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Economía|Domingo, 2 de octubre de 2005
UN BALANCE DEL NEOLIBERALISMO

25 años aplicando el modelo

Por Marcelo Zlotogwiazda

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Las recetas neoliberales aplicadas en el último cuarto de siglo que tan catastróficas resultaron para la Argentina, también lo fueron para la mayoría de los países del mundo de ingresos bajos o medios, según un reciente trabajo publicado por un centro de investigaciones de Washington. Las políticas económicas de ese tipo que tan de moda estuvieron durante veinticinco años redujeron marcadamente la tasa de crecimiento económico, y frenaron el ritmo de progreso que se venía dando previamente en los principales indicadores sociales, como la expectativa de vida, la mortalidad infantil y el gasto en educación.
Los datos para la Argentina de la experiencia neoconservadora a partir del quiebre que se produjo en 1975 son desastrosos. Considerando el indicador más básico, se observa que entre ese año y 2002 el Producto Bruto Interno por habitante se redujo a una tasa anual promedio de 0,5 por ciento. El contraste con lo que sucedió en la etapa previa desde la posguerra es extremo: en los treinta años que transcurrieron desde 1945 el PBI per cápita aumentó a un promedio anual de algo más del 2 por ciento. El fuerte crecimiento de los últimos tres años está todavía muy lejos de compensar todo el deterioro acumulado en los veinticinco años previos.
La Argentina fue tal vez un caso emblemático, pero no excepcional en cuanto a padecimientos de las políticas neoliberales. El Center for Economic and Policy Research de la capital estadounidense acaba de publicar un estudio que “demuestra que, contrariamente a la creencia popular, en los últimos veinticinco años (1980-2005) se ha registrado una pronunciada desaceleración en la tasa de crecimiento económico y se han reducido los progresos en los indicadores sociales de la vasta mayoría de países de ingresos bajos y medianos”.
Sus tres autores, Mark Weisbrot, Dean Baker y David Rosnick, apuntaron en el trabajo titulado Veinticinco años de menor progreso a sacar conclusiones respecto a un período “de reformas que ha recibido varias etiquetas, como por ejemplo liberalización, globalización o de libre mercado, entre las cuales las más comunes fueron la disminución en las restricciones al movimiento de mercaderías y capitales, las privatizaciones a gran escala, políticas fiscales y monetarias de ajuste y desregulación del mercado laboral”. Para ello compararon los resultados de indicadores elementales del último cuarto de siglo y los compararon con los que surgen de los veinte años previos. Para que la comparación resultara más homogénea procedieron a dividir los 175 países elegidos en cinco categorías por nivel de ingreso.
En cuanto al crecimiento, lo que encontraron fue “una fuerte caída en el ingreso per cápita para los cinco grupos de países, a excepción del grupo más pobre”, pero sobre esto último vale la aclaración de que también caería si se excluyera del mismo dos casos excepcionales como China e India. De los otros cuatro grupos, en los dos de arriba la tasa de crecimiento del PBI per cápita cae aproximadamente a la mitad, mientras que en el segundo grupo más pobre y en el grupo intermedio la caída es aún mucho mayor. “Para tener una idea –explican los autores– de la diferencia que eso significa en el tiempo, tomando como ejemplo el grupo 2 que cae del 2,4 por ciento anual de crecimiento en el primer período a 0,7 en los últimos veinticinco años, en el primer caso la gente duplica su ingreso en 29 años y en el segundo tarda 99 años.”
Apuntan que “una región que ha sido particularmente afectada por la desaceleración del crecimiento es América latina. Su ingreso per cápita creció más del 80 por ciento entre 1960 y 1979, sólo 11 por ciento entre 1980 y 2000, y 3 por ciento entre 2000 y 2005”. Como ya se vio, el caso puntual argentino muestra un retroceso muchísimo más marcado, al punto que su tasa de crecimiento no sólo cayó sino que cayó a valores negativos entre 1975 y 2002. Además de enumerar las recetas que como común denominador se aplicaron en la región, Weisbrot, Baker y Rosnick subrayan que “a lo largo de los últimos veinticinco años en esos países se adoptaron más de ochenta programas acordados con el Fondo Monetario Internacional, que casi siempre requirieron tasas de interés reales altas, recortes presupuestarios que condujeron a reducción en el gasto social, así como liberalizaciones y desregulaciones diversas”.
También resaltan que como consecuencia “muchos latinoamericanos le echan la culpa del prolongado fracaso económico a las reformas etiquetadas como neoliberales, y en los últimos siete años ha habido una serie de elecciones, como por ejemplo en Venezuela, Argentina, Brasil, Ecuador y Uruguay, donde los candidatos triunfantes hicieron campaña en contra del neoliberalismo”. Chile aparece como la única excepción de aceleración del crecimiento.
Tras presentar resultados equivalentes para una serie de indicadores sociales (desaceleración en el aumento de la expectativa de vida, en la caída de la mortalidad infantil, en el incremento del gasto en educación, etc.), los autores recomiendan que los países deberían ser escépticos respecto de las instituciones y de los economistas que creen disponer de “fórmulas para el crecimiento”, y en su lugar ganar “autonomía política, es decir la habilidad para tomar decisiones soberanas y apropiadas para cada caso”.

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