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El mundo|Martes, 23 de septiembre de 2008
La UE exigió que se reduzcan los períodos en que los gigantes online guardan informaciones personales

Europa busca limitar los almacenes de datos

El quid de la batalla: la defensa de la privacidad de los usuarios, a los que se les extrae información de manera fantasmagórica porque es redituable. Google aceptó reducir de 18 a 9 meses la preservación del archivo personal.

Por Eduardo Febbro
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Los reguladores europeos piden que Google, Yahoo y Microsoft se plieguen a unas normas básicas de respeto de la vida privada.

Desde París

Google, Yahoo y Microsoft velan por nuestra distraída memoria. Los tres gigantes de Internet mantienen desde hace varios años una áspera pugna con la Unión Europea a propósito de las informaciones personales que estas empresas extraen de las navegaciones que efectúan los usuarios y luego conservan durante un extenso período. La operación se lleva a cabo de manera exhaustiva. Según un estudio realizado por la misma UE y Comscore (especialista en estudios de comportamiento en la red), Yahoo colecta 811 informaciones de cada internauta que visita uno de sus portales, mientras que Google acapara 578 datos de cada usuario.

La aspiración de informaciones se realiza sin que el navegante virtual haya dado su autorización o esté al corriente de que sus huellas pasan a una gigantesca base de datos. Concentrándose sólo en diciembre de 2007, Comscore midió cuántas veces, a lo largo de un mes, los datos de un internauta (“data transmission events”) se recuperan sin que éste lo sepa cuando lanza una búsqueda en Internet, compra un producto, escucha música o mira un video. Yahoo, Google, Microsoft, AOL et MySpace se llevan la palma del hurto, con 336 mil millones de datos conservados. En este estudio, Yahoo aparece primero en la lista, con 2550 datos almacenados en un solo mes por cada navegante, lo que representa 110 mil millones de transmisiones celosamente conservadas.

Ese gigantesco megadepósito de antecedentes personales tiene un destinatario único: el mercado de la publicidad. Los publicistas pagan mucho dinero por esas radiografías casi íntimas de las costumbres, gustos e inclinaciones de los usuarios de Internet que les son incluso más útiles que las informaciones estáticas, como la cantidad de páginas visitadas, el tiempo pasado en cada una de ellas, el Nº de clics, etcétera. Pero el problema de los datos es sólo uno de los ángulos de la disputa con las autoridades de Europa. El segundo –el principal– es el lapso de tiempo que estas informaciones son conservadas por las empresas. Para citar sólo a dos operadores, Google almacena los datos durante 18 meses y Yahoo se fijó un plazo de 13 meses. Es aquí donde intervino esta semana la UE. Los europeos exigieron que los motores de búsqueda reduzcan ese período, al que juzgan demasiado extenso y comprometedor para los usuarios. En abril pasado, los 27 países de la UE adoptaron un texto que fija un límite máximo de seis meses para la conservación de los datos. Reunidos en el seno de una estructura llamada G29 (comités de las Comisiones Nacionales de Informática y Libertades, CNIL), los europeos pugnan doblemente para que estas megaempresas pongan límites a la conservación de los datos y para que éstos permanezcan en un estado anónimo, cosa que no ocurre hoy.

En un primer momento, Google hizo intervenir a uno de sus agentes, Peter Fleischer, un consejero especialista de la vida privada. Fleischer expuso las reticencias de Google diciendo que “las características de los datos utilizados para luchar contra el fraude son similares a las que tornan esos datos sensibles desde el punto de vista de la vida privada. Si podemos celebrar los adelantos en el respeto de la vida privada, estamos igualmente preocupados por las pérdidas potenciales en materia de seguridad, de calidad y de innovación”. Esta semana y pese al desacuerdo, Google aceptó finalmente reducir de 18 a 9 meses la preservación de los datos. “Un paso pequeño, aunque útil”, comentan los europeos. La CNIL francesa considera que a Google aún “le queda por hacer un trabajo importante para garantizar los derechos de los internautas y asegurar el respeto de su vida privada”.

Alain Türk, presidente del G29 y a la vez de la Comisión Nacional de Informática y Libertades de Francia, señaló que “todavía persisten profundos desacuerdos”. Google considera, por ejemplo, que la ley de la Unión Europea sobre la protección no se aplica a esa empresa, lo que es falso. El antagonismo es tanto más fuerte cuanto que la UE estima que no existe ninguna justificación para que Google congele los datos más allá de seis meses. Alain Türk no acepta que este buscador siga considerando que “las direcciones IP son datos confidenciales pero no personales” y menos aún que Google se niegue a cambiar el dispositivo “mediante el cual busca el consentimiento de los usuarios cuando recolecta los datos”. En una aplastante mayoría, los motores de búsqueda, los servicios de Yahoo, Microsoft, Myspace y otros no asumen ninguna política de consentimiento con quien navega en Internet. Los datos son aspirados de manera fantasma. Este aspecto reviste hoy una importancia tanto más crucial cuanto que, hace apenas dos semanas, Google lanzó su propio navegador, Chrome. Las informaciones personales se colectan de una manera muy simple: los datos (data transmission events) se almacenan con las intervenciones de los usuarios en la red ligadas a su dirección IP y los cookies. Esas informaciones desembocan en un perfil que luego se traduce por el afichaje de bandas publicitarias o links esponsorizados que Google, Yahoo y los demás venden a precio de oro. En 2007, Google realizó una cifra de negocios de 16 mil millones de dólares. De ese monto, apenas 181 millones provienen de la venta de licencias subsidiarios. El resto, es decir, 98, 9 por ciento, corresponde a la publicidad. Google detenta así el 45% del mercado publicitario mundial en Internet, para ello le basta con almacenar las huellas y los datos que los usuarios esparcen en Internet.

Los reguladores europeos pugnan para que tanto Google como Yahoo o Microsoft se plieguen a una serie de normas básicas de respeto de la vida privada integrando en sus políticas el EurActiv, es decir, el protocolo de protección de datos. Si los gigantes de Internet modulan su postura tendrán no sólo que reducir drásticamente el período de conservación de datos sino, también, pedir permiso a los usuarios antes de proceder al almacenamiento de los datos. Las últimas aventuras vividas en la red prueban que esa meta es muy lejana. Google lanzó hace dos semanas su navegador propio, Chrome, y lo mínimo que se puede hacer es advertir a los utilizadores sobre los riesgos que este instrumento hace pesar sobre sus vidas privadas. Chrome es un fabuloso aspirador de datos. La amenaza comienza apenas se instala el navegador. Las condiciones de utilización del programa, que el usuario acepta por lo general sin leer el contenido cliqueando en “acepto”, son una obra de arte del hurto escondido. El texto dice que Google tiene “el derecho de detentar una licencia permanente, irrevocable, mundial, gratuita y no exclusiva que le permite reproducir, modificar y distribuir” los contenidos que el usuario envió vía el navegador. Las protestas de los usuarios condujeron a que Google modificara ese enunciado. En su lugar, la empresa aclaró que el internauta conserva el copyright y los demás derechos ligados al contenido que el internauta transmite vía el navegador Chrome. Los datos valen millares. Sería oportuno que las autoridades argentinas y latinoamericanas, al igual que las europeas, supervisaran de cerca las prácticas de los mastodontes de Internet que ganan mucho dinero con la inocencia de los usuarios.

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