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Economía|Lunes, 16 de abril de 2007
EL PRESIDENTE DE BRASIL, SU RELACION CON CHAVEZ Y LA VISITA AL PAIS

Los desafíos de Lula en América latina

Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

Lula no es bolivariano, pero su alianza con Chávez continúa intacta. Los mandatarios se encontrarán hoy en Venezuela, cuando probablemente se abrazarán y reiterarán la alianza estratégica que los une. Será el primero de los encuentros, algunos reservados, que compartirán durante dos días, en el marco de la Primera Cumbre Sudamericana de Energía.

Lula llegará hoy por la mañana a Barcelona, donde junto a su homólogo venezolano firmará un convenio petroquímico, en el que tomará parte una empresa del grupo brasileño Odebrecht, con amplia presencia en Venezuela. Luego el mandatario brasileño se embarcará hacia Isla Margarita, sede de la cumbre energética.

Después de haber calificado, a través de su asesor para asuntos internacionales, Marco Aurelio García, como poco viable al Banco del Sur, Lula le comunicará a su anfitrión la decisión de ser parte del proyecto, concebido por Chávez como una alternativa al Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Del Banco del Sur, financiado con reservas estatales de los países miembros, podrían surgir los recursos de otro proyecto chavista, visto con reservas por Brasil: el Gasoducto del Sur. Lula le reiterará a Chávez su defensa de los biocombustibles y buscará avanzar en los acuerdos firmados, sobre ese tema, entre las petroleras Petrobras y Pdvsa, en diciembre pasado.

Este es, de hecho, el primer viaje latinoamericano trascendente de Lula, que dentro de dos semanas estará en Argentina y Chile, pasados 116 días de su segundo mandato, pródigos en novedades diplomáticas que dejaron ver las disímiles perspectivas de Brasilia y Caracas sobre los Estados Unidos.

Lula estrenó su nueva gestión con una agenda externa abocada a relanzar los vínculos con Washington, enemigo declarado del proceso bolivariano, al que la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, definió como una “amenaza” regional.

Las reuniones entre Lula y Bush, realizadas en menos de un mes en Brasil y Estados Unidos, estuvieron dominadas por los acuerdos para impulsar la explotación de biocombustibles a escala latinoamericana, una cuestión que el presidente norteamericano definió como vital para la “seguridad nacional” de su país.

Más: Bush admitió que la sustitución parcial de gasolina por etanol producido en Brasil le permitirá a Estados Unidos reducir su dependencia de Venezuela.

Colombia y Perú, cuyos gobiernos encabezan la oposición sudamericana a Chávez, fueron incluidos por Lula y Bush entre los países que recibirán tecnología e inversiones para producir combustibles limpios. El Banco Interamericano de Desarrollo, presidido Luis Alberto Moreno, ex embajador colombiano en Washington cuando la firma del Plan Colombia, comprometió liberar fondos para el proyecto.

El colombiano Moreno dirige junto a Jeb Bush, hermano del presidente George Walker, la Comisión Internacional del Etanol, entidad que tiene por cometido hacer lobby a favor de la transnacionalización de los biocombustibles.

Hoy, mientras Lula inicia su periplo venezolano, Jeb Bush, ex gobernador de Florida, llega a Brasil para reunirse con empresarios. Aplaudida por los inversores extranjeros, ganados por una suerte de “fiebre del oro verde”, la alianza entre Brasilia y Washington fue censurada en los gobiernos de Chávez y Fidel Castro, que entienden que el empleo de cereales y oleaginosas para producir carburantes es una amenaza a la seguridad alimenticia. En esa contradicción, entre la seguridad energética y la alimenticia, radica uno de los desafíos del viaje de Lula.

En materia de biocombustibles es recomendable separar lo real de lo posible. Aunque Brasil es el segundo productor de etanol mundial y cuenta con formidables extensiones de tierra, bien asoleadas, como para ser una Arabia Saudita verde, eso no resolverá en el mediano plazo su vulnerabilidad energética.

Para satisfacer las demandas del mayor parque industrial de América latina, los biocombustibles representan una alternativa menos que insuficiente. Con 1 billón de dólares de PBI y un crecimiento estimado en 2007, del 4 por ciento, Brasil demanda, con urgencia, de una mayor provisión de gas, y Venezuela, junto con Bolivia, son los países en condiciones de satisfacer esa necesidad.

Para Chávez no es novedad que Lula siga una política externa poco y nada sintonizada con los, no siempre precisos, postulados bolivarianos. Se lo hizo saber al propio Lula, en público, en diciembre del año pasado.

Fue durante una cumbre presidencial en Bolivia, cuando el mandatario venezolano criticó al plan de inversiones en infraestructura propuesto por Lula, por garantizar la rentabilidad de grandes empresas privadas. En contrapartida, Chávez defendió un modelo de integración regional apoyado en lo social.

En suma, Chávez tampoco es lulista, pero eso no obsta para que se afane en dar a Brasil un lugar predominante en su estrategia externa. Sin algún grado de alianzas con el gigante sudamericano, el proyecto regional de Chávez naufragaría en la retórica.

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