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El mundo|Martes, 10 de junio de 2008
La protesta por el alza del combustible hace colapsar ciudades como Madrid y Barcelona

España también prueba los cortes de rutas

El paro de los transportistas provocó un caos general: colas en las estaciones de servicio, embotellamientos de los pasos fronterizos con Francia y compra en masa a los súper por temor al desabastecimiento. Un reto para Zapatero.

Por Oscar Guisoni
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Marcha lenta de camiones en la autopista C58, en el área metropolitana de Barcelona, por la huelga.

Desde Madrid

La huelga de camioneros fastidiados por el aumento de los combustibles, que dio comienzo en la madrugada de ayer en todo el territorio español, sembró el caos en las grandes ciudades, provocando enormes colas en las estaciones de servicio ante el temor al desabastecimiento de carburantes, provocó grandes embotellamientos en los pasos fronterizos con Francia, mientras la población se volcaba en masa a los supermercados preocupada por la posibilidad de que el jueves, si continúa la medida, comiencen a escasear los alimentos frescos en las góndolas. El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero enfrenta su primer desafío de envergadura en medio de un clima de desconfianza y crisis económica como no se veía en el país desde comienzos de los años ’90.

Aunque la huelga comenzó ayer, la psicosis que generó entre la población ya se percibía en las calles en la tarde del viernes, cuando los automovilistas, alarmados por la perspectiva de un conflicto largo, comenzaron a vaciar las estaciones de servicio, aumentando entre un 40 y un 50 por ciento la demanda de combustible, según datos de la Agrupación de Vendedores al por menor de Carburantes y Combustibles (Aevecar). La Federación Nacional de Asociaciones de Transporte de España (Fenadismer), que convocó la medida de fuerza, culpó ayer al gobierno socialista de haber “alarmado en exceso” a la población para luego enemistar a la opinión pública con los huelguistas. Sea como fuere, el aumento de la demanda pudo más que la logística que abastece a las estaciones de servicio y ayer el 40 por ciento de los expendedores de combustible de Barcelona y el 15 por ciento de los de Madrid habían colgado el cartel de “cerrado por falta de carburante”.

El gobierno de Zapatero tuvo cierta dosis de responsabilidad también en lo que sucedió en los supermercados, al anunciar que, según sus previsiones, el jueves comenzaría a notarse en las góndolas la ausencia de alimentos perecederos. Ante la duda, la población decidió llenar las despensas y ayer por la mañana las grandes superficies vieron cómo aumentaban considerablemente sus volúmenes de venta de un modo poco habitual para una jornada de lunes. Aunque la patronal que reúne a los grandes supermercados, Anged y la Confederación Española de Comercio negaron que se hayan producido variaciones importantes en las ventas, bastaba con recorrer los puntos de expendio para darse cuenta de que el temor a una huelga prolongada ha calado hondo entre los españoles.

La contundencia de la huelga, de todas formas, se notó con más fuerza en la frontera entre España y Francia, donde se produjeron largas colas debido al bloqueo que establecieron los camioneros. El paso fronterizo de La Jonquera, en el que se produjeron incidentes entre los huelguistas que habían instalado piquetes y un grupo de camioneros portugueses que intentaron cruzar y salieron con sus vehículos seriamente dañados, fue el más afectado por la medida. En los accesos a las grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia, Cádiz) también se produjeron embotellamientos, debido a que los transportistas decidieron sacar en masa sus vehículos a las autopistas para hacer visible la protesta.

Pero los camioneros no son los únicos que están en huelga. Después de largas semanas de dudas y fuerte debate interno, los pescadores también han decidido iniciar medidas de fuerza. La flota de arrastre del golfo de Cádiz fue la primera en comenzar la huelga hace una semana y ayer se le sumaron los pescadores vascos y gallegos que faenan sobre el Cantábrico. La flota de altura gallega también se está deteniendo. Los barcos que han llegado a puerto en los últimos días no han vuelto a salir y mantienen una huelga por tiempo indeterminado, exigiendo al gobierno que tome medidas para paliar el aumento de los combustibles. En el Mediterráneo la situación es similar. La flota catalana no acató por completo la medida, aunque la mayoría de los barcos que entraron a puerto no ha vuelto a salir. Según los sindicatos, se espera que comience a faltar pescado en las góndolas a partir del fin de semana.

Esta huelga es el primer gran escollo con el que se enfrenta Rodríguez Zapatero apenas iniciado su segundo mandato. Y no sería tan dramático su efecto si no se estuviera produciendo sobre un trasfondo de crisis económica de gran envergadura como no se veía en el país desde hace al menos quince años. La inflación se ha disparado muy por encima de la media europea, alcanzando el 4,7 anual, una cifra a la que los españoles se habían desacostumbrado en la última década. También ha aumentado el desempleo, que se ubica en el 9,6 por ciento –la segunda en Europa–, falta liquidez en los mercados financieros, las empresas comienzan a ajustar su personal, el sector inmobiliario se cae a pedazos luego de un quinquenio de boom y ganancias extraordinarias, mientras el aumento de los tipos de interés que gravan las hipotecas ahoga a una buena parte de las familias.

La confianza de los consumidores se hunde mientras los comercios minoristas ven caer sus ventas. En algunos sectores, como el automotor, la caída es gigantesca, llegando al 28,2 por ciento en el primer trimestre del año, según fuentes del sector. Ante esa situación, el ministro de Economía, Pedro Solbes, reconoce que el gobierno tiene poco margen de acción para modificar la situación y la dirigencia política comienza a apuntar sus dardos a la Unión Europea, exigiendo soluciones para los transportistas y pescadores, y una política monetaria menos rígida. El propio Zapatero criticó el sábado que el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, no haya medido sus palabras al anunciar un nuevo aumento de los tipos de interés, lo que terminó generando una subida de los tipos que gravan las hipotecas. Era la primera vez que un mandatario español criticaba a la más alta autoridad monetaria del continente, un claro signo de que la crisis se está volviendo muy aguda.

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