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Economía|Domingo, 11 de septiembre de 2005
LOS DOS PRINCIPALES BANQUEROS DEL PAIS POLEMIZAN SOBRE LA ARGENTINA BAJO EL GOBIERNO DE KIRCHNER

“Falta un shock distributivo”

Carlos Heller y Jorge Brito son dos protagonistas centrales del sistema financiero que surgió tras la crisis. En estos reportajes con Página/12 quedan expuestas sus distintas miradas sobre el Gobierno y la política económica, aunque también surgen coincidencias que no dejan de sorprender.

Por David Cufré
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Carlos Heller es gerente general del Credicoop y titular de la Cámara de Bancos Cooperativos.
Carlos Heller es gerente general del Banco Credicoop y presidente de la Asociación de Bancos Públicos y Cooperativos. Desde ese lugar, participó el último jueves de un acto con otras cámaras empresarias del campo popular en el que presentaron un documento lapidario sobre la marcha de la política económica. “Es cierto que bajó la pobreza, pero todavía está por arriba de la que había antes de la crisis”, advirtió en diálogo con Página/12. Propuso aplicar una quita a la deuda con el FMI para utilizar ese dinero en un plan de ayuda a los sectores marginados. En las próximas elecciones votará al Encuentro Amplio, de Patricio Echegaray y Jorge Rivas.
–¿Por qué define la política económica como neoliberal?
–Me baso en las palabras de Lavagna en un seminario del BID de fines de agosto. Dijo que los problemas de distribución del ingreso que se generaron en el pasado aún no se han resuelto. También dijo que hubo avances, pero admitió que son claramente insuficientes. Tenemos un diagnóstico común, pero visiones distintas de cómo se resuelven los problema.
–Lavagna postula que la solución, para que sea de fondo, debe darse de manera gradual.
–El ministro destacó que en los últimos tres años, 5,2 millones de personas dejaron de ser pobres. El dato es verdadero. Pasamos de un pico de pobreza del 54,7 por ciento de la población al 41 por ciento. Pero si recordamos que en octubre de 2001 la pobreza era del 35,4 por ciento, no me parece muy apropiado seguir con la gradualidad. Necesitamos medidas de impacto.
–¿Por ejemplo?
–Si se aplicara una quita a la deuda con los organismos internacionales similar a la que se practicó a los bonistas privados, el dinero ahorrado permitiría pagar un seguro de empleo y formación por valor de la línea de pobreza durante tres años. Es posible lograr un shock distributivo que tenga fuerte impacto en la reducción de la pobreza y en el crecimiento del mercado interno.
–¿Espera algún cambio en la política económica después de las elecciones?
–Escucho dos cosas. Hay quienes dicen que después de octubre el Gobierno acentuará su política de distribución del ingreso y otros afirman que dará respuesta a un montón de presiones contenidas, como el caso de las tarifas. Como falta tan poco para las elecciones, prefiero esperar.
–En el documento que presentó esta semana la Central de Entidades Nacionales (CEEN) se afirma que la alianza del Gobierno es con los mismos sectores de siempre. ¿Se sienten defraudados?
–Para generar un modelo económico diferente hace falta un sujeto social distinto. Hasta ahora no lo visualizamos, porque los actores económicos que dominan la escena siguen siendo los de la década pasada. En la propuesta decimos que los actores de la construcción de un modelo diferente deberían ser las pymes y los trabajadores. Mientras persistan las multinacionales y la economía concentrada, lo más probable es que los esquemas tiendan a reproducirse.
–¿El Gobierno elige a esos sectores?
–Para cambiar los actores hay que aplicar políticas activas. No ocurrirá de manera espontánea. No veo que esté pasando.
–¿Le gusta el dólar a 2,90?
–Es una herramienta de política económica que no puede verse de manera aislada. Considero que hay que tener un tipo de cambio que proteja razonablemente a la industria local de la importación, porque de lo contrario no hay posibilidades de desarrollo. Pero si sólo tengo un tipo de cambio alto y los exportadores me fijan los precios internos en función de los precios internacionales estamos en un problema. Hay que combinar un tipo de cambio alto con otras medidas que protejan los salarios.
–El Gobierno aplica retenciones a las exportaciones.
–Por ejemplo. Pero también intenta algo más, como los acuerdos con frigoríficos y productores avícolas. Habría que discutir si con eso alcanza.
–¿Usted qué cree?
–Que habría que meterse con los formadores de precios, que no son tantos y en la mayoría de los rubros se han concentrado en compañías extranjeras. Cuando uno escucha al presidente de Repsol o de Esso decir que no se puede seguir esperando para aumentar las naftas porque subió el precio internacional del petróleo, la pregunta inevitable es por qué los consumidores argentinos debemos pagar más si a las empresas no les aumentó el costo interno de explotación.
