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Economía|Domingo, 30 de junio de 2002

Antes del futuro gobierno no habrá acuerdo en serio

Así piensan fuentes del Banco Central respecto de la negociación argentina con el FMI. Pero aunque ven tratativas largas, afirman que los organismos no dejarán mientras tanto caer al país.

Por Julio Nudler
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En el Banco Central no creen que el programa monetario pueda salvarse de una reelaboración.
Dicen que los bancos extranjeros no inyectarán dinero mientras no le vean futuro a su negocio.
“La preocupación central del Fondo Monetario es el futuro del sistema financiero, y no están conformes con el plan de bonos diseñado por Economía”, aseguraron ayer a Página/12 fuentes del Banco Central al pedírseles un análisis de la situación, tal cual queda tras el viaje de Roberto Lavagna y su secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, a Estados Unidos. “Los bancos tienen todavía problemas con la compensación del CER, con los plazos fijos reprogramados que vencerán el año que viene, y tampoco está resuelto el futuro de la banca pública”, añadieron los voceros. ¿Son cuestiones que el FMI ve como decisivas? Los interlocutores no dudaron: “Gran parte del problema argentino pasa hoy por la solución que se le dé al sistema financiero”, dijeron, para agregar que Horst Köhler y Anne Krüger, la cúpula ejecutiva del organismo multilateral, optó por la jugada de despachar hacia Buenos Aires una misión “técnica” con otra negociadora mezcladas, porque “si bien por un lado vienen a negociar, por el otro traen especialistas en moneda y bancos, con la intención de armar un plan de salida, o por lo menos controlar que la Argentina arme un esquema que ellos consideren adecuado”. El pronóstico que hay en el BCRA es que “esto va a llevar su tiempo, pero mientras tanto los organismos irán soltando lo imprescindible para mantener a flote al país. Es verdaderamente difícil –sostienen– que el Fondo selle un verdadero acuerdo de gran alcance con la Argentina antes de que esté instalado el futuro gobierno.”
A continuación, otras impresiones recogidas en el instituto emisor.
u El Fondo insiste en que, ante todo, es preciso resolver el corralito. Primero, porque frena a la economía real al mantener la plata atrapada dentro de los bancos. Pero tampoco puede abrirse de golpe porque provocaría una estampida del dólar y de los precios internos. Además, el corralito crea mucha incertidumbre respecto del negocio financiero. Por ende, los bancos extranjeros se muestran renuentes a traer dinero para sus filiales con la excusa de que no ven un horizonte para el negocio. Sólo inyectan lo indispensable para no cerrar.
u Las dos cuestiones principales que hoy están en discusión con los bancos son la compensación que exigen por la supresión del ajuste inflacionario (CER) de las hipotecas, y cómo manejar los plazos fijos reprogramados que no pasarán a bonos (Boden), quedando como pasivo del sistema bancario (Cedro). La compensación por el CER representaría entre 1000 y 1500 millones de dólares, según estiman los bancos. Números oficiales no hay porque los bancos todavía no enviaron al BCRA sus balances, que recién ahora, y por primera vez en lo que va del año, están preparando.
u El Fondo hubiese aceptado un bono no compulsivo para el canje de los reprogramados, pero en un esquema con incentivos más fuertes para fomentar su aceptación. Como no es esto lo que se hizo, es previsible que por el Boden opte entre 20 y 30 por ciento de los depósitos, con lo cual le quedará a los bancos entre 70 y 80 por ciento del problema. Esto implica que el año próximo se producirán vencimientos por más de 1000 millones de dólares, que los bancos no podrán afrontar con su giro normal.
u El definitivo programa monetario dependerá necesariamente de lo que se negocie con el Fondo. El elaborado prevé que éste devolverá parte de lo que se llevó este año por vencimientos ya operados (unos 1200 millones de dólares, incluyendo al Banco Mundial y al BID), algo que aparentemente no ocurrirá. Esa devolución llevaba a deducir que el Banco Central tendría más reservas utilizables para contener el dólar. Ahora parece difícil que reembolsen esos pagos efectuados porque todo lo que anunciaron es la postergación de la deuda que está por vencer. La idea era que los fondos reintegrados impedirían, aun interviniendo en el mercado cambiario, que las reservas cayeran por debajo de los 9000 millones de dólares (hoy hay unos 700 millones más). La venta de reservas, como medio de esterilizar parte de los pesos que gotean del corralito o salen por los amparos,tendrá que ser mucho menor en ausencia de la mencionada devolución de pagos efectuados a los organismos después de la declaración del default. Sin esa restitución se pasa a un escenario de dólar algo más alto e inflación algo más rápida.
