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Economía|Miércoles, 8 de agosto de 2007
ANDRE NASSIF, DEL BNDS

“El Estado debe jugar su rol”

Por Fernando Krakowiak
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La recuperación económica ha vuelto a poner en debate el modelo de desarrollo a impulsar para favorecer una mejor inserción internacional. Agregarles valor a los recursos naturales pareciera ser la mejor opción. Sin embargo, algunos analistas consideran que los países de la región deben ir más allá y apostar por sectores industriales con mayor capacidad de innovación tecnológica. En diálogo con Página/12, el economista del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil, André Nassif, que hoy llegará al país para exponer en un seminario organizado por el Cefid-Ar, defendió esa posición y aseguró que Argentina y Brasil tienen que incentivar el desarrollo de la microelectrónica, las telecomunicaciones y la industria automotriz.

–¿El Estado debe apoyar el desarrollo de sectores industriales o es una selección que debe ejercer el mercado?

–Las fuerzas del mercado por sí solas no son capaces de favorecer el desarrollo. Los liberales están de acuerdo con esa afirmación, pero aseguran que el Estado se debe limitar a ofrecer fondos para investigación y desarrollo de manera horizontal sin tener una intervención directa en el mercado. Desde mi punto de vista, tiene que haber una participación activa con políticas direccionadas hacia sectores intensivos en tecnología, pues el monto de inversiones privadas que suelen recibir es mucho menor de lo que sería deseable para alcanzar la frontera del conocimiento.

–Algunos analistas señalan que la inserción internacional de países como Argentina debe estar basada exclusivamente en el desarrollo de industrias que utilicen recursos naturales.

–Hay un modelo que intenta tomar el caso chileno como paradigma de desarrollo, remarcando que se puede incorporar progreso técnico y conocimiento en actividades intensivas en recursos naturales. Por ejemplo, tecnologías para incentivar la producción de pescado y su exportación en gran escala. Eso es posible, pero cuando se analiza la dinámica del comercio mundial en los últimos diez años se llega a la conclusión de que el ranking de las exportaciones que más crecen es encabezado por material electrónico y telecomunicaciones. En segundo lugar se ubica la industria automotriz y luego la química.

–También se argumenta que un desarrollo industrial como el que llevaron adelante los países asiáticos en las décadas del ’60 y ’70 no es posible en la actualidad por las reglas que impone la Organización Mundial del Comercio.

–Después de la Ronda Uruguay de la OMC hay muchas más restricciones que en el pasado, pero no es verdad que no haya espacio para hacer políticas industriales verticales. Los aranceles máximos de importación multilaterales que han sido acordados para proteger la industria en los países en desarrollo superan el 30 por ciento. Hay márgenes de acción, pero no todos los países suelen aprovechar al máximo esa posibilidad. Los aranceles que aplica la India están cerca del máximo, pero en Brasil, por ejemplo, promedian el 12 por ciento.

–¿La solución es subir ese arancel?

–Creo que se puede aprovechar parte de ese margen, pero aunque parezca paradójico, en el nuevo contexto de globalización productiva comandado por las multinacionales no soy partidario de hacer una política industrial para sectores de alta tecnología basada en aranceles altos. Esa opción se debe utilizar sólo como instrumento de protección temporaria y para poner freno a presiones desleales de otros países.

–¿Entonces cuál es la opción para lograr un mayor desarrollo industrial?

–Es posible impulsar un desarrollo industrial de sectores intensivos en conocimiento basado solamente en tecnología nacional, pero el costo para el país es muy alto y el riesgo de fracaso también. Soy partidario, en cambio, de que haya políticas industriales que atraigan inversiones extranjeras, pero debe existir una coordinación por parte del Estado. En Brasil, por ejemplo, no hay coordinación estatal para inducir a las multinacionales a radicar parte de sus departamentos de investigación y desarrollo en el país. En el pasado las casas matrices retenían esos departamentos, pero en los últimos quince años han transportado una parte a otros países. El mercado solo no lo logrará porque hay que tener incentivos y mecanismos de coordinación que induzcan a las multinacionales a hacerlo. También hay que articular mecanismos que faciliten la transferencia de tecnología para firmas locales.

–¿Los países asiáticos lo hacen?

–Exactamente, China e India están haciendo políticas verticales e incluso lo siguen haciendo aquellos países que ya lograron industrializarse como Corea del Sur.

–¿Qué papel puede cumplir dentro de esa estrategia un banco de desarrollo?

–El BNDS fue creado en 1953. Los desarrollistas defendieron su creación argumentando que había fallas profundas de mercado y escasez de ahorro doméstico privado para financiar inversión en infraestructura y bienes de capital. En la actualidad, los liberales dicen que en aquel momento el BNDS era indispensable, pero que ahora su actuación estaría restringiendo el desarrollo del mercado de capitales en Brasil. No estoy de acuerdo, pues el banco redirecciona recursos a sectores donde el aporte privado no es suficiente.

–Pero el banco está operando hace más de cincuenta años y Brasil tiene problemas similares a los de Argentina.

–Eso no es responsabilidad del BNDS. El banco es apenas una pieza en el conjunto de instituciones que deben conformar un sistema nacional de innovación. El fracaso en el desarrollo de los sectores industriales de punta se explica fundamentalmente porque el Estado otorga incentivos pero no exige resultados futuros por parte de los sectores que se benefician. En Corea, cuando el Estado subsidiaba a la industria automotriz exigía como contraprestación bajar la curva de costos unitarios y desarrollar competitividad para penetrar en los mercados internacionales. La protección es un instrumento válido, pero tiene que ser temporaria y si el Estado percibe que los actores no están cumpliendo con los objetivos pautados debe poner fin a los incentivos, si no la experiencia termina fracasando.

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