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Economía|Lunes, 21 de junio de 2004
EN CHINA, SOLO LA CLASE ALTA SUPERA A LA POBLACION ARGENTINA

El sueño de vender más que soja

El jueves, Néstor Kirchner emprende una gira hacia China acompañado por gobernadores y una comitiva gigantesca de empresarios. Aquí las claves de la economía china y del comercio bilateral.

Por Claudio Scaletta
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Néstor Kirchner en la escalerilla. Un camino que se volverá
habitual en los próximos días.
La comitiva que, en pocos días más, acompañará al presidente Néstor Kirchner a China será la más importante misión al exterior, no sólo de su gestión sino de los últimos años. Además de gobernadores provinciales y los principales integrantes del gabinete, estarán representadas prácticamente todas las áreas del Estado y del sector privado. Desde los bancos y empresas públicas a los mercados de valores, cámaras de comercio, de industria, grandes exportadores, todas las entidades del agro, empresas de combustibles, alimentos, construcciones, laboratorios, aeropuertos y automotrices. Bastante para un país que representa menos de la décima parte de las exportaciones argentinas. Pero quizá no tanto para un mercado gigantesco del que la Argentina participa hoy apenas y cuyo crecimiento acelerado despierta en los empresarios locales sueños de expansión infinita.
El viaje a China durará alrededor de 11 días. “Alrededor” porque incluirá la circunnavegación terrestre. La duración de esta travesía siempre originó diferencias. La expedición de Magallanes-El Cano lo demostró por primera vez al completar el periplo con un día de diferencia entre la fecha de España y la que constaba en el cuaderno de bitácora. Para quienes permanezcan en tierra, en cambio, habrá menos dudas. El viaje se extenderá entre el próximo jueves 24 y el domingo 4 de julio. Sus razones no serán muy distintas a las que, en los albores del capitalismo, impulsaron a las potencias europeas a aventurarse más allá del Atlántico: la búsqueda de oportunidades comerciales. Pero lo que a comienzos de la historia de la globalización fue un lento contacto entre dos mundos, hoy resulta un proceso mucho más vertiginoso.
Luego de la apertura iniciada en 1978, que marcó el principio del fin del socialismo en su versión maoísta, comenzó en China la gradual, primero, y acelerada, después, creación de relaciones capitalistas de producción. Los epicentros fueron las “zonas económicas especiales”, una veintena de ciudades en el litoral marítimo, donde viven 200 millones de personas, y algunas pocas del centro, donde viven otros 600 millones de habitantes. El resultado fue un verdadero proceso de revolución industrial, con todo lo que ello implica. Las cifras fueron espectaculares. En la última década el Producto Interno Bruto se multiplicó por tres. El último año la tasa de crecimiento fue del 9,1 por ciento, valor que duplicó al promedio registrado por las economías desarrolladas. Los datos explican también por qué el país recibió en 2003 más de 50 mil millones de dólares de inversión extranjera directa, cifra que lo convirtió en el primer receptor mundial.
Una revolución de estas características en el seno de una sociedad predominantemente agraria provocó el surgimiento y expansión de nuevos actores sociales y el florecimiento de las ciudades. Los sectores medios crecieron y se consolidaron y una parte de la población, la que comenzó a controlar progresivamente el proceso de producción, se enriqueció. Los datos de fines de 2003 muestran que de los 1300 millones de habitantes, 140 millones pueden considerarse clase media, mientras que 40 millones son verdaderamente ricos. Esto es, la clase alta es igual a la población total de la Argentina. También los pobladores del centro y oeste del país, las regiones menos desarrolladas, comenzaron lentamente a incorporarse al mercado.
Los efectos de estos cambios fueron una nueva dinámica del mercado interno, la presión sobre el sector agrario, agravada por la escasez de tierras en una geografía árida y escarpada, y la expansión del comercio exterior. Siempre en 2003, China le compró al mundo mercancías por más de 300 mil millones de dólares. A su vez, sus productos explican buena parte del déficit comercial estadounidense. Este volumen de comercio mantuvo o hizo subir el precio de la mayoría de las commodities y de los fletes.
La Argentina se sumó a la nueva dinámica desde su actual estructura productiva, es decir como proveedor de commodities, especialmente las derivadas del complejo sojero. Las extraordinarias propiedades nutritivas de la soja en la alimentación animal (un pollo puede engordarse en un tercio del tiempo que requiere hacerlo con maíz) están en la base de su elevado precio y, en consecuencia, en los cambios del campo argentino, que supo adaptarse rápidamente a las señales del mercado internacional.
Las ventas del complejo representan hoy el 25 por ciento de las exportaciones totales, es decir, 7500 millones de dólares, lo que convierte a la Argentina en el primer exportador mundial de la oleaginosa y sus derivados. De este total, más de 2100 millones se exportan a China, principalmente porotos, por 1200 millones de dólares y aceites, por 800 millones. La balanza comercial con la potencia asiática es superavitaria para el país en 1750 millones de dólares, superávit que se explica por exportaciones por 2500 millones e importaciones por 750 millones.
Si bien desde la entrada de China a la OMC lograron destrabarse muchas restricciones y barreras paraarancelarias en el comercio bilateral, por ejemplo las que se habían impuesto a los aceites, lo que provocó un explosivo crecimiento de los intercambios, el objetivo de los empresarios locales que acompañarán la comitiva presidencial no estará en este viaje solo en las ventas del complejo sojero, sino también en la expansión de los restantes sectores. Aunque porotos y aceites de soja, junto a los productos metalúrgicos, sólo tres rubros, representan el 85 por ciento de las ventas, los ítem exportados en 2003 fueron 414. Las posibilidades, entonces, son para prácticamente todos los productos de las economías regionales. Entre ellos, lácteos, aves, carnes, frutas, cítricos, vinos, autopartes y maquinaria agrícola. También para sectores todavía incipientes, como software y servicios tecnológicos.
En este punto existe un dato clave. A diferencia de otros destinos, el ingreso al mercado chino no significa desplazar a otros competidores, sino simplemente ingresar a una economía que se expande. En la jerga comercial, el market share no debe ganarse sino ocuparse. Adicionalmente, el hecho de que el Estado continúe centralizando gran parte de la actividad económica significa que, al menos inicialmente, las estrategias comerciales pueden concentrarse en un solo comprador: el gobierno chino.
Por ahora ambas economías, en la mayoría de los rubros relevantes, resultan complementarias. Y mientras China continúe consolidándose como potencia industrial, la demanda constante de materias primas e insumos industriales de todo tipo estará garantizada. Dependerá de la evolución de la estructura económica argentina el que este mercado gigantesco pueda ser aprovechado sólo en su etapa de cierre de brecha con las economías desarrolladas o el poder utilizar la también gigantesca demanda potencial para impulsar y consolidar nuevos sectores.

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