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Economía|Miércoles, 24 de julio de 2002
EL POLEMICO INGRESO DE BRAHMA EN QUILMES COMO CASO CLAVE

Las empresas argentinas son pura espuma

Por Julio Nudler
Mientras no llegue a sus manos la operación Petrobras-Pérez, el caso más importante que tiene abierto la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia es el Brahma-Quilmes. El veredicto dirá, en la práctica, cómo piensa aplicarse la nueva ley sobre fusiones y adquisiciones. Quienes cuestionan el desembarco de la cervecera brasileña en su contendiente argentina esgrimen un argumento decisivo: la concentración. Según datos a abril, tomando los doce meses anteriores, Quilmes detenta el 64,6 por ciento del mercado nacional, mientras que Brahma –que perdió plata desde que ingresó al mercado argentino– captura un 16,9 por ciento. Esto implica que, unidas, acaparan más de cuatro quintas partes. En Cuyo, la suma de ambas atiende el 92 por ciento de la demanda.
Siendo la cerveza un bien escasamente transable (la importación es siempre marginal), la pelea por el mercado se libra necesariamente en el terreno de la producción in situ. La anexión de Quilmes por Brahma coronaría todo un largo proceso concentrador previo, ejecutado por aquélla mediante la absorción de Cervecería del Norte, la de Cuyo y Bieckert, marca que terminó desapareciendo. Pero, además, Quilmes detenta el 95 por ciento del mercado boliviano, el 78 del paraguayo, la mitad del uruguayo y un 8 por ciento del chileno. Por tanto, el control de la cervecera bonaerense es, para los brasileños, la llave para el dominio de todo el Cono Sur. Como la conquista de la plaza argentina con su propia marca no resultó, el ingreso en la compañía líder se les tornó ineludible.
Brahma (Ambev), que previamente se fusionó en Brasil con su principal adversaria, Antártica, en una movida muy polémica para cuya aprobación debieron comprometerse a desprenderse de cinco plantas regionales, decidió invertir 346 millones de dólares para alzarse con un 37,5 por ciento del capital social de Quilmes Industrial, con derecho a nominar la mitad de los miembros del directorio. Por el diseño de la operación se supone que los brasileños concluirán quedándose con todo. Otro “campeón nacional” acabará desnacionalizado, destino que ya parece inexorable para las grandes empresas argentinas con aspiraciones transnacionales. En algún momento llega una oferta que no tienen el coraje de desdeñar.
Desde hace tiempo la demanda está planchada en la Argentina por la recesión, pero nadie prevé para los próximos años un boom de demanda como el habido en los ‘90, que pueda atraer el desembarco de nuevos competidores que “desafíen” al líder absoluto. Por lo demás, como las plantas operan hoy utilizando apenas la mitad de la capacidad instalada, ellas mismas podrían atender cualquier repunte del consumo. Un dato clave que aducen quienes se oponen a esta operación es que el 88 por ciento de la capacidad ociosa (es decir, 44 puntos sobre 50) corresponde precisamente a las usinas de Quilmes y de Brahma. Esta es una de las barreras que disuade el ingreso de nuevos jugadores.
Las dos firmas concentrarían, por lo demás, el 73 por ciento de la producción de malta. El único proveedor independiente que quedaría es Cargill, instalada en Bahía Blanca. Los críticos advierten que ese dominio podría reforzarse aún más si Q-B se negaran a suministrar el insumo a otras cerveceras o practicaran un “estrujamiento de precios”, elevando los costos y reduciendo los precios finales.
La concentración de mercado no implica, necesariamente, capacidad de ejercerla, por ejemplo fijando precios. Puede oponerse, entre otros contrapesos, el poder de los supermercados, que no querrían perder fuerza negociadora al quedar prisioneros de un solo proveedor, pero a través de las góndolas sólo se canaliza un 25 por ciento de la demanda cervecera. Otro 55 por ciento corresponde al comercio tradicional, y el 20 restante se abastece vía bares y restoranes. En ambos casos, la demanda está muy atomizada y carece por tanto de poder negociador.
Quilmes ofrece mantener separados los canales de distribución de las dos marcas, renunciando a aumentar la eficiencia con tal de aventarobjeciones. De acuerdo a algunas fuentes, cuando la cervecera de los Bemberg adquirió Baesa, productora local de Pepsi, habría inducido en algunas zonas el desplazamiento de la gaseosa rival, invitando a optar entre Quilmes (más Pepsi) y Coca.

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