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Economía|Martes, 13 de agosto de 2002

El ingreso nunca estuvo peor repartido que ahora

La población perdió ingresos en todas las franjas, pero los hogares pobres e indigentes fueron los más castigados. “Dolarizar hoy cristalizaría esta distribución regresiva”, advirtió Artemio López.

Por Raúl Dellatorre
La suba del desempleo y el subempleo resultó el factor determinante de la caída del ingreso de la población en general y de los hogares más pobres en particular entre los meses de mayo del año 2001 y 2002. El 10 por ciento de hogares más pobre (decil más bajo) del área metropolitana (Capital Federal y Gran Buenos Aires) sufrió un recorte de más del 30 por ciento en sus ingresos en ese año. La brecha entre ricos y pobres se agrandó, a pesar de que el decil de hogares más favorecido también vio recortados sus ingresos (15 por ciento), pero en menor proporción. “Estamos en el peor momento de la serie histórica; los efectos de una dolarización de la economía serían ahora mucho más nefastos que en cualquier otro, porque cristalizaría esta pauta de distribución”, advirtió Artemio López, director de Consultora Equis, que se ocupó de elaborar y reflejar los mencionados resultados.
La caída en el monto estimado de ingresos, en pesos, entre mayo del año pasado y el mismo mes de este año, del conjunto de la población metropolitana sería del 16,8 por ciento, de acuerdo a los cálculos de Equis en base a las cifras de la Encuesta Permanente de Hogares que realiza el Indec. Pero si se toma en cuenta la inflación del período, la caída en el poder adquisitivo de esos ingresos asciende a más del 40 por ciento.
Teniendo en cuenta las distintas franjas poblacionales por nivel de ingreso, se observa que la crisis, la devaluación y la inflación no tienen el mismo efecto para todos. El estudio de la consultora que encabeza Artemio López permite observar “una regresión en la distribución del ingreso en la que, en líneas generales, a menor estrato socioeconómico mayor es la caída en su participación sobre el ingreso total”. Ello se manifiesta en los siguientes datos:
u Estrato social bajo (deciles 1 y 2 por nivel de ingresos): la pérdida de ingresos entre 2001 y 2002 alcanzó al 25,6 por ciento. En el decil más bajo (10 por ciento de hogares más pobre), la caída es del 31,4 por ciento, mientras que en el segundo decil es del 22,8. La participación de ambos deciles en el ingreso total se redujo del 4,1 por ciento al 3,6.
u Estrato medio bajo (deciles 3 y 4): sufrieron un recorte en sus ingresos del 19,4 por ciento en conjunto, con una baja del 20,7 por ciento en el tercer decil y del 18,4 por ciento en el cuarto. La participación conjunta en los ingresos totales de la población metropolitana pasó del 8,6 por ciento al 8,4.
u Estrato medio pleno (deciles 5, 6, 7 y 8): la caída general de sus ingresos fue del 16,2 por ciento, más acentuada en el decil 5 (17,4 por ciento) y menos marcada en el decil 7 (15 por ciento). Este 10 por ciento de hogares fue, como consecuencia de la menor caída relativa en sus ingresos, el primero en el que se registra una mejora en su participación relativa en los ingresos totales, al pasar del 9,1 al 9,3 por ciento del total. Los restantes deciles del estrato mantuvieron el nivel de participación en los ingresos del año pasado: 6,1 por ciento el decil 5, 7,4 por ciento el decil 6 y 11,6 por ciento el decil 8.
u Estrato alto (deciles 9 y 10): ni los sectores más “acomodados” se salvaron del descenso de ingresos producto de la caída en el empleo y los recortes de remuneraciones (en esta franja pudo haber pesado más este factor que en las anteriores). La pérdida de ingresos del estrato, con respecto a mayo de 2001, fue del 16 por ciento, con un 17,8 por ciento en el decil 9 y 15,2 por ciento en el decil 10. No obstante, el hecho de haber perdido proporcionalmente menos ingresos que los deciles más bajos, le permitió al decil más alto aumentar su participación en los ingresos totales, al pasar del 36,9 al 37,6 por ciento. Esta última proporción es 33,6 veces la que le corresponde al decil más bajo: la brecha más alta en la serie histórica, que arranca en 1974, entre los ingresos del 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobre de la población. Observando la evolución de esta proporción de ingresos entre ricos y pobres a lo largo de las últimas décadas, puede comprobarse una proporción más o menos estable hasta 1986 (entre 12 y 15 veces), con saltos posteriores hasta el pico de 23 veces en el año de la hiperinflación del ‘89. Tras un descenso temporal en los primeros años de la convertibilidad, el indicador de desigualdad vuelve a crecer incesantemente desde el ‘93 en adelante, con saltos a 18 veces en ese año, a 22 veces en el ‘95, a 24 veces en el ‘98 y un ensanchamiento sucesivo de la brecha a 26 veces en el 2000, a 28,7 veces en el 2001 y 33,6 veces este año.
“La regresividad distributiva se agrava cuando se toma en cuenta la evolución de los precios”, puntualizó Artemio López. La canasta básica de los hogares indigentes (menos de 350 pesos mensuales) aumentó un 57 por ciento de enero a julio, contra casi un 35 por ciento del índice general. Para los hogares pobres no indigentes (más de 350 pesos hasta 700), el aumento del costo de vida fue del 47 por ciento, en tanto que el consumo básico del quintil (20 por ciento de hogares) de mayores ingresos se encareció en sólo un 25 por ciento. La diferencia está dada por la mayor incidencia de los alimentos en el consumo de los más pobres y el mayor encarecimiento de éstos con respecto a otros productos. Al igual que la evolución en el empleo, los aumentos de precios también jugaron a favor de una distribución cada vez más regresiva.

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