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Economía|Jueves, 14 de marzo de 2002
OPINION

Mr. O’Neill, contento

Por Alberto Ferrari Etcheberry

Cuando el ministro Remes Lenicov viajó a Washington llevaba bien estudiadas las razones para explicar su plan nacional y popular al “capo di tutti li capi”, el secretario del Tesoro y defensor de plomeros y de Enron, nuestro buen amigo Mr. Paul O’Neill.
Remes conoce bien a los States. En el ‘99 estuvo allí integrando un amigable trío con Machinea y Sturzenegger, los candidatos a ministros de Economía de los candidatos a presidente Duhalde, De la Rúa y Cavallo, rindiendo examen ante distintos tribunales financieros, bancarios, etc. Al concluir uno de estos interrogatorios uno de los examinadores saltó: “oigan, ustedes tres opinan lo mismo sobre todo, ¿por qué hay tres candidatos?”. Superando el rubor, Remes contestó que seguramente había entendido mal. Tras 27 meses en que gobernaron los tres candidatos y los tres expertos, nobleza obliga, uno debe reconocer que ese gringo era más piola que los 35 palos de argentinos, porque en materia de diferencias, cero alas. Pero ahora Remes llegaba como ministro de la crisis final provocada por lo que entonces y hasta un día antes del estallido defendía, al igual que sus compañeros examinados y tantos expertos más, desde Broda a Gerchunoff, pasando por López Murphy, y los muchachos de FIEL y CEMA: la convertibilidad y sus consecuencias. Ahora en el incendio Remes debería explicar al secretario O’Neill que no se podía seguir exprimiendo, que un cadáver no tiene sangre, que tiren unos verdes, que los que tanto ganaron algo aguanten, etc. Con la emoción consiguiente, sintió el apretón de la mano del Sr. Secretario en su brazo haciéndolo pasar a su despacho, comenzó con los saludos rituales que O’Neill cortó drásticamente: “Mire ministro, me dijeron que hay un problemita con los dólares que tiene que cobrar Monsanto ¿no me lo puede arreglar, plis?”. Remes entendió y se guardó la lección: no hay espacio para diferencias.
Y, faltaba más, Remes cumplió con O’Neill: se publicó en el Boletín Oficial la Resolución Nº 10/2002 fechada el 4 de marzo que establece que en las compraventas de insumos agrícolas concertadas en dólares estadounidenses, cuando se trate de fertilizantes y agroquímicos exportación de los productos agrícolas se pagarán en dólares libres menos el 10 por ciento de retenciones. En concreto: las deudas por fertilizantes y agroquímicos (Monsanto) y semillas (Monsanto).
¿Qué dice la ley? El art. 8º del DNU 214/02 dice que las deudas concertadas en dólares estadounidenses cualquiera sea su origen o naturaleza se convertirán a razón de un dólar igual a un peso, más el coeficiente de estabilización de referencia –como todas– y si alguno se sintiere perjudicado deberá ir a la Justicia para que resuelva. Así: si un librero compró libros españoles en dólares: paga en pesos uno a uno. Si el Sr. Crotto compró en dólares un tractor nacional o importado: paga pesos uno a uno. Si el Sr. Cabanellas compró una “picú” importada o nacional: uno a uno en pesos. Deuda de Menem por cigarros cubanos: uno a uno en pesos. Etc. Pero si la deuda es con Monsanto (La Plata Cereal, Pérez Companc y algunos pocos más) verdes libres menos las retenciones, por agroquímicos o semillas, nacionales o importadas, minga de reclamo y de justicia criolla.
Vergonzoso e ilegal:
1) Vergonzoso: a) La resolución O’Neill/Monsanto se disfraza bajo el inocente título “producción agrícola”, materia que en la actual ley de ministerios le corresponde exclusivamente al Ministerio de la Producción: De Mendiguren y no Remes Lenicov; b) También se la disfraza como contratos de “Canje de insumos agrícolas por producto final”, cuando no existe trueque de un producto (semilla) por otro (trigo cosechado), que es obvio que no está alcanzado por la pesificación, sino como la propia resoluciónlo dice, una “compraventa en dólares estadounidenses”, igual que en el caso del librero, del tractor de Crotto o del habano de Menem; c) Una simple resolución de un ministerio no habilitado se justifica porque expresamente reconoce que la Ley 25.561 y el DNU 214/02 “originan fuertes pérdidas al sector proveedor”, o sea a Monsanto, mientras que se “beneficia ampliamente al productor agrícola”.
2) Ilegal: Ya está dicho: una resolución ministerial (tampoco un decreto y en el caso tampoco una ley posterior) no puede modificar a una ley. Conclusión: ilegal e inconstitucional. Conclusión: para evitar pleitos, más pleitos.
Reverenciando a O’Neill y a Monsanto a Remes le pasa palabras de Brecht, como a los alemanes del Tercer Reich: “Marchaban a la muerte por miedo a la muerte”.

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