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Economía|Jueves, 20 de mayo de 2004

Argentina año verde o cómo crecer como si no fuéramos Argentina

El país que imagina Roberto Lavagna para los próximos 15 años no contiene pronósticos que pequen de optimistas. El crecimiento promedio sería sólo del 3%. Pero supone una “economía normal”, desconocida en la historia argentina.

Por Maximiliano Montenegro
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“Argentina año verde.” Así podría llamarse el escenario que imaginan en el equipo económico para los próximos 15 años, el cual forma parte de la propuesta a los acreedores privados. Lejos de pecar de optimistas, los pronósticos son bastante cautos, ya que toman en cuenta las nuevas condiciones de la economía mundial. Para el 2004, se prevé un crecimiento del PBI del 5,5 por ciento, mientras que para los años subsi-guientes la tasa de expansión promedio sería del 3 por ciento, en lugar del 4 por ciento incluido en la propuesta original. Sin embargo, el gran supuesto de base es que Argentina se comportará como “una economía normal”, similar a los países desarrollados, y no como durante toda su historia.
Los números que presentará el Ministerio de Economía a los acreedores contemplan el cambio en la economía internacional: suba de la tasa de interés, aumento del precio del petróleo, desaceleración de China y de la economía mundial y caída de los commodities. Ese escenario contempla dificultades para Brasil en un futuro cercano, pero nada siquiera cercano al desbarajuste que provocaría en la región una situación de default del socio mayor. “No podemos hacer una propuesta a los acreedores que incluya un escenario de caos. Es ridículo”, se atajan, con sentido común, en Economía.
En este hipotético contexto internacional, además, no todas son pálidas. Por ejemplo, se asume que la baja en la cotización de los commodities (como la soja), ocurrida en el último mes, no es el inicio del tobogán en los típicos ciclos de precios de los productos primarios. Al contrario, se supone que hay un cambio estructural en el comercio internacional, y por lo tanto, pese a la ralentización de la expansión china, todavía hay margen para una demanda sostenida de las exportaciones argentinas.
Así las cosas, pasado el 2004 (con invierno y todo), la economía debería tender a una tasa de crecimiento promedio del 3 por ciento. Esa módica meta de crecimiento, para un país que viene corriendo desde tan abajo, conlleva diversas implicancias desde el punto de vista de la creación de empleo o de la mejora de ingresos.
Pero, además, significa que la pauta de superávit fiscal acordada con el Fondo Monetario –o prometida a los acreedores– no podría ser creciente, más allá del 3 por ciento del PBI comprometido para este año. Al contrario, debería tender a reducirse. Un superávit mayor no sería sostenible en el tiempo; entre otras cosas, porque, actualmente, el Fisco cuenta con ingresos excepcionales producto de retenciones a las exportaciones con precios record.
El escenario base presupone ciclos de expansión de 3 a 4 años y de recesión de alrededor de 1,5 año. En los “picos”, la economía podría crecer, entonces, al 5 por ciento, y en los “valles” contraerse al 1 por ciento.
Nótese que estos ciclos “suaves” son mucho más parecidos a lo que sucede en las economías desarrolladas que lo que muestra la historia argentina, donde las fases de expansión y recesión fueron siempre mucho más pronunciadas. La convertibilidad exacerbó la violencia de los ciclos (salto del 8 por ciento en el ’93, caída del 6 por ciento en el ’95; crecimiento del 9 por ciento en el ’97, derrumbe del 10 por ciento en el 2002), pero el fenómeno se comprueba en otras décadas.
Hay elementos que dan lógica a la hipótesis de que en esta ocasión (por primera vez) puede ser distinto. Por caso, todavía nadie avizora la “restricción externa” (de balance de pagos) en el horizonte, característica sobresaliente de los llamados modelos de “stop and go”, que tan bien describen el funcionamiento de la economía durante la segunda mitad del siglo XX.
Aun en el mejor de los casos, el modelo ideado por Economía supone que (¿en el 2005?, ¿en el 2006?) llegará el fin de la etapa “feliz” de reactivación. Es una obviedad. Pero no lo es la siguiente pregunta: ¿cómo reaccionarán la dirigencia política y la sociedad ante la primera recesióndespués de la debacle del 2001? ¿Lo hará al “estilo norteamericano”, esperando a que aclare, o al argentino, temiendo acercarse una vez más precipicio? ¿Y los “inversores” que para entonces, se espera, estarán de vuelta?
En el peor de los casos, la recesión llegaría antes, en los últimos meses del 2004. Pero ese no sería un “escenario normal”.

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