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El mundo|Miércoles, 20 de agosto de 2008
Habla la senadora Piedad Córdoba, mediadora con las FARC

“EE.UU. y Francia no ayudan”

Después del rescate de Ingrid Betancourt y los tres rehenes norteamericanos, el mundo perdió interés en el canje humanitario para rescatar a los rehenes de las FARC que permanecen en la selva colombiana. Pero Piedad no le teme al olvido.

Por María Laura Carpineta
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Córdoba dijo que sigue trabajando por la paz, a pesar de las amenazas.

Piedad Córdoba se acaba de levantar, pero no se le nota. Sus labios rojos, sus pestañas negras y el pañuelo de seda que recoge su pelo están impecables. “Me estaba arreglando”, se disculpa entre apenada y apurada, después de hacerse esperar un rato. La opositora número uno del presidente colombiano Alvaro Uribe es coqueta y no tiene miedo de demostrarlo. Es más, da la impresión de que la senadora no le teme a nada. “Aunque me quede quieta me van a seguir investigando, desacreditando y persiguiendo, ¿por qué parar entonces?”

¿Por qué? Razones no faltan. Ella y su hija fueron secuestradas por los paramilitares hace casi diez años. Dos de sus guardaespaldas fueron asesinados. Su chofer fue baleado y quedó inválido. Hace dos años uno de sus asesores más cercanos fue ejecutado en plena calle y nunca encontraron al culpable. A pesar de este trágico historial, el gobierno colombiano no la considera una víctima. La semana pasada el presidente Uribe pidió a la Fiscalía que la investiguen, junto a otros opositores, por sus vínculos con las FARC.

Córdoba trabajó por el intercambio humanitario junto con el presidente venezolano Hugo Chávez durante más de medio año. Aunque no consiguieron el canje de 50 secuestrados por 500 guerrilleros, sí convencieron a las FARC de entregar de forma unilateral a seis rehenes, todos dirigentes políticos reconocidos en Colombia. “El escenario hoy cambió lamentablemente”, le dijo a PáginaI12, en referencia al rescate militar que liberó a Ingrid Betancourt, a los tres rehenes norteamericanos y a once militares colombianos. “Muchos de los que antes habían ayudado porque tenían intereses particulares, como Estados Unidos y Francia, ahora ya no dan señales de vida”, agregó.

En la tarde de ayer la senadora se reunió con la presidenta Cristina Fernández para pedirle que ella no siga los pasos de Bush y Sarkozy. “Quiero agradecerle toda su ayuda y también pedirle que siga apoyando a los que buscamos una solución del conflicto armado.” Hoy viajará a la provincia de Córdoba para aprender sobre el trabajo de los movimientos de derechos humanos y especialmente sobre el reciente juicio contra Luciano Benjamín Menéndez y otros siete represores cordobeses. En Colombia este año comenzaron los primeros procesos judiciales por las decenas de miles de crímenes que cometieron los paramilitares en los últimos 20 años.

–¿Es posible recuperar el apoyo de los países latinoamericanos para un intercambio humanitario después que ninguno cuestionó el rescate militar?

–Estamos trabajando para crear una coordinadora latinoamericana desde las mujeres para trabajar por una solución pacífica del conflicto en Colombia. Es entendible que bajara la atención a nivel internacional después del rescate. Hay quienes consideran que no es lo mismo la vida de un dirigente político o un civil que la de un soldado o un policía. Para nosotros no es así y por eso hoy venimos a pedirle a la Presidenta que nos siga ayudando. Además no hay que olvidar que el conflicto cada vez se extiende más en Colombia. Nos preocupan los presos políticos, los cuatro millones de desplazados, las 30 mil fosas comunes, los 30 mil desaparecidos, las cientos de personas que siguen siendo asesinadas año tras año... el conflicto sigue y no podemos esperar que un día llegue un salvador que nos rescate con las armas.

–¿Cuál es la propuesta que le presentará a la Presidenta?

–La propuesta que llevamos adelante un grupo de intelectuales y dirigentes opositores es dirigirnos a las FARC para convencerlos de que retomen el intercambio. Creemos que la guerrilla debería, como primer paso, entregar una lista con los nombres de las personas que tienen en su poder. Se ha llegado a una degradación del conflicto que permitió detenciones de más de diez años, atentados contra comunidades inocentes. Hay que volver a encarrilar el proceso en la vía política.

–¿Un acercamiento a las FARC no complicaría aún más su situación judicial?

–Hoy pensar en tener contactos con la guerrilla es ponerse una pistola en la sien. Pero igual sé que aunque me quede quieta me van a seguir investigando, desacreditando y persiguiendo. ¿Por qué parar entonces? Además nosotros estamos amparados en el derecho humanitario. A Uribe por ahora le funcionó, y muy bien, la tesis militarista y arbitraria de imponer sus denuncias y su punto de vista. Pero en algún momento se le va a acabar. Los derechos humanos son patrimonio de la humanidad.

–¿Cuán viable es un intercambio después del rescate militar?

–El escenario hoy cambió lamentablemente. No estamos en la misma situación que hace seis meses. El gobierno colombiano dio una lucha feroz para evitar que nosotros pudiéramos acercarnos a un acuerdo de paz. Hoy no sólo es más difícil acercarse a las FARC, sino que además no estoy segura de si aceptarían la presencia de la Cruz Roja. Es muy probable que la organización haya perdido la confianza del grupo armado.

–Y el gobierno difícilmente quiera negociar con las FARC. ¿La oposición se está preparando para dar batalla en las próximas presidenciales?

–Honestamente, yo no veo a la izquierda muy organizada. El presidente Uribe logró instalar el miedo hasta en la oposición. Instaló una política de campañas sucias en los medios que funciona a la perfección. No todos los políticos están dispuestos a que los desacrediten y los acusen públicamente.

–¿Usted se ve como candidata presidencial?

–A mí no me interesa. Nos tocó la peor parte del proceso de la búsqueda de la verdad porque estamos luchando cuando el conflicto todavía no terminó. Igual creo que nos anotamos una victoria. El mundo ahora sabe que hay un conflicto en Colombia y el gobierno no puede hacer nada para evitarlo. No son sólo unos loquitos que disparan desde la selva, sino una guerrilla política. Todos saben que vivimos bajo un régimen mafioso, en el que militares y paramilitares trabajan juntos. En eso, le ganamos a Uribe.

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