–El FMI dice que las intervenciones del Banco Central para sostener al dólar son inflacionarias.
–La recomendación de los ortodoxos de subir la tasa de interés para desalentar las expectativas inflacionarias es condenarnos a interrumpir el crecimiento. Hasta ahora la política monetaria oficial no convalidó esa línea. No se está recurriendo a recetas ortodoxas.
–Pero el Banco Central subió esta semana la tasa hasta el 11,5 por ciento.
–Pero fue en una operación a dos años. El que quiera ese rendimiento se tiene que jugar a ese plazo. A 180 días la tasa fue del 7,5 por ciento.
–¿Cambió algo el sistema financiero respecto del funcionamiento de los ’90?
–Sí, en varios puntos. El Banco Central recuperó el rol de prestamista de última instancia. Cambió la visión de la sociedad respecto de la conveniencia de depositar sus ahorros en bancos extranjeros porque suponía que las casas matrices iban a responder por ese dinero. Cambió bastante el marco regulatorio del Banco Central respecto a la ponderación histórica de las empresas para ser sujeto de crédito por una nueva perspectiva que toma en cuenta la actualidad de las compañías. Lo que no cambió es la alta concentración del crédito en pocas manos: el 3,9 por ciento de las empresas deudoras recibieron el 84,4 por ciento de los créditos y el 96,1 por ciento de las compañías obtuvo el 15,6 por ciento restante.
–¿El sistema financiero le sirve a la producción?
–Nuestra propuesta desde el sector cooperativo es votar una nueva ley de entidades financieras, que defina a la actividad de los bancos como un servicio público. Lo primero que hay que garantizar es el acceso universal. Hoy no es así. Hoy la mayoría de los bancos se concentran en los grandes centros urbanos y los públicos y cooperativos son los que van a las zonas menos rentables.
–¿Para un banco era más negocio el uno a uno o ahora?
–Para un banco el negocio es que la economía funcione de manera tal que los deudores puedan devolver los préstamos. La convertibilidad era una ficción que permitía mostrar balances exitosos pero que acumulaba una cantidad enorme de presiones que cuando estallaron ya sabemos cómo terminamos.
–¿Le parece bien que el Gobierno le siga pagando al Fondo aun cuando no hay acuerdo?
–En una cuestión de prioridades. La política de desendeudamiento no me parece una prioridad. El Gobierno dice que el FMI es corresponsable de la crisis. En ese caso, le corresponde asumir un costo. Lo justo sería aplicar el mismo criterio que se siguió con los bonistas privados.
–Lavagna dice que el superávit fiscal es el ancla del modelo, ¿coincide?
–Tener superávit no es malo en si mismo. La discusión es qué hacemos con el superávit. Cuál es la principal deuda que debe atender el Gobierno, la social o con el FMI. Habría que estudiar las cosas que se podrían haber hecho con los 13.500 millones de dólares que se les llevan pagado a los organismos internacionales.
–¿Qué opina del tono de la campaña electoral?
–Es una campaña carente de propuestas. Se discuten cuestiones que tienen más que ver con el cruce de denuncias que con lo que cada uno hará en el Congreso en caso de ser electo.
–¿Qué opina de la pelea del Gobierno con Duhalde?
–Es una cuestión muy de la política. Prefiero no opinar.
–¿A quién va a votar?
–Yo soy cofundador del Encuentro Nacional por la Soberanía Popular. Ese espacio no ofrece una opción electoral porque decidió que no era el momento, pero en sus documentos planteó posibles acuerdos con otros sectores. Tengo que ser consecuente con esa línea, por lo que mi voto será para los candidatos del Encuentro Amplio (N. de R.: Patricio Echegaray en Capital Federal y Jorge Rivas en Buenos Aires).
–El Gobierno cambió varias veces de actitud hacia la protesta piquetera. ¿Qué le parece más conveniente?
–Antes de la exclusión social no había piqueteros. En todo caso había huelguistas. Los piqueteros son la expresión de un modelo de exclusión y lo que hay que resolver es el problema de fondo. No me imagino que la solución sea poner un protestódromo, porque quien protesta busca llamar la atención de la sociedad sobre lo que le pasa. Es un grito desesperado. Las organizaciones piqueteras también deberían ponderar la forma de protesta teniendo en cuenta que muchos de los afectados pertenecen a los mismos sectores populares. Si hubiera un shock distributivo no habría más piqueteros. Yo también me pongo de mal humor si me agarra un piquete, pero no permito descargar mi mal humor en los efectos, sino que pienso en las causas.

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