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Economía|Martes, 10 de octubre de 2006
NOBEL PARA PHELPS, SOCIO ACADEMICO DE FRIEDMAN

Padres de la precarización

Por Raúl Dellatorre

Una vez más, el Premio Nobel de Economía cayó en manos de un economista estadounidense que aportó, con sus ensayos, para solventar desde el plano teórico las políticas económicas dominantes desde los años 70. Edmund Phelps, de 73 años, fue galardonado por la Academia Real de Ciencias de Suecia por contribuciones que “tuvieron un decisivo impacto tanto en la investigación en economía como en política”, según el comité que lo eligió. Mentor, junto a Milton Friedman, entre fines de los 60 y principios de los 70 de la “reinterpretación neoclásica” de la relación entre inflación y desempleo, su aporte fue fundamental para justificar las políticas de flexibilización laboral que azotaron a los trabajadores, sobre todo de países dependientes, durante las décadas siguientes.

La página más romántica de la historia de este Premio Nobel dirá que nació en 1933 en Evanston, Illinois, en el seno de un matrimonio de desocupados, víctima de la Depresión del 30. El padre, publicista, soportó duramente un período de seis años antes de encontrar un nuevo empleo en Nueva York. En Hastings, un modesto suburbio, Edmund fue a la escuela pública en la que se graduó en 1951.

En el Amherst College se acercó al estudio de la filosofía, pero su padre lo convenció de que se orientara hacia la economía. Logró una beca en la Universidad de Yale, donde se graduó de licenciado en 1959. Allí también conoció a James Tobin y Thomas Schelling, futuros Nobel de Economía. Ya en su etapa profesional, colaboró con el Departamento del Tesoro, el Comité de Finanzas del Senado y la Reserva Federal.

Pero para los latinoamericanos, fue su labor académica la que dejó huella. Phelps fue, junto a Milton Friedman, el responsable de la llamada “reinterpretación monetarista” de la relación entre inflación y desempleo. El vínculo entre estas dos variables había sido desarrollado previamente en un estudio de W. Phillips, publicado en 1958. La principal conclusión del estudio empírico fue mostrar que una disminución en la tasa de desempleo está acompañada de un aumento en los salarios nominales y en los precios, y viceversa. De lo cual se deduce, en materia de política económica, que existe un trade off o “negociación” entre los objetivos de bajar a la vez los niveles de la inflación y el desempleo (a más de uno, menos de otro).

Pero una década después, Friedman y Phelps refutan a los economistas keynesianos y sostienen que “lo que importa” a empresarios y trabajadores para determinar el nivel del empleo es el salario real (en función de su capacidad de compra) y no el salario nominal (su valor en pesos). Según sostienen Pablo Pérez y Pablo Chena (economistas del IEFE) en un trabajo aún no publicado, “estos autores cambian el sentido de la causalidad interpretada por los keynesianos: no es más la tasa de desempleo la que determina los salarios nominales y la tasa de inflación, sino que son los salarios reales los que determinan la tasa de desempleo (...). Cuanto mayor sea el salario real, menor será la demanda de trabajo de las empresas y mayor será la tasa de desempleo”.

Agregan los mismos autores: “Según esta escuela, el desempleo va a estar dado por las rigideces existentes en el mercado de trabajo, que impiden la baja del salario nominal a través de la acción de los sindicatos, la existencia de un salario mínimo, etcétera. Para reducir el desempleo, se debe provocar una baja del salario real”. En este sentido, Friedman y Phelps pueden auténticamente merecer el título de padres de la flexibilización laboral, ya que sus teorías alimentaron el apetito de los voraces beneficiarios del neoliberalismo aplicado en estas tierras.

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