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Economía|Viernes, 10 de diciembre de 2004

El Mercosur bajo el fuego cruzado de los lobbies de la industria

Sectores de la industria argentina reclaman protección, vía salvaguardas, frente a productos brasileños. Pedido acompañado por Lavagna. Los brasileños reaccionaron con furia. Hoy, reunión clave.

Por Cledis Candelaresi
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Roberto Lavagna propuso un par de medidas de protección y equilibrio comercial.
Si la misión brasileña que llega hoy a Buenos Aires, encabezada por el secretario general de Itamaraty, Samuel Pinheiro Guimaraes, no consiguiera arrimar posiciones con el gobierno local, el Mercosur podría entrar en una zona crítica. Ese encuentro se producirá en vísperas de una cumbre decisiva. El meollo de la cuestión es que Brasil no quiere admitir las salvaguardas que Argentina considera imprescindibles para sostener la industria “con problemas de competitividad”, según admite la propia Cancillería.
El lobby de los industriales de uno y otro país es contundente y acota el margen de negociación que tienen las administraciones de Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner. A través de su presidente, la Federación de Industrias del estado de San Pablo advirtió ayer que aplicar aquellas medidas protectivas “sería herir al Mercosur” y recomendó respetar el Tratado de Asunción, cuyos términos ahora podrían ser debatidos en los encuentros que la semana próxima tendrán lugar en Belo Horizonte y Ouro Preto. “Exigimos que el gobierno no acepte las salvaguardas”, se despachó Paulo Skaf.
Aquel tratado sólo previó mecanismos protectivos en los primeros tiempos del Mercosur, hasta 1994, con la intención de darles a las industrias de ambos países la posibilidad de reacomodarse a la nueva situación que generaba la competencia de los otros socios. Pero Roberto Lavagna planteó resucitar esos paraguas argumentando que el importante aumento de las importaciones brasileñas ponía en riesgo la industria local: después de años de superávit, este año la balanza bilateral total será deficitaria para la Argentina en por lo menos 1600 millones de dólares.
El ministro de Economía argentino propuso distintos mecanismos de defensa comercial que se activarían bajo ciertas circunstancias. Uno de ellos se dispara ante disparidades macroeconómicas importantes, como una drástica devaluación o una diferencia importante en el nivel de crecimiento del PBI, cambios que deben estar acompañados por un aumento significativo en las importaciones de uno de los países respecto del otro.
La otra fórmula propuesta por Argentina está más ligada a los procedimientos de protección sectorial tradicionales y consiste en la imposición de cupos o aranceles (salvaguardas) cuando las importaciones de un socio aumentan vertiginosamente haciendo peligrar su industria. Esta es la situación actual y, en función de ella, Argentina considera que deben tomarse medidas.
Entre las empresas más sensibles a la presunta invasión brasileña, están las textiles agrupadas en ProTejer. Del mismo modo que los empresarios brasileños hacen presión para impedir que se impongan salvaguardas, los locales postulan los contrarios advirtiendo que Brasil “quiere imponer su visión hegemónica, reservándose para sí el papel de generador de valor agregado industrial”.
Esta imputación no es ajena a la visión de la propia Cancillería. El secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Alfredo Chiaradía, tiene presente que hace pocas semanas el brasileño Bndes “flexibilizó” sus criterios y ahora también financia la compra de insumos argentinos, algo que hasta hace poco no ocurría. Pero justamente esa modalidad de auxilio financiero desnuda el espíritu de la política comercial del país vecino: facilitar el ingreso de materia prima, pero no de productos terminados.
La posibilidad de que el Bndes amplíe su cobertura financiera es una alternativa que podría ofrecer en la reunión de hoy la comitiva brasileña, así como algún retoque a la política de inversiones, que succiona capitales hacia su territorio. Todavía no hay una respuesta oficial de Brasil a aquella propuesta argentina, pero el canciller Celso Amorim sugirió su rechazo. “Hay que buscar soluciones más creativas (que las salvaguardas), como una política industrial común”, señaló. En realidad, los frenos a la importación reclamados por Lavagna son casi un recurso de última instancia, después de que los acuerdos sectoriales entre empresarios de las áreas sensibles como zapatos, textiles o línea blanca probaran no ser un mecanismo de contención siempre eficaz. Una muestra de este presunto fracaso se da en el calzado: el límite de ventas que se autoimpusieron los productores brasileños sería desbordado sin que existan demasiadas chances de evitarlo a pesar del monitoreo oficial.
Frente a este dato es posible que los negociadores de Brasil hoy decidan poner sobre la mesa la pregunta que en privado no dejan de hacerse sus pares locales. ¿Por qué los industriales argentinos necesitan un cupo o arancel para competir con sus vecinos, aun con tipos de cambios similares y sin dumping social?

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