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El mundo|Martes, 11 de marzo de 2008
El jefe de gobierno reelecto no descarta gobernar en minoría y acordar una coalición estable

Zapatero dialoga con todas las fuerzas y promete mejoras

Tras el derrumbe de sus aliados, Izquierda Unida y Ezquerra Republicana de Cataluña, el gobierno del PSOE está en tratativas con dos partidos nacionalistas moderados: Convergencia i Unió y el Partido Nacionalista Vasco.

Por Oscar Guisoni
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Zapatero dijo que su próximo gobierno mejorará la economía y profundizará la política social.

Desde Madrid

Su grupo parlamentario tiene cinco diputados más, sólo le faltaron siete para la mayoría absoluta, consiguió elevar del 41 al 44 por ciento el apoyo popular a su partido y, sin embargo, José Luis Rodríguez Zapatero tiene más difícil ahora que en 2004 la formación de su futuro gobierno. En su primera comparecencia pública después de la noche electoral, el líder socialista dejó entrever que no descarta un gobierno de coalición con los partidos minoritarios, así como tampoco le quita el sueño volver a gobernar en minoría, como lo ha estado haciendo durante estos cuatro años, buscando apoyos puntuales en el Parlamento cada vez que los necesite. El impulso a una economía con grandes signos de estancamiento, la resolución de la crisis institucional que tiene inmovilizada a la Justicia y la ejecución de una política social más profunda son, a su juicio, las prioridades que deberá abordar su futuro gobierno a partir de abril, cuando el Congreso lo nombre nuevo presidente en la sesión de investidura.

A pesar de haber obtenido el tercer mejor resultado del PSOE en su historia centenaria, Zapatero parece tener muy claro que le esperan cuatro años de dificultades por delante, y esas dificultades tienen nombre y apellido. En primer lugar, al haberse desbarrancado en el Parlamento sus aliados tradicionales –Izquierda Unida y Ezquerra Republicana de Cataluña—, que le garantizaron mayorías en momentos cruciales durante su primer gobierno, el gobierno socialista queda ahora a merced de dos partidos nacionalistas moderados: Convergencia i Unió, de Cataluña, que ya ha participado en gobiernos de coalición con Felipe González en 1993 y con José María Aznar en 1996, y el Partido Nacionalista Vasco. Ayer, el líder socialista hizo mención explícita a una llamada del PNV que recibió durante la noche electoral, dando a entender que existe buena voluntad para tentar una futura coalición estable y aclaró que no piensa excluir a ninguna fuerza política del diálogo que abrirá en las próximas semanas para buscar apoyos en la sesión de investidura.

Según la ley española, para que un candidato sea nombrado presidente del gobierno debe ser votado por la mayoría absoluta del Parlamento, es decir por 176 de los 350 diputados. El PSOE tiene 169 escaños, el PNV obtuvo 6 y CiU 11. Otros aliados del gobierno en estos cuatro años, como el Bloque Nacionalista Gallego, que renovó sus dos parlamentarios y con el que los socialistas gobiernan Galicia, la propia IU que obtuvo también dos diputados y Ezquerra con tres –de los ocho que tenía– apenas si son suficientes. Además, Zapatero fue muy criticado durante estos años por haberse apoyado en grupos nacionalistas de izquierda y dentro de las filas socialistas existe un cierto consenso de que esta vez es mejor transitar el camino con aliados menos ruidosos y que despierten menos recelo de los votantes españoles que no viven en las zonas con pretensiones separatistas.

Pero la fría aritmética parlamentaria no alcanza para explicar la complejidad de la tarea política que le aguarda al líder socialista durante los próximos días, ya que una hipotética alianza con el PNV o Convergencia i Unió tiene también sus bemoles. En principio, el PNV ha sufrido durante los últimos tiempos una deriva hacia posiciones más independentistas hasta llegar al punto de que el actual gobernador vasco, Juan José Ibarretxe, ha convocado para octubre a un referéndum que el gobierno socialista considera anticonstitucional para decidir sobre el futuro de esta región. Es impensable que los socialistas cedan en una cuestión tan delicada como ésta. El PSOE ha afirmado que una consulta popular sólo se podrá llevar a cabo cuando ETA desaparezca, porque no se puede votar “con los muertos arriba de la mesa” y mucho menos para decidir sobre una de las cuestiones con la que los separatistas vascos legitiman su actividad armada. La terrible paliza electoral que los socialistas le propinaron el domingo al PNV en su propio territorio tal vez sirva para que este partido de nacionalistas moderados y católicos de centro se replantee su estrategia. Si Ibarretxe deja de lado su pretensión de hacer el referéndum, entonces el PNV se puede transformar en el mejor aliado posible del PSOE, ya que no despierta entre los electores españoles el mismo tipo de rechazo que sí generan en cambio los nacionalistas catalanes de CiU. Pero sólo con el PNV y sus seis diputados tampoco alcanza.

Las negociaciones con CiU serán aún más complicadas, si es que se llega a intentarlo. Los socialistas catalanes le arrebataron el gobierno a los nacionalistas hace cuatro años y gobiernan en coalición con Izquierda Unida y Ezquerra Republicana en Barcelona. Algunos líderes de CiU llegaron a sugerir incluso durante la campaña que apoyarían un gobierno de Zapatero si el PSOE cambia de aliados en Cataluña. Pero el Partido Socialista Catalán es autónomo con respecto a Madrid y no le gusta nada esta perspectiva. Además existe una especie de consenso popular a la hora de identificar a CiU como un partido de pedigüeños que acepta gobernar en Madrid a cambio de grandes transferencias de dinero para Cataluña. Los movimientos de Zapatero durante los próximos días, en los que se reunirá con los líderes de ambos partidos nacionalistas, darán una pista de por dónde se resolverá finalmente este complicado intríngulis político.

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