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Economía|Jueves, 12 de julio de 2007

La naturaleza de los taxistas

La queja fue el denominador común de la primera jornada de venta de nafta subsidiada ante el corte total en el GNC.

Por Cledis Candelaresi
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Largas colas formaron los taxistas para cargar nafta.

Las primeras veinticuatro horas de vigencia de la orden oficial de reemplazar el GNC por la venta de nafta subsidiada para los transportistas en los grandes centros urbanos del país generó ciertas tensiones: más de 1600 estaciones de servicio estuvieron cerradas, mientras que en otras hubo largas colas de taxis y remises para buscar el combustible sustituto al precio prometido por Repsol y Petrobras, de 80 centavos la común y un peso la súper. A través del titular del sindicato, Omar Viviani, el problema llegó ayer al despacho de Néstor Kirchner. Cuando la restricción llega al gas natural comprimido, se pone en relieve la envergadura del problema energético ya que, junto a los domicilios, es uno de los segmentos más protegidos por la política oficial.

Las dos compañías involucradas en el compromiso de vender nafta barata en lugar de GNC anunciaron ayer a la mañana que subirían el cupo por usuario beneficiado de 25 a 40 litros, lo que permite cubrir con holgura la necesidad de una jornada y medio de trabajo de un taxista de la Capital o el Gran Buenos Aires. Pero esto no fue suficiente para atender toda la demanda de nafta barata ni solucionó el problema de los estacioneros que venden exclusivamente gas.

“Es el peor día de la historia”, dramatizó ayer Eduardo Bajlec, titular de la Asociación de Estaciones de Servicio Independientes. Así aludió a las que acataron la instrucción de no vender el gas que llega hasta su negocio a través de las redes de las distribuidoras, so pena de ser multadas. Algunos estacioneros reclamaban una orden escrita de sus proveedoras, que se la transmitieron a ellos por teléfono, del mismo modo que Comercio Interior se comunicó con ellas para pautar el corte.

“Nos dicen desde la distribuidora que por orden de Guillermo Moreno hay que cerrar las estaciones de gas. Pedimos que envíen el fax correspondiente y dicen ‘no nos hacemos cargo, el que cierra es Moreno, pídanlo a la Secretaría de Comercio Interior’”, explicaba Bajlec. Pero según dejaban entrever aquellas compañías, el papel reclamado podría aparecer en las próximas horas. Quizás cuando encuentren una redacción que consagre que no son ellas las que disponen la restricción sino el Gobierno.

La informalidad del mecanismo en parte podría explicarse porque el corte al GNC es visto como uno de los recursos de última instancia, que el Gobierno planea revertir apenas el clima lo permita. Las bajas temperaturas pronosticadas para los próximos días hacen prever que el corte podría extenderse hasta el fin de semana, tal como se previó originalmente. Sin embargo, las distribuidoras destacaban ayer que se trata de un “día a día”. Horizonte temporal tan imprevisible como el universo de afectados por el corte de GNC. Este en principio debía limitarse a Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Rosario, pero también afectó a otros distritos del interior como San Luis, La Rioja y La Pampa, donde no existe nafta barata.

El precio del GNC está regulado a través de un acuerdo con las productoras que lo proveen a alrededor de 60 centavos el metro cúbico, carburante que llega al usuario final rozando los 80. De todo el gas inyectado al sistema, menos del 10 por ciento se destina a este rubro. Aun así, las petroleras no han dejado de plantear en privado la importancia de liberar o al menos corregir aquellas tarifas que, sumadas a las ventajas impositivas que tiene, desalientan el consumo de naftas a favor del gas.

Las petroleras hasta especularon con un precio diferencial, que acote el beneficio del GNC “barato” a los transportistas, excluyendo al resto de usuarios. Algo similar a lo que a instancias de Moreno y del Comité de Crisis Energética se acaba de instrumentar como una medida de excepción. La restricción en el consumo ya pasó por los grandes usuarios industriales y por las usinas hasta llegar al gas de los taxistas. La regla de oro aún sigue siendo preservar a los domicilios de cortes que, de todos modos, no pueden eludir las molestias de la baja presión.

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