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Economía|Sábado, 19 de febrero de 2005

Al FMI le preocupa el “mal ejemplo”

La posición argentina ante el FMI empieza a ser mirada con simpatía en otros países. La vía que seduce es crecer sin receta del Fondo.

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Rodrigo Rato, número uno del FMI, sigue con su discurso ortodoxo.
Que a la Argentina le vaya bien es una mala noticia para el Fondo Monetario Internacional. Ello se debe a que representa un “mal ejemplo” para el resto de América latina, donde no deja de advertirse que al país le fue muy bien a pesar de no haber seguido a rajatabla las estáticas recetas del organismo. La hipótesis del mal ejemplo desvela incluso al propio FMI. Su director gerente, Rodrigo Rato, no se cansa de destacar, a quien quiera oírlo, el inmenso costo que pagó el país por la cesación de pagos. Agrega también que el crecimiento, si bien importante, no es más que el resultado del efecto rebote. Pero lo peor todavía no llegó. Luego de haber sacado al Fondo del medio de la negociación y a una semana de la finalización del canje de deuda, tanto fuentes locales (ver aparte) como los bancos internacionales auguran que la adhesión será más alta que lo esperado por los más optimistas.
Numerosos economistas de la región comienzan a destacar la promoción del crecimiento por sobre la reducción inmediata de la deuda, como recomienda el Fondo, de forma que la expansión económica disminuya eventualmente la relación deuda-Producto Interno Bruto (PIB). Ayer se conocieron algunos informes en ese sentido. Para Riordan Roett, director del departamento de América latina de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de Johns Hopkins University en Washington, estas opiniones son una consecuencia de la forma en que Argentina “ha dejado colgado al FMI”.
“Otros países podrían pensar que ellos pueden hacerlo también”, dijo Roett en una entrevista. “En lugar de austeridad fiscal, pueden decir que gastarán el dinero en asuntos sociales”, añadió
La Argentina no es un país revolucionario. Nunca dejó de pagar la deuda a los organismos internacionales. Tampoco llevó adelante políticas que prescindan de la ortodoxia fiscal, de hecho el superávit de 2004 fue record, ni abjuró de la parte de la deuda que las circunstancias le obligaron a dejar en default. Sin embargo, le mostró al FMI que el inmenso costo en términos de recesión y pobreza que, según la óptica de Rato, tuvo el default no fue en realidad causa del mismo default, sino el efecto de la acumulación de las políticas apoyadas por el FMI durante una década. Además, al menos en términos discursivos, mantuvo una postura dura frente a los reclamos maximalistas del organismo que, probablemente, hubiesen llevado a la hiperinflación en medio de la crisis.
Cuando dentro de una semana comiencen a conocerse los números finales de la adhesión a la reestructuración de la deuda, una propuesta que el FMI trató de boicotear, el Fondo recibirá una nueva estocada. No sólo se puede crecer sin el organismo, sino también reestructurar una deuda gigantesca con la mayor quita nominal de la historia. Este conjunto de elementos es seguido de cerca por muchos analistas latinoamericanos y estadounidenses.
Desde el campo sindical, Carlos Rodrigus, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores, el mayor sindicato de Colombia, afirmó que “a medida que Argentina se alejó del Fondo pudo crecer”. El pasado jueves en Quito, Ecuador, el propio Rodrigo Rato volvió a advertir sobre el caso argentino que “no es una situación deseada por nadie y con unos costos que realmente no me parecen deseados por ningún país”.
Sin embargo, durante los últimos dos años, cuando el país dejó de seguir todas las recetas del Fondo, creció al 8,8 por ciento anual. Rato calificó al repunte como “importante”, pero puntualizó que todos los crecimientos que provienen de una larga recesión anterior no son “lo mismo” que los generados por el “dinamismo” del país.

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