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Economía|Sábado, 25 de febrero de 2006
PAUPERRIMO CRECIMIENTO DEL 2,3 POR CIENTO EN BRASIL EN 2005

Mala nota en trabajos prácticos

El modelo del FMI, la banca y de los economistas de la city mostró su rostro en el gobierno de Lula. Saldo de la ortodoxia.

Por Fernando Krakowiak
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Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, prefiere no mirar las cifras del PIB de 2005.

La economía brasileña creció apenas 2,3 por ciento en 2005, siendo superada por todos los países de Latinoamérica, salvo por Haití. La cifra, difundida ayer, se ubicó por debajo del conservador 2,6 por ciento proyectado en diciembre y no llegó ni siquiera a la mitad del crecimiento alcanzado en 2004. Cuando Luiz Inácio Lula da Silva asumió la presidencia, en octubre de 2002, prometió revitalizar la industria para terminar con el hambre y la pobreza. Sin embargo, la política ortodoxa basada en el aumento del superávit fiscal, la suba de la tasa de interés y la consecuente revaluación del real se está convirtiendo en el principal obstáculo para lograr ese objetivo.

El sector que más aportó al crecimiento del PIB fue la industria, con un magro 2,5 por ciento, seguido por los servicios, con un 2,0 por ciento, y el agro, que obtuvo su peor resultado en los últimos ocho años (0,8 por ciento), debido a las sequías, las bajas inversiones y la revaluación del real. Los analistas atribuyen la desaceleración a la política monetaria restrictiva destinada a combatir la inflación, que elevó las tasas de interés a 17,25 por ciento, luego de haber alcanzado un pico de 19,75 por ciento en septiembre. El gobierno logró su objetivo, ya que el índice de precios promedio bajó de 9,30 a 5,69 por ciento en los últimos dos años.

La tasa de interés se convirtió en una tentación irresistible para los especuladores, ya que, combinada con una caída de la inflación en un contexto de expectativa cambiaria a la baja, garantizó una rentabilidad en dólares que se mantuvo entre el 13 y el 15 por ciento, cuando la tasa internacional es de 4,5 por ciento. Por eso el real continuó cayendo hasta tocar un piso de 2,13, acumulando un alza de 8,4 por ciento en el año, luego de haberse apreciado 14,4 en 2005.

El economista Miguel Kiguel señaló a Página/12 que “fue demasiado ambicioso bajar la inflación en dos años, porque la tasa terminó siendo altísima. Se podría haber hecho lo mismo en cuatro años con un impacto menor sobre el crecimiento”. Mauricio Claverí, economista de Abeceb.com, afirmó, en cambio, que “de ese modo se sacrifica crecimiento en el presente, pero se logra robustez y mayor capacidad de crecimiento futuro”.

La suba del PIB de 2,3 por ciento muestra a Brasil a contramano de los principales países emergentes con los que intenta competir: China creció 9,9 por ciento, India 7,1 y Rusia 5,5 por ciento. En Latinoamérica también quedó rezagado, pues Venezuela se expandió 9,4 por ciento, Argentina 9,1 y México 3,0 por ciento. La principal potencia de Latinoamérica sólo pudo superar a Haití, un país paupérrimo del Caribe con fuerte inestabilidad política, que creció 1,5 por ciento.

Pese a esta situación, los mercados celebran la política económica de Lula y lo expresan a través del riesgo país que mide la confianza de los inversores. Ese indicador llegó a un pico de 2443 puntos, cuando se avizoraba una victoria del dirigente obrero en las presidenciales de 2002. Sin embargo, en las últimas semanas cayó a 226 puntos, su nivel histórico más bajo.

Los mercados no sólo se vieron seducidos por las altas tasas de interés, sino por una política que incluyó una suba del superávit primario al 4,84 por ciento, un aumento de las reservas de 20 a 57 mil millones en tres años y un riguroso pago de los intereses de la deuda pública, la cual mejoró luego de la cancelación de los compromisos con el Fondo Monetario. Además, a su currículum de alumno modelo, Brasil sumó esta semana el anuncio de recompra de todos los bonos Brady que lanzó en 1994 al renegociar su deuda externa.

La contracara de esta política ortodoxa es el encarecimiento del crédito. Según datos de la consultora Ecolatina, durante 2005 cuatro de cada diez empresas brasileñas no invirtieron por dificultades de financiamiento y una de cada tres por la incertidumbre sobre el futuro del consumo doméstico, pese a que la utilización de la capacidad instalada llegó al 85por ciento. Los analistas esperan una mayor flexibilidad para este año, pues Lula deberá competir por la reelección en octubre y será difícil que pueda ganar si sólo se limita a repetir las promesas de mayor industrialización y combate a la pobreza que le permitieron llegar a la presidencia en 2002.

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