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El presidente Néstor Kirchner anunció que la pobreza se redujo del 38,5 al 34 por ciento y la indigencia del 13,6 al 12,5 por ciento, confirmando los datos adelantados ayer por Página/12. “Hay 1,7 millón de pobres menos en la Argentina”, destacó. Además, reconoció el aumento de la desigualdad en la distribución del ingreso difundido el miércoles por el Indec, pero cuestionó la metodología utilizada por el organismo, tal como lo había hecho la ministra de Economía, Felisa Miceli. “Es cierto que en el último trimestre hay un incremento en la desigualdad del ingreso”, pero eso ocurre porque “se mide por ingreso monetario, que es la estructura del Consenso de Washington, y nosotros creemos que hay que incorporar todo lo que aporta el Estado, que seguramente achica esa desigualdad”, señaló Kirchner. Sin embargo, varios especialistas consultados por Página/12 cuestionaron que una falla metodológica produzca un desfasaje importante en la valoración de la desigualdad.
El debate se disparó luego de que el Indec informara que en el tercer trimestre del año pasado el 10 por ciento más rico de la población obtuvo 31 veces más ingresos que el 10 por ciento más pobre, mientras que en el segundo trimestre esa diferencia había sido de 25 veces y en mayo de 2002, en el peor momento de la crisis, de 30,4. El dato preocupó al Gobierno, que rápidamente salió a relativizar la información.
Primero fue Felisa Miceli, quien el jueves criticó la metodología del organismo porque “no incluye todo el esfuerzo que hace el Estado por mejorar la distribución del ingreso y sólo toma en cuenta el ingreso monetario”. La ministra se refirió en particular al gasto social que el Estado destina a los pobres a través de la construcción de viviendas y el Plan Remediar. Por eso prometió que la metodología “será modificada próximamente”. Ayer fue el turno de Kirchner, quien avaló a Miceli al asegurar que medir la desigualdad sólo por ingreso monetario está en sintonía con el Consenso de Washington porque no toma en cuenta el gasto social.
Las críticas contra la metodología que utiliza el Indec para elaborar sus encuestas son un clásico que se repite con todos los gobiernos, sobre todo cuando los resultados no son los esperados. Entre las más recordadas se encuentran las diatribas de Domingo Cavallo por los índices de desocupación y el intento de Roberto Lavagna de modificar el modo de calcular la pobreza en 2002.
“Las estadísticas tienen sesgos, pero esos sesgos se repiten tanto cuando los resultados son positivos como cuando son negativos porque se mide siempre lo mismo”, afirmó a Página/12 Valeria Esquivel, economista de la Universidad de General Sarmiento. La especialista señaló además que en el caso de la Encuesta Permanente de Hogares, uno de los mayores sesgos –que opera en sentido contrario al del señalado por Miceli y Kirch-
ner– “es no contabilizar los ingresos que no son del trabajo, como ganancias obtenidas por revaluación de activos y participaciones societarias. De lo contrario, la desigualdad sería mayor”.
Por su parte, el especialista en políticas sociales Alberto Barbeito sostiene que “el cuestionamiento a la metodología es oportunista” y que “no hay evidencia de que en los últimos años haya habido un robustecimiento importante de las políticas sociales capaz de justificar una revisión de la metodología”. Claudio Lozano coincidió con Barbeito al señalar que el “gasto social a valores constantes es inferior al de 1998” y agregó que “si lo que se quiere es contabilizar la intervención del Estado debería contemplarse también, por ejemplo, la incidencia de la carga tributaria en los diferentes tramos de ingresos y la regresividad sería aún mayor”.
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