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Desde Kourou
La base espacial de Kourou está enclavada en la selva, dominante en esta parte del continente. El complejo es enorme, tiene 700 kilómetros cuadrados, cuenta con varios edificios, hangares, rutas, estaciones de bomberos y destacamentos militares. Hay medidas de seguridad extremas, que se intensificaron con respecto al año pasado a raíz del atentado terrorista de Charlie Hebdo, en París. La efectividad de Ariane Space es altísima, ya que sólo un lanzamiento falló en su historia (realiza a razón de uno por mes), y su estética hace acordar a las películas de la carrera espacial durante la Guerra Fría. Representa más del 15 por ciento del PBI de la Guayana Francesa.
La jornada del lanzamiento del Arsat-2 comenzó con el sol fuerte, el cielo despejado y el aire húmedo desde temprano. Ni siquiera era garantía de que el lanzamiento se haga en tiempo y forma (como finalmente ocurrió), porque la lluvia va y viene. Aquí la cuestión climática juega propio su partido: con mucho viento o rayos, no hay lanzamiento hasta el día siguiente. La base espacial de la Unión Europea en esta ciudad funciona desde 1975, a miles de kilómetros de París pero a sólo 50 de Cayena, capital de la Guayana Francesa, uno de los pocos enclaves coloniales todavía en pie en la región, junto a las Islas Malvinas. Este territorio, que limita al sur con Brasil y al norte con Surinam, ex colonia holandesa, forma parte del Estado francés como “departamento de ultramar”, denominación que obtuvo en 1946.
Apenas 400 mil personas viven en la Guayana Francesa y la comunidad de argentinos alcanza para comer un asado, son 32, contó a este diario Miguel, un compatriota que vive aquí hace 27 años. Ariane Space es un gigante de la industria satelital. Desde 1979 realizó 226 lanzamientos. El Arsat-2 y el australiano Sky Muster fueron los satélites 517 y 518 lanzados por la empresa, números que representan el 50 por ciento de los satélites lanzados en la historia mundial. Para aquel que esté pensando en armar una empresa de lanzamientos de satélites, no se trata simplemente de traspasar la estratosfera y salir del planeta. El lanzamiento es un acto clave en la vida del satélite, define la extensión de su vida útil porque cuanto más lejos lo expulsa de lo previsto, el artefacto tiene que gastar más combustible para corregir su trayectoria. Y combustible, en el espacio, es igual a utilidad. De hecho, Kourou está a 500 kilómetros de la línea del Ecuador, cercanía que no es casual, porque sobre el eje ecuatorial la rotación del planeta es más veloz y por ello la puesta en órbita del satélite requiere menor cantidad de combustible.
El salón principal de la base espacial se llama Júpiter y consiste en un teatro con butacas, cabinas de transmisión y equipos de sonido. El escenario es una enorme pecera en el cual de forma semicircular se ubican los científicos que controlan el lanzamiento, con computadores y teléfonos. Al fondo, varias pantallas que muestran imágenes de la plataforma de lanzamiento y especificaciones técnicas. Y lo más importante, una tabla con parámetros y números que se colorea de verde o rojo en función de cómo están las cosas. En Argentina, Australia o la Guayana Francesa, verde es pulgar hacia arriba, y rojo, hacia abajo. El lanzamiento cuesta alrededor de 180 millones de dólares. Para la Argentina implicó cerca de 90 millones, que se sumaron a los 250 millones de dólares que costó el diseño y la fabricación del Arsat-2.
La tarde del lanzamiento se extremaron las medidas de seguridad. Además de los usuales controles con los detectores de metales y la solicitud, en varias postas, de las credenciales correspondientes, se ubicaron en la entrada del complejo una decena de camiones con militares y hasta un tanque de guerra.
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