompañado a la dirigencia rural paso a paso desde el 2008, en cualquier momento iba a ser interrumpida para pasar a la imagen y la voz del papa Francisco recibidas desde Brasil. Curiosa contradicción la que hoy enfrenta esta derecha.

“La única verdad es la realidad, como decía... Aristóteles”, leyó Etchevehere estirando la pausa, sin que nadie percibiera la gracia. “Y la realidad es muy diferente de los anuncios oficiales, que pretenden sostener un modelo que ha fracasado, y elogiar una gestión caracterizada por la corrupción y la ineficiencia”, prosiguió. Si José Alfredo Martínez de Hoz hubiera llegado vivo a esta inauguración, seguramente habría evocado con este discurso, otros que él mismo pronunciaba en el ’75, como titular del CEA, con respecto al gobierno de Isabel preparando el golpe de marzo del ’76. Son otros tiempos, y otra realidad política, afortunadamente. Etchevehere, sin embargo, siguió lanzando:

“Mienten sobre la pobreza y la indigencia, ocultan la verdad alterando los índices que determinan que estos flagelos han crecido (...): Mienten cuando anuncian progresos y mayor inclusión en la educación argentina, (cuando) las escuelas estatales reciben cada vez menos chicos. Argentina se ubica entre los últimos países de América en calidad educativa”, dijo sin citar fuente.

Leyó párrafos cargados de otras descalificaciones más conocidas respecto de las propuestas para democratizar la Justicia, de “la plata negra escondida”, de un “aparato colosal propagandístico”, de “descomunales y descontrolados presupuestos, destinados a exaltar los presuntos éxitos del modelo y de la gestión de estos años, a los que denominan la década ganada”.

Finalmente, a Etchevehere le llegó el turno de hablar del agro. “Tenemos una política agropecuaria insólita, y nos quedamos sin el trigo, sin la harina y sin la torta”, intentó nuevamente ser irónico. “El mundo se nos cayó encima, señora Presidenta, y su gobierno dilapidó esas oportunidades y malgastó en subsidios, politiquería barata, prácticas populistas, corrupción y propaganda”, leyó disparando ya munición clasista. Por último, terminó reclamando volver a un Estado ausente y dejar las manos libres a una “producción” que se considera capaz de todo. De producir, exportar y, por supuesto, definir cómo y para quién se distribuye. De esto, en definitiva, es de lo que se trata.

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