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Economía|Viernes, 19 de julio de 2002
UN SECTOR DEL ESTABLISHMENT OPERO FUERTE PARA ECHAR AL MINISTRO

El día que la banca se pintó la cara

Las versiones sobre la renuncia de Lavagna circularon con fuerza a la par que desde el Banco Central y el FMI cuestionaban el resultado del canje. Desde Economía ven a Pignanelli y a sectores del menemismo formando parte, junto a la banca extranjera, del bando adversario.

Por Raúl Dellatorre
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Roberto Lavagna, ministro de Economía. Resiste desde adentro, mientras el poder financiero le abre la puerta de salida.
Eran las 19 horas cuando la primera versión empezó a recorrer las líneas telefónicas: Lavagna estaba en Lomas de Zamora, en la residencia de los Duhalde, presentándole su renuncia al Presidente de la Nación. Había pasado poco más de media hora cuando una segunda versión, con el mismo origen, corregía la anterior: Duhalde se había ido solo a Lomas dejando plantado al ministro de Economía, que acababa de pedirle una reunión para solicitarle un respaldo explícito frente al constante desmarque del titular del Banco Central, por estas horas en Estados Unidos. El encargado de recibir las “quejas” del ministro, según esta especie, era Alfredo Atanasof, con quien Lavagna estaba reunido en la Casa Rosada. La primera versión lo daba por renunciado, la segunda lo dejaba apenas a un paso de esa instancia. Las horas posteriores terminaron desdibujando aquellos relatos, mientras crecía la sensación de haber estado ante una maniobra desestabilizadora orquestada desde la city.
Desde el Palacio de Hacienda advirtieron tardíamente la “operación” en curso, cuando empezaron a recibir múltiples consultas acerca de las versiones que ya temblaban en las páginas de Internet de medios estrechamente ligados al establishment financiero. Roberto Lavagna atendía una reunión con técnicos del Banco Mundial en las oficinas del jefe de Gabinete en la Casa de Gobierno mientras paredes afuera se especulaba sobre su renuncia. Más que sorpresa, los más allegados al jefe del Palacio de Hacienda manifestaron bronca ante la evidencia de una disputa que no ceja y en la que reconocen formando parte del bando adversario al titular del Banco Central, Aldo Pignanelli.
Era el cierre de una jornada en la que el protavoz del FMI, Thomas Dawson, había comentado desde Washington el “fracaso” del canje de depósitos acorralados por bonos. “Esa fue la evaluación que hizo el FMI”, sostuvo, conclusión que sin duda contó con el “aporte” de Pignanelli, por esas horas también en Washington, que además cuenta con llegada directa a Dawson y a quienes le “dan letra”.
Por la noche, Lavagna devolvió la “gentileza”, despachándose sobre la diferente actitud frente al canje entre los bancos locales de capital nacional y los bancos extranjeros. La banca extranjera insiste en el “fracaso” de Economía en esta operación canje, buscando imponerle la necesidad de lanzar un bono compulsivo que le alivie a las entidades el peso de la devolución de los depósitos, pero con cargo al costo político que pagaría el gobierno. El FMI acompaña el intento y Pignanelli se sumó a la cruzada.
En el Ejecutivo las posiciones no están unificadas, porque mientras algunos resisten el embate junto a Lavagna, tratando de evitar aquel costo político, otros no quieren quedar abrazados al contrincante más débil. “Tratar de acordar con el Fondo, pero nunca enfrentarlo”, pareciera ser la consigna de los que se paran en el medio. Desde el Palacio de Hacienda todavía avizoran un tercer sector dentro del Ejecutivo, aunque minoritario, que seguiría trabajando, camuflado, para el menemismo. Son los que estarían abiertamente enfrentados a Lavagna y alineados con la línea que baja la banca extranjera.
El resultado del canje está lejos de haber despejado esta disputa. Los próximos pasos que lance Economía buscarán seguir abriendo alternativas que permitan movilizar los depósitos acorralados, y desde ya dan por descontado el palo en la rueda que le seguirán cruzando Pignanelli y los bancos grandes. Es una disputa que, por ahora, no tiene solución a la vista.
La extrema debilidad del Gobierno le impide al presidente Duhalde encontrarle una salida al conflicto abierto entre dos funcionarios de su propio gobierno. En las próximas horas habrá gestiones “mediadoras”, que intentarán acercar a las partes (Lavagna y Pignanelli) pero sin otra propuesta que bajarle el tono de exposición pública a la disputa. Peroafuera del Gobierno están los bancos, que como quedó demostrado en las últimas horas de ayer cuentan con operadores políticos, medios de comunicación y hasta funcionarios para hacer ensayos de desestabilización. Nadie quiere imaginar hasta dónde pueden llegar cuando se decidan a jugar a fondo.
Quizás la resolución política del conflicto deba buscarse –o esperarse de– afuera de las fronteras. Tal como están planteadas hoy las posiciones, en el FMI pesa fuerte la opinión de la banca. Han sido estadounidenses los dos bancos que resistieron con más firmeza el canje (BankBoston y Citibank). En cambio, desde las huestes de Lavagna advierten una postura distinta en el Departamento del Tesoro, cuyo titular visitará la Argentina en las próximas semanas. Habrá que ver si se impone la línea más favorable o la menos concesiva con respecto a los bancos. Lo que Duhalde no puede resolver al interior de su propio gobierno, encontraría rápida respuesta con una simple definición de Anne Krueger.

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