u Además, el programa monetario da por supuesta la firma de un acuerdo con el FMI, que ahora está en veremos o como mínimo postergada. Obviamente, la salida potencial de depósitos que puede incluirse como previsión es mayor sin acuerdo que con él. Más drenaje implica más necesidad de absorción monetaria, sea a través de la venta de reservas, o de la colocación de Lebac (Letras del Banco Central).
u Es muy importante por todo esto el éxito que alcance el gobierno en la colocación del bono corto que sale a licitación el viernes. Un suceso absoluto, pero obviamente improbable, sería que se colocara todo el excedente que hay en las cuentas a la vista, por encima del dinero transaccional. Es decir, entre 10 y 12 mil millones de pesos. Pero sería un resultado muy satisfactorio que se colocara la mitad de eso, ya que al quitar del medio entre 5 y 6 mil millones de pesos, haría falta usar unos 1500 millones de dólares menos de las reservas.
u El problema de este bono es que implica una venta diferida de dólares a un tipo de cambio seguramente muy inferior al de mercado, y que en mayo del año próximo habrá que empezar a desembolsar. En este sentido, si no fuese por la escasez de reservas y la necesidad de cuidarlas, para el gobierno sería negocio absorber medios de pago por esta vía, ya que por cada dólar se esterilizan hoy cerca de 4 pesos. El piso de la licitación será de $ 1,40 por dólar, mientras que el techo teórico equivaldrá a la paridad actual ($ 3,90 anteayer) menos alrededor de 10 por ciento, que es el descuento que se paga por convertir plata del corralito en efectivo, a través de un cheque financiero obtenido en el banco. Ese valor máximo ronda hoy por tanto los $ 3,50 por dólar. El pálpito es que difícilmente el corte se dé muy por encima de los 2 pesos. De esta suerte, el gobierno ganará tiempo, pero a costa de vender dólares baratos y tener que entregar el año que viene muchos más que los que pondría hoy. Claro que si eso sirve para resolver el corralito, nadie va a quejarse. Además, ¿quién está en condiciones de preocuparse por el año que viene?
u Otro punto neurálgico para el Fondo son los planes respecto de la banca pública. La idea lanzada por Lavagna de que abra su capital a la Bolsa es en las actuales circunstancias pura teoría. Ahora bien; hoy la banca pública está pasando por un buen momento porque el Central no puede negarle redescuentos, ya que esas entidades no tienen un accionista a quien pedirle plata. La gente percibió esto, y ante la incertidumbre que rodea a otros bancos, exacerbada por las suspensiones y liquidaciones habidas, trata de transferir la plata al Nación, y en menor medida al Provincia. Pero éste es un fenómeno temporario, que perdurará mientras subsista el corralito y su goteo, que generan problemas de liquidez en el sistema. Antes de que el BCRA estableciera la política del 1 a 1 –es decir, la exigencia de que cada banco privado aporte fondos equivalentes a la asistencia que le acuerde el Central–, la gente se iba de los bancos públicos por lo menos tanto como de los privados. Ahora la pregunta es cómo se comportarán los depositantes cuando se acabe el corralito y el sistema ya no necesite como hoy del apoyo del BCRA: ¿volverán a llevarse la plata de los bancos estatales? En ese momento será de nuevo gravitante la solvencia de cada entidad. Por ahora, lo que más cuenta es la liquidez.
Lo que resulta más difícil de obtener son propuestas concretas sobre el sistema financiero que de antemano demuestren ser mejores que las definidas por el equipo económico. Además, deberían ser capaces de convencer a la Justicia y al Parlamento, porque sin eso no podrían aplicarse, como argumentó en su defensa Lavagna. Confrontados a estos hechos, los críticos admiten la gran restricción política: “La Argentina tiene un gobierno con poca vida por delante y sin la legitimidad de habersido elegido, la que le permitiría tomar medidas de fondo, algunas no bonitas.” ¿Tendrá esta capacidad el próximo, y será ése su deseo?

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